andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.8. Andalán y la Cultura
Teatro, cultura, política, Andalán
Tiempos intensos para la política y la cultura, y en particular para la relación entre ambas. El teatro venía ya de una historia reciente en la que esa relación estaba marcada desde el T.E.U (Teatro Universitario de Zaragoza), muy vinculado al movimiento estudiantil. Una historia ampliada y reforzada después con el Teatro de Cámara de Zaragoza, cuyo Club de Espectadores tenía también vinculación con el movimiento obrero. Tras ser disuelto por orden gubernativa, le sucedió el Teatro Estable de Zaragoza. Juan Antonio Hormigón y Mariano Cariñena fueron impulsores decisivos, junto con muchos otros, entre los que me contaba, así como Javier Anós y Pilar Laveaga, con quienes formamos el núcleo del Teatro de la Ribera, primera compañía profesional en Aragón.
Habiendo excelentes historiadores y periodistas, me limito a evocar algo de aquella época de tanta actividad político-cultural y tan desaforadas esperanzas de cambio. Curiosamente, en mi experiencia personal los comienzos de Andalán están vinculados con cambios un tanto vertiginosos en mi propia dedicación profesional, pasando de profesor de enseñanza media a actor y luego director y dramaturgo. Cambio que se produjo justamente cuando acababa de iniciar mi participación en la puesta en marcha del periódico. Nunca fue ni mucho menos decisiva como la de otros bien conocidos, pero lo fue incluso menos de la expectativa inicial porque la profesión de actor implicaba muchos viajes y por lo tanto poca continuidad en el trabajo diario del periódico.

23 de abril de 1983, inauguración del Teatro del Mercado y presentación de la edición de la Obra Completa de Miguel Labordeta.
Así pues, mis recuerdos de Andalán los asocio ante todo a los encuentros humanos (cuando era posible) con grandes personas, de las que aprendí mucho en aquellas largas y apasionadas reuniones del equipo. Por lo demás, mis aportaciones de textos tenían que ver con el teatro, con la poesía, con las artes plásticas, con toda aquella ebullición de vitalidad cultural que se abría paso frente a la pesada herencia franquista. La experiencia del periódico se unía al teatro, a la canción, a las charlas, a las semanas culturales que grupos de jóvenes organizaban por todo Aragón, que compartíamos con Labordeta, La Bullonera, Carbonell y tantos otros. Con medios precarios, con una furgoneta de tercera mano y mucho entusiasmo, actuando en escenarios a menudo improvisados, sorteando la censura y todas las dificultades propias del momento. Mucho hay que agradecer a todas las personas que lo hicieron posible.
Mariano Anós