andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.3. Historia

La primera etapa. Fundar y dirigir (1972-77)

La misión del director, aparte responder administrativamente y ante policías y jueces, por ser el único que al principio tenía carnet de periodista, se centró en asistir casi siempre, moderar los densos debates de los lunes, olfatear temas y convencer a los posibles colaboradores, y escribir mucho. Ah, y hacer relaciones públicas en largas horas de teléfono o cafés. Todo eso, menos los secuestros, multas o cárcel, me gustaba. El Ministerio de Información impuso un coeditor conmigo, pero Orbe logró lo fuera Carlos Royo Villanova y Laguna de Rins, bonísima persona, educadamente de centro, con aquel aire obsesivo y a su manera mesiánico aragonés, pronto fascinado por aquellas reuniones, pero aun así, dimitiendo en plena vorágine. Labordeta convenció de sustituirle desde el 1 de noviembre de 1974, a su amigo el notario de Hospitalet David Pérez Maynar, siempre encantado de nuestra gratitud y amistad.

Mi vida en esos años puede resumirse en que vinimos de Teruel a Zaragoza un año antes, ambos profesores del Colegio Santo Tomás de Aquino, de la familia Labordeta. Con él había soñado yo allá y el año hasta la salida acá, mil asuntos. Nos dio fichas de sus muchos amigos, ideas, y mucha moral. En 1974 pasé a interino en la nueva Facultad de Empresariales, publiqué mi tesis doctoral, fui a los encuentros de Pau (cuando dejaba la policía), nació nuestra hija menor, Laura; fui encarcelado en Torrero; publiqué “Aragón contemporáneo”, fundé con Emilio Gastón y catorce personas más, el Partido Socialista de Aragón.

 

 

Eran tiempo realmente intensos. El primer año fue el del fin de la guerra en Vietnam, y luego, el horror ante la muerte de Allende en Chile y golpe fascista (escribimos en portada, “Creo en el voto y no en el fusil”, y fue secuestrado), la dimisión de Nixon tras el Watergate, el asesinato por ETA del presidente Carrero Blanco, la tan esperada muerte de Franco, el estreno de un rey como incógnita y la convocatoria de elecciones democráticas.

En Aragón nació la Comisión Aragonesa Pro Alternativa Democrática en el mismo 1972, y después el Comité Aragonés de Lucha por la Libertad, la Junta Democrática y la Coordinadora Democrática de Aragón, fusión de Junta y Plataforma; el Óscar a Buñuel, el Primer Encuentro de la Canción Popular Aragonesa, que José Antonio Labordeta publicaba el disco Cantar y Callar. La muerte del padre Escrivá, la constitución del Partido Socialista de Aragón, y que la izquierda se manifestaba en Caspe por la autonomía, la derecha hacía en Sos su Declaración regionalista y los agricultores iniciaban la Guerra del Maíz.

El primer número se hizo en mi propio domicilio, razón social de la revista en los primeros tiempos, y se vendió a dos duros, con una tirada de 3.000 ejemplares. Los suscriptores apenas eran 180, pero fueron aumentando, así como algunas ayudas y anuncios publicitarios que, en conjunto, sirvieron para ir tirando.

Hubo muchos ecos a la salida del nº1 en Aínsa, pronto amigos, suscriptores, cartas, llamadas. Era tal la tensión acumulada, que Labordeta y yo procurábamos alentar el humor, tanto en las reuniones como en el diseño de la Hermandad, y lo que se dibujaba o escribía: Cronopios y famas, Masoquismo aragonés, El dedo en el ojo, El Pasmo de Andalán, los chistes de Mateo, la serie Andalanio, Pepe Robles, dibujos tomados de revistas del XIX.

Apoyamos nuestras lenguas, lo cual asustó a políticos y militares; se nos acusó sin el menor fundamento de separatistas. Pronto comenzaron los problemas, y una noche me llamó el gobernador Orbe Cano para que retirase el nº 9, con un duro artículo sobre “La coherencia política” (le había llamado airado el ministro Sánchez Bella, pero aduje que estaban ya en los trenes y sería mayor el escándalo con un autosecuestro).

