17/05/2011

Tejiendo las redes

Zaragoza, 15 de mayo de 2011 - Fotografía: Primo Romero

El día 15 de mayo, la indignación sacó por fin a la resistencia del armario. En más de 50 ciudades españolas, miles de personas se manifestaron reclamando otro modelo social y económico a la medida de los seres humanos. Pertenecían a diferentes colectivos: ecologistas, anti-capitalistas, plataformas contra el racismo y la xenofobia, asociaciones de gays, lesbianas y transexuales, defensores de la sanidad y la educación pública, jóvenes que no se resignan a ser la «generación perdida», desempleados, animalistas, venerables ancianos cogidos de las manos de sus nietos, gentes de todas las edades, de todas las generaciones, todos juntos.

En resumen, algunos de los que creen que hay que acabar con un modelo que ya se ha demostrado injusto, desentrañado y responsable de la terrible crisis que estamos atravesando.
Vamos, el grueso de las filas de los que se intenta demonizar mediáticamente calificándoles como anti-sistema.
Ahora ha llegado el momento de quitarse los complejos y proclamar el día del orgullo anti-sistema. Si desear una sociedad donde la igualdad, el progreso y la solidaridad sean las bases es ir contra el sistema, será porque el sistema apesta.

Se ha tratado de establecer una correlación entre este movimiento y algunos hechos vandálicos aislados. En realidad se trata de un fenómeno que aglutina la determinación de muchos ciudadanos en defender lo que consideran los derechos elementales que deben tener todos los individuos para poder desarrollar una vida sana y feliz.
Es una mera cuestión del reflejo de supervivencia de nuestra especie.

Y es verdad que les impulsa la violencia, pero la que están recibiendo. La que se está descargando brutalmente contra el pueblo.
En uno de los carteles que portaba un joven manifestante podía leerse: Sin trabajo, sin futuro, sin miedo. Ahí está la clave. El saqueo está siendo tan exhaustivo, tan grosero, que les estamos perdiendo el respeto. Se les está yendo la mano.
El capital está actuando como una apisonadora implacable que arrasa con todos los recursos naturales y humanos que se le ponen por delante. Ha desbaratado la democracia para arrebatársela a sus legítimos dueños. Nos está robando el pan y la palabra. Hasta se ha intentado apoderar de nuestros sueños. ¿Por qué vamos a tener miedo a plantarle cara? ¿No resulta más lógico revolverse antes de que acaben con su tarea de exterminio?

Cuanto más nos hundamos en el fango de la miseria, más violenta puede ser la respuesta. Para evitarla, es necesario empezar a tejer las redes. Entramados de colaboración para conseguir una democracia real que garantice la participación ciudadana en las decisiones políticas.
La manifestación de Zaragoza, que recogía a más de cien organizaciones diferentes y algunos particulares, discurrió bajo el lema: «Defender el Territorio». Los miembros de esta red no se encuadran en ninguna ideología concreta pero quieren mostrar que otra gestión es posible.
Los anti-sistema aquí representados se sienten seres humanos libres, maduros y responsables para tomar las riendas de su destino.
Queda mucho trabajo por hacer, es cierto. Muchas otras redes que tejer y fortalecer. Y también es verdad que nos enfrentamos a un dragón muy poderoso a pecho descubierto. Pero contamos con una gran ventaja: Ya no nos atenaza el miedo. Si hay algo que desorienta a estas fabulosas bestias es su ausencia. Actuemos entonces como orates impávidos que únicamente buscan recuperar su dignidad expoliada.