José Antonio Labordeta, Doctor

Labordeta, Doctor, dibujo de Postigo en El Periódico

A mediodía del martes 23 de marzo, ha tenido lugar en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza la ceremonia de investidura de José Antonio Labordeta como Doctor Honoris Causa. Aunque a última hora, por algunas complicaciones de salud, no le ha sido posible asistir en persona, el acto se ha realizado como estaba previsto. Eloy Fernández Clemente, su padrino junto con Gonzalo M. Borrás Gualis, ha leído su elogio. Le ha representado su hija mayor, Ana, que ha recibido la medalla y diploma de manos del Rector Manuel López. Los asistentes han podido escuchar y ver a José Antonio en una pantalla. Al terminar, y tras cantar el himno universitario, «Gaudeamos igitur», el coro ha entonado el «Himno a la Libertad», de Labordeta, coreado por los asistentes con intensa emoción. Ha sido un día grande, hermoso, porque la Universidad ha sabido canalizar tanto afecto ciudadano, y a la vez triste, por la citada enfermedad, que deseamos y esperamos remonte nuestro tan querido amigo y presidente de este grupo editor, Andalán.

A continuación reproducimos diversos momentos del solemne acto y os animamos a uniros con vuestra voz a nuestra alegría por la distinción concedida a José Antonio.
Fotos: CSA Andalán.es

Ana Labordeta mostrando el título de Doctor Honoris Causa

Eloy Fernández Clemente pronunciando el elogio al doctorando

«José Antonio Labordeta es hoy posiblemente el aragonés más conocido y querido en nuestra Comunidad, y también fuera de ella, en España y muchos otros paises» […] » A esos homenajes se añade hoy la concesión de este Doctorado Honoris Causa en el que nuestra Universidad interpreta y plasma la admiración y afecto de tantos miles de personas. Confiriéndole ese máximo galardón, le agradecemos cuanto es y significa, y mostramos a los demás que sí es profeta en esta su tierra, y en la Universidad sabemos reconocerlo» (Del elogio al Doctorando)

Los padrinos Gonzalo M. Borrás y Eloy Fernández Clemente entregando a Ana Labordeta el libro de la ciencia

José Antonio Labordeta pronunciando su dircurso en video ante los presentes

» Siempre me he considerado una persona afortunada, amigo de mis amigos, amante de este país que se llama Aragón y de sus gentes; y, en este preciso instante, con todo el torrente de recuerdos en mi memoria, creo sinceramente que soy feliz. Gracias a todos» (Final de la alocución de José Antonio Labordeta)

Sala del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza

José Antonio, en casa, con un grupo de amigos

Un abrazo virtual a Labordeta

Gonzalo M. Borrás Gualis.

“Ya soy virtual”, me decía ayer José Antonio, todo alborozado, con su habitual humor socarrón, algo preocupado ante la grabación televisiva de su discurso de investidura “in absentia” como “doctor honoris causa” (muchos latines y más en la ceremonia) por nuestra Universidad de Zaragoza. “Ya soy virtual” en labios de Labordeta sonaba como un nuevo e inesperado logro que acababa de alcanzar, una nueva dimensión que le mantenía entre sorprendido y divertido.

La virtualidad, es decir, la ausencia forzada por el inoportuno contratiempo de su quebrantada salud actual, nos ha sido servida mediante su imagen y su palabra grabadas. La consecuencia más inmediata de esta virtualidad en la ceremonia académica es que José Antonio no ha podido recibir directamente los símbolos de su nueva condición de “doctor honoris causa”, que son el birrete, que no sólo le permite preceder a los demás sino que protege al sabio como el casco lo hace al guerrero, y el libro, para que encuentre los secretos de la ciencia y los guarde en lo más profundo de su corazón, junto con la nada desdeñable facultad para leer, entender e interpretar. Supongo que el asombro de Labordeta habrá sido mayúsculo ante regalos tan sorprendentes, que sólo la Universidad tiene potestad para otorgar. (Y que me disculpen quienes pensaban en los medios académicos que era más adecuada distinción para Labordeta la medalla de oro de la Universidad, que significa reconocimiento pero no otorga todos estos dones).

José Antonio los ha recibido virtualmente, por manos de su querida hija mayor Ana, que ha prometido y aceptado “in nómine mei patris”, fórmula de compromiso facilitada para la inesperada ausencia por nuestro insigne epigrafista Francisco Beltrán. Nosotros los padrinos, Eloy, el padrino principal, y el que firma, el padrino “pendant”, le hemos dado tras la entrega de los símbolos una abrazo a Ana, que era en efecto un abrazo virtual a Labordeta.