Resolvíamos los temas culturales llamando “8 artes liberales” a la sección y tuvimos magníficos análisis de internacional por dos profes colegas, ya que a lo nacional todos querían contribuir. Ya llamábamos Rolde a una sección donde escribían amigos de fuera, entre ellos Luis Gómez Laguna polemizando con Sáinz de Varanda que se excusaba y explicaba sus alusiones… Fuimos asociando colaboradores de fuera, como Pepe Batlló, Alberto Corazón, S. Sanz Villanueva, F. Carrasquer, L. Michelena, Tomás y Valiente, José García Mercadal. Un género vivo y ameno era la entrevista, a que todos nos apuntábamos: a Caro Baroja, Pilar Bayona y Derqui, Donoso, G. Badell. Otro, cuando morían Neruda, Picasso, Mao.

Hicimos algunos pequeños extras: sobre música, sobre literatura, que luego tomaron otro cuerpo: los dossieres: un éxito el dedicado al académico sueco Lundkvist, que afirmaba que el próximo Nobel sería para Aleixandre. Otro sobre Educación que se envió como obsequio de Santillana a todas las escuelas de Aragón y Soria, uno ya en el nº 50-51 sobre las regiones. Luego, al estallar la revolución de los claveles publicamos mucho sobre Portugal, tan envidiado. Y se nos odió aún más desde la derecha al presentar en dos números Los centros de poder en Aragón, y una segunda parte sobre las 50 mayores empresas.

Otros dossieres fueron el dedicado a la medicina en Aragón (38-39), el regreso de Sender, el Manifiesto del Ebro por la Consultora de Sociología y la Semana Aragonesa. Y un extra sobre el Pirineo; o la serie de  Ibarz desde el Sáhara sobre la marcha verde; en el 81, informe sobre el Estatuto de Aragón… que nos decidimos a sacar con unas páginas que llevaban meses maquetadas y esperando… Firmaban en el

85, “Javier Mijares” (Larrañeta) y J.A. Biescas sobre el trasvase del ahorro aragonés el segundo y el primero…, “¿De quién es la Caja?”;  en el 95, Reportaje de Granell, la Amnistía en Aragón. En el 109, Labordeta y Anós evocan a Miguel Labordeta. Y de vez en cuando, extras sobre Huesca, Teruel, Tarazona, Galicia, Cataluña, Portugal.

Las reacciones: calificamos el atentado en Madrid, calle del Correo: “El gran disparate”. Y todos los que sucedieron luego, ETA y compañía, con matices mientras vivía el general. Apoyamos la Semana de Cultura Aragonesa; arriesgamos una paliza en el 64, con El affaire Colmenero, que vino a amenazarnos…

El trabajo fue obsesivo; duro y hermoso el rodaje democrático del periódico, la formación del equipo, la compenetración con los colaboradores, cientos de personas que por carta o personalmente nos apoyaban, en varios niveles, desde la gente que compraba el periódico y lo sostenía económica y moralmente, a un grupo de quince personas reunidos en todos los momentos de crisis económica y una vez por trimestre durante quince o veinte horas seguidas (en una ocasión algo más, en un silencioso convento de monjas en la carretera de Logroño). El más próximo, cinco personas coordinando: Labordeta, Guillermo Fatás, los hermanos Delgado, Carlos Royo Villanova y yo. Todos los lunes, una tarde entera. Y además de ese grupo más ligado a la confección del quincenal, estaban muy cerca Mario Gaviria, Lola Albiac y José-Carlos Mainer, Juan A. Hormigón, Carlos Forcadell, Gonzalo Borrás, Emilio Gastón.

Al principio, nuestros mayores apoyos publicitarios fueron las Cajas de Ahorros, aunque la de Aragón y Rioja nos lo retiró pronto. Por lo demás, jamás intentaron mediatizarnos. Bajo una espada de Damocles, estábamos demostrando a la Prensa aragonesa que se podían decir más cosas de las que se habían dicho.

