Cuerpo a cuerpo

La ofensiva que el capital está desarrollando contra el ser humano y su entorno natural se ha convertido en la madre de todas las batallas. En un ataque apocalíptico dispuesto a arrasar con los cimientos de la vida. El desmantelamiento del estado de bienestar comenzó con la revolución conservadora encabezada por Thatcher y Reagan. Una vez roto el pacto social, los mercaderes tomaron las riendas de la política y el futuro de la humanidad se transformó en una lucha a contramuerte. Una agónica caída en el vacío acelerada por el lastre de nuestra impotencia.

La reforma de los convenios colectivos es otra muestra de las silenciosas armas que emplea el enemigo. Persuadirnos de su necesidad equivale a convencer al esclavo de que los grilletes son un complemento imprescindible para mantenerle a salvo. Pero, ¿quién nos salvará de los captores? Santiago Carrillo pregunta en un excelente artículo en El País: ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? Para enfrentarnos a ese dios omnipresente y todopoderoso que es el poder financiero no podemos contar con los políticos y partidos tradicionales. Están postrados a cuatro patas de rodillas ante esta religión totalitaria. Entonces, ¿de dónde saldrá el martillo que nos libere de la desalmada dictadura económica?

Carrillo señala a los intelectuales. Filósofos y pensadores como Hessel, Sampedro o Santos Juliá capaces de originar con la razón un huracán que despierte al pueblo del hechizo que padece. Pero para organizar el nuevo frente es necesario aunar las fuerzas. La juventud ha movido ficha desplegando su indignación por las plazas. Al impulso de la cultura progresista se ha sumado un escenario social árido de expectativas para nuestros hijos. Ahora le toca el turno al mundo laboral.

Como parte fundamental de la estrategia neoliberal existe la prioridad de aniquilar a los sindicatos. El instrumento más valioso para la defensa de los trabajadores ha experimentado una degradación tal que, a menudo, han terminado traicionando los valores con los que se forjaron. Se han ido formateando a la medida de los deseos de los dioses financieros. Desalmándose de los principios que durante dos siglos de lucha obrera representaron el motor de los logros sociales más importantes de la historia.

Esta rendición ha sido pública y notoria. Por eso no es de extrañar la desconfianza social que han cosechado. Pero su destrucción nos deja aún más indefensos. Los sindicatos deben atravesar un proceso de catarsis redentora de sus errores y dejaciones durante el periodo thatcherista. Recuperarse de ese ensueño acomodaticio en el que andaban instalados para integrarse en las huestes contrarrevolucionarias que intelectuales y jóvenes están conformando. Ésta puede ser la trinidad que se enfrente a las fuerzas del lado oscuro.

Los curritos de a pie también tenemos una misión en esta escaramuza global. Exigiendo y eligiendo a nuestros representantes el valor y la honestidad que estos tiempos requieren. Formándonos y comprometiéndonos sin delegar ni renunciar. Asumiendo que la salvación solo puede llegar desenmascarando los axiomas y patrañas. Abandonando la pasividad de borregos resignados al descabello para tomar posiciones en esta contienda cuerpo a cuerpo. Alzando la voz. Desnudándonos del miedo.

Ahora que vivir se ha puesto al rojo vivo, como decía Blas de Otero, Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro, abominando cuanto he escrito: escombro del hombre aquel que fui cuando callaba.