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Andalán y el aragonés
Cincuenta años son muchos y las “boiras” de la memoria van cubriéndolo todo de una manera cada vez más densa. Valga esta entrada para justificar que los recuerdos, aunque intensos, son pocos y escasamente concretos.
Cuando nació Andalán en L’Aínsa en la “sanmigalada” de 1972 se acababa de publicar No deixez morir a mía voz, libro de Ánchel Conte en aragonés común, que llegó a ser emblemático en el movimiento de recuperación y dignificación del aragonés. Un año antes, en 1971, había publicado yo Sospiros de l’aire, mi primer libro de poemas en aragonés, o mejor, en un proto-aragonés común muy mejorable. Se puede decir que estos dos libros, junto con Garba y augua, de Eduardo Vicente de Vera, que se publica en 1976, y aplica ya la Normas gráficas comunes para el aragonés aprobadas en 1974, son las tres obras literarias, las tres de poesía, que comienzan el camino del renacimiento literario del aragonés, lo que luego se llamó “renaxedura”.
Pero fuera de estos libros (insisto: los tres de poesía) era prácticamente nulo el uso del aragonés en la escritura, si exceptuamos algunos poemas en programas de fiestas de algunas localidades, en sus respectivas modalidades locales. Se ha dicho que en los renacimientos lingüísticos de lenguas minoritarias, lo primero que se desarrolla es la poesía. Y seguramente es verdad. En el caso del aragonés lo fue. El desarrollo de la prosa fue muy lento y fue posible gracias a las colaboraciones en la prensa, en forma de artículos, reseñas o comentarios de actualidad. Y en esto el papel de Andalán fue fundamental.
Por ese tiempo la escasa creatividad literaria se expresaba, en formas muy localistas, en los programas de fiestas, especialmente de ciertas localidades con mayor tradición, como Echo (en aragonés cheso), Graus (en aragonés ribagorzano grausino) o Ayerbe (en aragonés ayerbense). Y únicamente alguna revista (como Jacetania, de Jaca) o periódico (como El Pirineo Aragonés, de Jaca; o, más adelante, El Ribagorzano, de Graus, en su nueva etapa) publicaban muy de vez en cuanto colaboraciones literarias en aragonés.
Supuso, por tanto, una novedad importante, el hecho de que un periódico hecho en Zaragoza como Andalán publicara de manera habitual artículos en aragonés. Colaborábamos habitualmente: Ánchel Conte, Chorche [Cortés], Ton [Antonio Martínez] y yo. Y de vez en cuanto, algún otro. Recuerdo que en número especial dedicado al aragonés colaboraron con artículos en castellano Ángel Ballarín Cornel (autor del Diccionario del benasqués) y Severino Pallaruelo, entre otros.
Había polémicas sobre si el hecho de escribir en aragonés servía para algo. Hoy, en la distancia, podemos decir que escribir en aragonés en Andalán sirvió para:
1) ensanchar el ámbito temático que hasta entonces se abarcaba con el aragonés:
2) contribuir al desarrollo de un modelo de aragonés literario común;
3) animar a otros medios de comunicación a publicar alguna colaboración en aragonés. Así, cabe decir que a mediados de los 70 se publicaba artículos quincenalmente en Aragón-Exprés y en El Noticiero se publicaron mis clases de aragonés que luego dieron lugar a la Gramática de la lengua aragonesa (1ª ed., 1977).
Por tanto, creo que fue un revulsivo en la recuperación literaria del aragonés y una herramienta que ayudó a la difusión y popularización del aragonés. Por otro lado, sin embargo, hizo que el aragonés se identificara con el aragonesismo de izquierdas, lo cual, considerándolo desde la distancia, no sé si fue demasiado bueno, ya que ayudó a crear prejuicios y estereotipos que no facilitaron los consensos políticos, por ejemplo, en la reforma del Estatuto o en la Ley de Lenguas.
Francho Nagore Laín