En la muerte de Enrique Ortego
El 17 de diciembre de 2018 murió en Zaragoza Enrique Luis Ortego Velázquez, colaborador de Andalán durante años. Había regresado de Centroamérica, donde vivía desde hace años, para tratarse el cáncer que padecía. Fue la última etapa de una vida muy rica en ilusiones, sufrimientos y, sobre todo, generosidades.
Enrique fue miembro destacado del Movimiento Comunista de Aragón (MCA), como él mismo recordaba en un mensaje enviado a Luis Granell pocos meses antes de morir: “… Yo era el único liberado del MC, responsable del trabajo en todo Aragón, fuera de Zaragoza. A partir de que me expedientaran en la Universidad el año 70, había trabajado en varios oficios (camionero al salir de la mili, tapicero, fundidor en Alumalsa, en una fábrica de muelles y pintor de brocha gorda en la construcción) para ‘proletarizarme’ y extender la organización en el sector obrero (…) Terminé como administrativo de la delegación en Aragón de Productos Fotográficos Valca (…) Viajaba con la coartada de ser su representante.”
Cuando llegó a Andalán a mediados de 1976, su director entonces, Eloy Fernández, conocía a su hermano Ángel porque había sido alumno suyo en el Colegio de Santo Tomás y había coincidido con él en la cárcel de Torrero en 1975, ambos presos políticos. En Andalán Enrique tuvo una actividad muy intensa hasta finales de 1980, es decir, colaboró en la etapa final de la dirección de Eloy y en las de Pablo Larrañeta y Luis Granell. Con éste, que cuando llegó era secretario de redacción, hizo siempre muy buenas migas.
“Ese trabajo en Andalán –decía Enrique en el texto antes citado- me permitió participar con gente del PC (especialmente uno de Belchite bastante sectario) en la fundación de la UAGA (la idea salió en casa de Emilio Gastón, empeñado en que, en lugar de campesinos, se pusiera agricultores y ganaderos) y desde luego mejoró la cobertura de mi trabajo político. Hasta que, ya conformada la UAGA y cuando logramos colocar a algunos de nuestros muchachos en la directiva, la gente del PC decidió que yo como ‘asesor’ no pintaba nada, pues ni técnico agrícola era. Cerrada esa puerta y contando ya con nuevos compañeros del campo que podrían seguir mi trabajo, empecé a ampliar mis primeros pasos periodísticos de la mano de compañeros tan diestros (aunque novatos) como José Luis Fandos o Artemio Baigorri”.
En Andalán, además de temas agrarios Enrique abordó todo lo candente: desde un balance sobre los primeros cien días de la DGA a la especulación, regadíos, etc., con breves y certeros títulos. Fue un todoterreno con unos 65 trabajos firmados sobre el mundo rural, unos 30 sobre las diversas comarcas, otros tantos sobre temas políticos y sindicales aragoneses o españoles, y dos docenas sobre temas económicos y laborales. Y, ya a partir de 1985, otros artículos sobre Nicaragua u Honduras.
Trabajó como periodista en varios medios de comunicación de Guatemala, así como corresponsal de El Periódico de Catalunya y del semanario mexicano Proceso. Durante ese tiempo, y después, visitó, conoció y analizó lo que ocurría en toda América Central. Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala fueron escenario de sus andanzas periodísticas.
Resultado de sus experiencias de esos años fue su libro “Panamá: crónica de una agresión”, publicado en 1990. En 1996 colaboró en el libro “Guatemala nunca más”, editado por el Arzobispado de Guatemala, vinculado al proyecto de recuperacion de la memoria historica. Un año antes de su muerte presentó en el Museo de Zaragoza el libro “El grito de la mariposa. Terror, resistencia e impunidad en Guatemala”. Escribió otros relatos y textos entregados a sus amigos en España, que varios de ellos evocaron en el acto de despedida celebrado en el Cementerio de Torrero como merecedores de ver la luz en otra publicación.
Enrique trabajó también en numerosos proyectos para mejorar las condiciones de vida y para reducir la pobreza de sus en Nicaragua. Lo echamos de menos.