Historias para no dormir en el 2011
Como les ocurre a muchos niños, mis fantasías nocturnas estaban pobladas de seres espeluznantes que se deslizaban culebreando por las paredes del cuarto. He de reconocer que el poder de la fantasía me permitía verles con un realismo absoluto. No tenía dudas sobre su existencia y temía que, de extender la mano, el contacto con estas criaturas me arrebataría para siempre del otro mundo, el mundo de la luz y las cosas «normales» de la vida cotidiana.
Se puede reaccionar de mucha formas al terror. Y una de ellas es acabar adaptándote. Es lo que me pasó a mí. Acabé acostumbrándome a esa ventana nocturna abierta al reino de lo desconocido. Esperando, casi con ansia, el encuentro con los monstruos que anidaban mis cortinas con la intención de interrogarlos sobre su procedencia. En aquella época en la que me estaban adiestrando para vivir en sociedad, ya me empezaba a chirriar el discurso que me inculcaban los mayores. Había demasiados cabos sueltos en el mundo real. Demasiadas injusticias y contradicciones que empezaban a mosquearme porque no podía explicarlas con la palabrería hueca que me enseñaban en casa o en la escuela. Por eso me hice adicta a la noche. En el reino mágico de mis terrores nocturnos la lógica carecía de sentido. Nada puede defraudarte cuando no existen reglas que romper. Solo te queda sobreponerte al miedo y mirarle directamente a los ojos. Algo que me resultaba más fácil de hacer con los fantasmas del turno de noche que con los que manejaban mi vida en el turno de día.
Ahora me pasa un poco lo mismo, pero todo está mucho más confuso. Los límites entre la realidad y la ficción están tan difuminados que son posibles situaciones tan absurdas como que se machaquen los derechos laborales y sociales de los trabajadores mientras Telefónica, el Banco de Santander, Iberdrola, REPSOL o el BBVA entre otros, siguen teniendo beneficios archimillonarios y sus consejeros se han subido escandalosamente los sueldos en el peor año de la crisis.
Estos son los fantasmagóricos Mercados que nos asustan desde detrás de las cortinas para paralizarnos. Es a ellos a los que votamos en las urnas porque son ellos los que mueven los hilos de nuestros candidatos. Nuestra ruina contribuye a su prosperidad. Pero nos dan tanto miedo, nos han contado tantos cuentos, que no tenemos bemoles para rebelarnos a sus planes.
Preferimos esconder la cabeza en el embozo de la cama esperando que desaparezcan los demonios. Pero les diré una cosa: Éstos no piensan desaparecer.
Cuando abramos los ojos el primer día de este nuevo año, ellos seguirán allí. Acechando a plena luz del día. Más crecidos que nunca gracias a nuestra impotencia de infantes cobardicas y llorones.
Continuarán con su expolio contra el pueblo a cara descubierta. Sabedores de que estamos «acongojados» y de que mientras nos dure la catatonia tienen la barra libre.
Como soy de las que creen que otro mundo es posible deseo que el 2011 sea el comienzo de la década del despertar.
Otra forma de enfrentarnos a lo que nos aterroriza también es posible. Solo necesitamos aplicar el sentido común para exorcizar los telúricos influjos de los Mercados.
Para recobrarnos de ese paralizante hechizo cuyo antídoto solo podemos encontrar en nuestros corazones.
En esa ternura inteligente de los pueblos que son la solidaridad y la colectivización de la justicia. Las únicas armas que pueden detener el ataque de los monstruos financieros. Ese es uno de mis mayores deseos para el 2011.
Ojalá se recuerde como el año en el que se empezó a organizar la resistencia.
¡Feliz 2011 para todos!