El Orujo Party

El denominado Tea Party norteamericano promueve la intolerancia, el racismo, el integrismo y practica la violencia verbal incitando a cualquier desequilibrado a llevarla a la práctica. Sin embargo, no sería justo decir que fue Sarah Palin quien provocó la matanza de Tucson. Por lo menos no de una forma deliberada. Iluminados hay en todas partes. La diferencia es que, por fortuna, en nuestro país no tenemos costumbre de dormir con un revólver bajo la almohada. Ni es un derecho constitucional, como ocurre en Estados Unidos.

Incluso la propia congresista herida estaba a favor de lo que este pueblo considera un paradigma de su libertad: el derecho a poder tener y usar armas.

Si a este festival de pólvora y cartuchos le añadimos una ración del odio y la frustración que gran parte de los ciudadanos arrastran, rociamos generosamente la mezcla con unos chorritos de xenofobia y fundamentalismo religioso a partes iguales, y prendemos la mecha con una de los apocalípticos discursos de la Palin o cualquiera de sus compañeros del Tea Party: ¡Eureka! Ya tenemos el campo abonado para toda suerte de sociópatas, siempre lectores solitarios de «El guardián entre el centeno», dispuestos a transcender sobre su miserable existencia realizando un magnicidio o una masacre colectiva.

Aquí tenemos nuestro propio Orujo Party. ¿Que por qué lo de orujo? Pues está claro, porque España es diferente. Los del party cañí no se reunirían nunca para tramar sus conspiraciones frente a una taza de insustancial té. Yo los veo más dándole a alguno de esos licorcitos espiritosos que tanto han contribuido a muchas visiones marianas y otros fenómenos sobrenaturales.

Pero tanto en Carpetovetonia como en Estados Unidos, estos movimientos recogen lo mejor de cada casa. El Tea Party representa el nuevo modelo de conservadurismo norteamericano. Va un paso más allá en el republicanismo tradicional y evoca el carácter racista, nacionalista y fanático del fascismo.

La rabia de la clase media, maltratada por la crisis económica, dispara contra cualquier objetivo. Los inmigrantes o los políticos son algunos de ellos. Canalizar esta furia supone una fuente de poder. No tenemos más que repasar la historia para observar los orígenes de monstruosos fenómenos sociales como el nazismo. Por cierto que «Mein kampf» era otra de las lecturas del pirado de Arizona.

A los del Orujo Party les seduce esta corriente. Gente de la más extremada derecha, aunque algunos se alberguen bajo las alas del Partido Popular, emplean el discurso anti-inmigración como único valor de su programa electoral. Cómo olvidar a esa Alicia Sánchez Camacho convertida en Alicia «Croft» por cortesía de las Nuevas Generaciones de su partido. Sublime el video juego en el que, sentada a horcajadas sobre una gaviota gigantesca, la super-heroína de los fachas eliminaba independentistas e inmigrantes aleatoriamente.

O a ese otro Josep Anglada, fundador de Plataforma per Catalunya. Ultracatólico, ultraderechista, y «chenófobo» por propia definición en una entrevista televisiva. No deja de ser un sarcasmo que las limitaciones gramaticales de este racista, le impidan pronunciar bien la palabra que mejor lo define. Sin embargo, el personaje declaró abiertamente en Canal Nou compartir el ideario de los cabezas rapadas.

Y luego está el revuelo de mitras y sotanas aliadas con organizaciones como hazteoir.org, Derecho a la Vida en la santa cruzada nacional-católica que llevan a cabo monseñor Varela, cegado por un orgullo que supera al de su propio creador, ha elegido peligrosos compañeros de cama. Últimamente se ha vinculado a estos colectivos con una sociedad secreta mexicana que se conoce como «El Yunque». Una organización que intenta lograr el control de la política y la religión católica y que cuenta con mucho poder en México.

Como ven, no existe mucha diferencia en lo que se está ocurriendo a uno y a otro lado del océano. En cómo el lado oscuro va moviendo piezas mientras la izquierda y las corrientes ideológicas progresistas siguen sin encontrar el tablero donde se está jugando la partida.

De esta forma, aquí y allá se va sembrando la violencia esperando una cosecha electoral libre de escrúpulos. Es verdad que no piensan accionar personalmente los gatillos. Pero esparcen su basura despreocupadamente, sin reflexionar sobre las consecuencias de las perogrulladas que escupen.

Y aunque aquí no llevamos la pistola en el calcetín, también tenemos muchos locos que además son aficionados a la caza.

Acuérdense sino de Puerto Urraco.