Queda inaugurado este panteón
Las dictaduras y los pantanos tienen una larga tradición de concubinato en este país desde los tiempos de Primo de Rivera. Digno sucesor de esta política hidráulica fue don Paquito «el chaparro». Ese dicharachero tirano que alternaba las firmas de sentencias de muerte con la inauguración de embalses y pantanos, sin dudar en inundar las tierras y la vida de los habitantes de las zonas escogidas para su lucimiento particular y el enriquecimiento personal de la cohorte de palmeros a los que encargaba las obras.
Un triste ejemplo lo tenemos en la población de origen medieval de Jánovas, una localidad que vivía de la agricultura cereal, el ganado de montaña y el transporte de madera por el río Ara. En 1959, en pleno apogeo de la bacanal fascista, comenzaron las expropiaciones de las tierras. Como sus pobladores se resistieron al expolio se afinaron las tácticas disuasorias. La dinamita hizo volar por los aires el puente y los edificios de este pueblo con la misma virulencia que su forma de vida y su futuro. Un exilio forzoso a causa de la sinrazón de un proyecto que nunca llegó a materializarse. Como en el caso del embalse de Rialb, Biscarrués, Itoiz y muchos otros, existe una pauta común en todo este tipo de proyectos pirenaicos: La codicia de algunos políticos y su cuchipandi empresarial acaba imponiéndose sobre los derechos de los moradores y el patrimonio medioambiental y cultural de las zonas afectadas.
Uno podría esperar que, en el s. XXI y con un régimen político que se autodefine como democrático, estos desatinos quedaran relegados a los anales de la historia negra de las agresiones y saqueos contra la naturaleza y los seres humanos sufridos en esta España nuestra. Pero la luz verde al recrecimiento de Yesa nos enfrenta con la cruda realidad: Franco no ha muerto. De alguna manera ha conseguido poseer los áridos corazones de los políticos actuales para insuflarles una lección magistral de cómo anteponer la rapiña de unos pocos al interés general de los ciudadanos.
Lugares como Artieda, Esco, Ruesta o Tiermas han sido condenadas a muerte por la demencia especuladora de un plan hidrológico que supone un disparate financiero que arrasará con la prosperidad económica de toda una comarca. Se ha arrebatado la voz y la palabra a las gentes de estas zonas negándoles el derecho a defenderse de los que quieren despojarles impunemente. Condenados a la ejecución de una sentencia que será aplicada con la misma frívola alegría con la que el dictador daba el visto bueno a sus crímenes, entre cabezada y cabezada de sus truculentas siestas veraniega.
El panteón donde reposará nuestra herencia natural y cultural se está fraguando en los despachos de quienes ahora nos gobiernan. Ni las gritas y corrimientos de tierra que aparecen por doquier en estas obras, han conseguido hacerles renunciar a este fatal veredicto. Ya podemos entonar el réquiem sempiterno que no cesa en estas tierras. Como decía nuestro paisano don Francisco de Goya: El sueño de la razón produce monstruos. Y estos engendros anegarán a manos llenas la dignidad y el legado que deberíamos preservar para las generaciones venideras.