En ese momento he pensado que tal vez estábamos ya acostumbrados en exceso al Labordeta virtual, al que hemos visto tantas veces en los medios, en la televisión, en las series de “El país en la mochila”, en sus sonadas intervenciones en las Cortes españolas.

Y sin embargo, hoy, que es día de fiesta, el abrazo virtual nos ha sabido a poco porque te queremos presente entre nosotros, José Antonio.

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José Antonio, querido amigo, cuando la Universidad de Zaragoza sólo merece aplausos  recibe mi gratitud, entre otras muchas razones por el escepticismo somarda y tolerante  que presagia esperanzas y siempre sabes contagiar.

En tu interior, esta tierra, nuestra y de todos, nunca rebla.

Vicente Martínez Tejero

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El Canto a la libertad en el Paraninfo

Querido José Antonio:

Había terminado el himno universitario, el Gaudeamus igitur (despojado de la estrofa poco correcta, esa que habla de las mujeres), en el Paraninfo de nuestra Universidad, que relucía como en sus mejores momentos. Los catedráticos exhibían con solemnidad sus vestiduras académicas, dando un toque variado de color al recinto. Numerosas autoridades y representaciones no habían querido esta vez faltar a tu homenaje.

Dentro del estricto ritual del acto, se había escuchado ya la docta y cariñosa alocución de uno de tus padrinos, Eloy Fernández Clemente, habías pronunciado tu discurso en la distancia y tu hija Ana había recogido en tu nombre, dominando el escenario, el título de Doctor Honoris Causa, con  que te ha honrado y se ha honrado la Universidad de Zaragoza.

Y se entonó el Canto a la Libertad. Mientras, con emoción contenida, recordaba versos tantas veces cantados en otras circunstancias, no podía dejar de pensar sobre el significado de esa canción en ese lugar. Me pasaron por la cabeza letras de otras canciones tuyas de esa época, quizás menos famosas: “Caminaremos/ hasta el instante/ en que en la lluvia/ crezca la libertad…”; “Serenamente hablando/ quiero gritar/ que aquí está nuestro sitio/ y no en otro lugar”. Recordaba, no sé por qué, a Ramón Martí, que siempre se emocionaba y no podía dejar de llorar cuando llegabas a la estrofa: “También será posible/ que esa hermosa mañana/ ni tu ni yo ni el otro/ la lleguemos a ver/ pero habrá que forzarla para que pueda ser”- Y momentos como los vividos en el polideportivo de La Salle, en 1976, en aquel recital de los albores de la democracia, que tu narraste en “Con la voz a cuestas”: “Era emocionante ver, desde lo alto del estrado, a todos los viejos compañeros con las manos unidas, enfrentándose al temor de que de un momento a otro el aire se llenase de botes de humo, y de violencia”.

Pues, ya ves, ha sido posible cantar en tu honor el “Canto a la libertad” en el Paraninfo, entre la solemnidad oficial y académica. Aunque no estabas presente, ahí estaba tu sitio y muchos te sentíamos muy cerca y, tras tantos años de peregrinación, ha tenido que ser muy reconfortante para ti que tanta gente te demuestre públicamente su aprecio. Si el día del Pregón del Pilar pudiste sentir una vez más la adhesión del pueblo, hoy has merecido el respeto de los sabios. Aunque ya sé que todavía quisieras un mundo más justo y solidario, son muchos los años que has  luchado por la democracia y por la libertad. Hoy te lo ha reconocido nada menos que la Universidad. Y todos aquellos a quienes has ayudado con tu ejemplo a mantener vivos sentimientos y valores que nos hacen mejores personas, te debemos gratitud y cariño. Has acabado tu discurso diciendo: “con todo el torrente de recuerdos en mi memoria, creo sinceramente que soy feliz”.  Eso es ahora lo importante.

Enhorabuena y un fuerte abrazo, Ramón Salanova

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Querido José Antonio:

Eres el cuadragésimo quinto, nada menos, doctor honoris causa a cuya investidura asisto en la Universidad de Zaragoza. Entre los actos de investidura ha habido algunos sin apenas público, otros en que era muy numeroso (no más que en éste), ceremonias que han sido largas y otras breves, discursos pesados y amenos… Ha habido de todo, pero no ha habido ningún acto tan entrañable y tan emocionante como éste.

Gracias por haber aceptado este reconocimiento y gracias también a quienes te propusieron.

Un abrazo, Antonio Peiró