Escribí una autocrítica: “Andalán no ha sido todo lo claro que debería; su lenguaje ha sido —en algunas ocasiones— ciertamente críptico. Es un periódico elitista, universitario, predominantemente intelectual. Es muy difícil llamar la atención del obrero… Pienso que las gentes preparadas de la clase obrera y media ya nos siguen con interés —y de puntillas—. En resumen: hacemos lo que sabemos hacer”

Habíamos conseguido, en  un  año brevísimo y de evolución acelerada, 1.400 suscriptores y algo de publicidad para un mercado lector de  más de diez mil personas bastante singulares. Y en un año las suscripciones se envíaban por correo, en números redondos: Zaragoza capital 500; Resto de Aragón,300 (los que más: Huesca, Teruel, Jaca. Monzón y Andorra; resto de España, otros 500, más de la mitad en Barcelona, Madrid y Valencia, y luego Bilbao, Logroño y las Islas Canarias. Extranjero 100: Francia, Alemania. Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Suecia, Polonia, Italia, Portugal, Suiza, EE, UU., Canadá, México, Venezuela, Colombia, Argentina, Mauritania, Gabón y República Popular China.

Tuve problemas para la renovación del pasaporte (mayo de 1975), y fui llamado a declarar por tres artículos aparecidos en el número 64 (1 junio de 1975) y se organizó una buena escandalera cuando, el 9 de junio, fui detenido en mi casa por funcionarios de la Social. Entre las 16 horas de ese día y las 9 de la mañana del 12, permanecí incomunicado en las dependencias de la Jefatura Superior de Policía. Luego fui conducido al Juzgado de Guardia en donde presté declaración ante el Juez de Instrucción del número 4. Y a primera hora de la tarde ingresé en la cárcel de Torrero a disposición del Tribunal de Orden Público. En el número del 15 de junio se escribía: “ANDALÁN ha sabido que los cargos que se le imputan parecen tener relación con la supuesta ayuda prestada a unos estudiantes durante la última semana. Todos cuantos hacemos el periódico agradecemos muy vivamente a los medios de información y a las numerosas entidades y personas que se han interesado por Eloy Fernández, las atenciones y ayudas recibidas,  no sólo en relación con este incidente sino con referencia a la reciente suspensión de una de sus conferencias programada para las fiestas del barrio de Torrero”.

El día 18, minutos antes de las 11 de la noche, fui puesto en libertad… El sargento y varios agentes de la policía armada impidieron que se tomaran fotos y el grupo tuvo que disgregarse rápidamente ante la insistencia de la fuerza pública. Se ha escrito mucho sobre el episodio, y en otro lugar ofrecemos foto de la salida de la cárcel.

En agosto de 1974, tras la primera gravedad del dictador, terminábamos el editorial: “Dígase lo que se quiera, el postfranquismo, a pesar de la transmisión temporal de la Jefatura del Estado, no ha comenzado. El postfranquismo se abrirá únicamente cuando Franco no pueda ya exigir lealtades y responsabilidades”. Y luego hubimos de callar, o disentir del todo con Arias Navarro, diciendo cautelosos: “La crisis abierta a la muerte de Franco no se puede seguir pudriendo indefinidamente. Desde hace nueve meses, la oposición democrática ha mantenido la misma postura: el franquismo no tiene reforma posible”. Por eso el editorial fue “Referendum: no votar”: “No se dan las circunstancias democráticas (amnistía total, regreso de exiliados, libertad total de prensa y opinión, leyes franquistas derogadas…). Tras la muerte del dictador y la jura del Rey, la batalla por la amnistía se conviertió en el primer objetivo: a la sazón había en Torrero medio centenar de presos políticos, militantes de PCE, PTE, ETA, anarquistas, FRAP y otras extremas izquierdas.

Y la lucha siguió, y en el nº 79-80, 1-15 de diciembre de 1975, decíamos en portada. “LA LIBERTAD NO ADMITE PLAZOS. Por fin tenemos un gobierno que se proclama de derechas. Un gobierno que, por tanto, sabe que la izquierda está fuera, pero sabe que existe… La libertad no es un gesto, no es una reforma, no es un regalo. Aquí y ahora, todo español tiene derecho a manifestar sus ideas, reunirse para discutirlas o asociarse para defenderías, sin riesgos físicos ni morales. Sólo si lo reconoce así el Gobierno se habría ganado legítimamente y con los hechos, el título de Gobierno de derechas”.

