La camisa del marido
Nélida Piñon
Traducción de Roser Vilagrassa
Editorial Alfaguara. Barcelona, 2015
159 páginas
Los grandes escritores actuales no suelen caracterizarse por escribir de un modo complicado. Su complejidad reside en un terreno que no es el lenguaje o el contenido, sino en aquello que está por debajo de lo que leemos y advertimos a simple vista. Nélida Piñon es paradigma de esta idea. Cuando leemos los cuentos que componen la colección La camisa del marido, con tramas sencillas, sobrios en cuanto a sus recursos expresivos, advertimos, sin llegar a entender del todo, ese algo que está más allá de lo que cuenta la brasileña.
No hay un nexo de unión entre todos los relatos, más allá del estilo de la autora, que se mantiene en todos ellos. Un estilo hecho de introspección y de desnudez, donde Piñon se adentra en los sentimientos de los protagonistas mediante el empleo de frases lacónicas, que muestran las heridas abierta en la psique de los personajes.
El cuento que da título al libro es tal vez uno de los mejores. Con ecos de tragedia griega nos describe la destrucción de una familia por la fuerza de los sentimientos, más allá de toda racionalidad. La camisa ensangrentada del título es la que guarda Elisa de su marido asesinado, en una urna de cristal, para verla todos los días y recordar así su determinación de vengarle sin pensar en las consecuencias. En la misma estela podría encuadrarse mi cuento preferido: La mujer de mi padre, en el que Piñon mantiene esa influencia de la tragedia griega, esta vez centrada en el Edipo rey de Sófocles. No importa aquí el realismo, pues el lector se deja arrastrar por la prosa desnuda de todo ornamento, y se adentra en ese mundo de sentimientos extremos. Ana, la mujer del mayor terrateniente de Brasil, es objeto del deseo del hijo de éste, el cual nos cuenta sus ardores en primera persona.
Pero Sófocles no es el único referente metalitarario, otros dos cuentos girarán en torno a Miguel de Cervantes y a Luis de Camoes, patriarcas respectivos de las literaturas que constituyen la herencia cultural de Nélida, brasileña de origen español. En el cuento dedicado a Cervantes, bajo el título de Dulcinea, se recupera al personaje de Maritornes, a la que Don Quijote confunde en esta ocasión con la sin par dama de El Toboso; equivoco que la moza de la posada llegará a creer, pues todos queremos ser idealizados y amados, y ese deseo nos lleva a olvidar nuestra realidad cuando el ser amado nos enaltece.
Lo mismo que a Maritornes le sucede al protagonista del cuento El tren, un hombre pobre del Brasil rural que lleva a su familia a pasar el fin de semana a un vagón de tren abandonado en medio de la selva. La familia acude allí con la comida como si fuera de picnic, y el padre simula que el tren lo lleva a las ciudades más bellas del mundo. Este es quizá uno de los mejores cuentos del libro, por la dificultad que entraña dar verosimilitud al personaje y por la impecable factura del mismo.
Y por último, otro de los relatos más destacados es el que cierra el volumen, precisamente el dedicado a Luis de Camoes, bajo el título La desdicha de la lira. El relato, que sirve de colofón, trata sobre la grandeza y la futilidad de la literatura. Es el propio Camoes quien nos habla en primera persona, para contarnos sus desdichas. Al final de su vida, después de escribir Los Luisiadas, pasea por Lisboa olvidado por todos y se pregunta: ¿Quién se equivoca: yo o mi poema? No corresponde a las palabras acertar. Son meras prisioneras del pecho sometido a un sentimiento fugaz que no sabe de dónde vino ni adónde va. Y concluye con estas bellas y pesimistas palabras: Qué triste es ser portugués, qué amargo es ser europeo, qué desgracia ser un hombre.