Se ha dado por sentado que Andalán, junto con la lucha por las libertades democráticas y la información, crítica y estímulo a la cultura,  tuvo como una de sus metas el impulso dado al aragonesismo. Los dos primeros aspectos resultan indiscutibles. Pero, en mi recuerdo y en mi opinión, no todos ni mucho menos de los principales «editores» y colaboradores tenían claramente planteada esa meta, ni pensaban y escribían en ese sentido. Otra cosa es que, con tanto profesor, se recuperaran con otra lectura temas como el republicanismo (Forcadell, L.Germán), la figura de Costa (un tema especialmente querido, con dos docenas de artículos firmados), el movimiento obrero (Forcadell, Fernández, Germán y en especial el anarquismo aragonés («A. Checa»,           que era Forcadell, Jeanne Pastor, J. Pamias, Fernández). Aspectos especialmente atendidos, fueron los relativos a la II República y la guerra civil («Luis Gonzalo» y L. Germán, Forcadell, Fernández, Jesús Bueno, J.R. Marcuello, J.R. Montero, Granell, Constante, R. Ferreróns y A. Gascón, los Simoni, H. Lafoz, Fernando Montero, A. Peiró, J. Casanova, C. Gaudó, Monserrat García). Uno de los artículos que recuerdo con mayor satisfacción fue el que me adentré en la intrincada selva de “El robo de los incunables de la Seo”.

También, a pesar de la enorme dificultad y el riesgo durante muchos años, se abordaron la posguerra (el maquis, el exilio aragonés, aragoneses en el poder franquista (Fernández); la represión franquista (R. Fernández Ordóñez, L. Germán); los fusilamientos de Torrero (P. Larrañeta); los campos nazis (M. Constante); el fantasma de la guerra (Lola Campos); la penetración en el sindicato vertical (Javier Delgado) e incluso, la propia transición democrática (Vicente Cazcarra). En todo ello hay algo más que compromiso político e ideológico: hay un afán por recuperar tanto pasado oculto, y por hacer justicia a tantos héroes anónimos, acallados, sepultados por la muerte, el exilio, el terror.

Un hecho tremendo, que pudo haber realmente acabado con Andalán, más que la dura economía o la policía franquista o similar, fue la tensión entre el grupo de profesores y el de periodistas, que hacía tiempo soñaban con dar el salto a la profesionalidad, pasando a semanal mucho más implicado en los hechos políticos, económicos y sociales. Tan duro me resultó esa ruptura que no supe optar, me abstuve porque en ambas propuestas me encontraba a gusto y no quería renunciar. Tanto que sólo cuando volví a la dirección, en mayo del 83, decidí contar esa ruptura, aprovechando una reseña conflictiva: “la transición hacia la democracia fue dejando jirones de ilusión, tensiones, fisuras, distintos planteamientos ideológicos, culturales, profesionales, personales (siempre dentro de la izquierda). Llegó un momento en que las alternativas eran prácticamente excluyentes. Algunos (Mainer, Albiac, Fatás, Borrás, H. Carreras, Jesús Delgado) pensaron que la historia de ANDALAN había entrado en un callejón sin salida y era preferible terminar esa andadura. Otros, casi todos los demás, optaron por seguir. Yo, cuando reviso los índices compruebo que seguí escribiendo, aunque menos. Y estuve entre los que echamos mucho de menos a aquellos compañeros. Nos alegraba mucho su más o menos esporádica vuelta, porque además de excelentes profesionales y apasionados aragoneses, fueron generosos y olvidaron casi del todo sus heridas.

Por mi parte, estuve al lado de Pablo Larrañeta y J. L. Fandos cuando el pleito de Sancho Dronda, acudí a la Audiencia en Zaragoza y fui a Barcelona al recital ante doce mil personas solidarias en el Palau de los Deportes. No era para menos.