El mal ejemplo de nuestros diputados

Ejercer el cargo de diputado de las Cortes de Aragón supone un complejo proceso de eliminatorias, aunque no tenga nada que ver con la selección por conocimientos o méritos: lucha interna en los partidos para ir en las listas en puesto de salida, reparto de cargos en los grupos políticos y órganos de las Cortes, y el premio de acceder a una retribución por encima de la que hasta ahora percibían en su trabajo anterior (suponiendo que lo tuvieran) y unos locales y medios de trabajo de la mejor calidad, que pagamos entre todos.

Los señores diputados tienen un calendario llevadero y un horario flexible y poco abrumador: hay cuatro sesiones plenarias al mes, tres meses de vacaciones, y las reuniones de ponencias y comisiones no son agobiantes, mayormente teniendo en cuenta que, dado que cobran un sueldo muy respetable y tienen en  palacio bar y comedor a precio asequible, los señores diputados debieran estar disponibles durante una jornada de trabajo normal. Bien es cierto que algunos acumulan otros cargos sin sonrojo, dado que su valía les hace indispensables (hay quien es también alcalde, diputado provincial y cargo de su partido).

Pues bien, en nuestro Parlamento se reciben visitas de grupos de estudiantes para que conozcan el lugar donde se hacen las leyes y se debate sobre las cuestiones políticas de mayor importancia. Lo que resulta dramático es que, en momentos en que existen fundadas críticas sobre nuestros políticos, esas visitas produzcan el efecto contrario al pretendido. Y es que nuestros jóvenes todavía no han llegado al grado de cinismo –tan habitual ya entre los mayores—de considerar normal lo que no debiera serlo.

Nada mejor que dejarles que se expresen: vean lo que opinan de su visita a las Cortes los alumnos del IES Pilar Lorengar (carta publicada en el Periódico de Aragón de 26 de febrero):

“…Vimos una parte del Pleno de las Cortes que debatía sobre los presupuestos de Aragón para 2012. Nos llamó mucho la atención que cuando un diputado hablaba el resto hacía lo que le daba la gana. Por ejemplo, unos leían el periódico, otros se entretenían con sus ordenadores portátiles y sus teléfonos móviles, algunos mascaban chiclé descaradamente y sin disimulo, los más se levantaban de sus asientos y abandonaban el hemiciclo para hacer no sabemos qué. Los portavoces de los partidos parecía que hablaban para las paredes porque nadie les escuchaba, salvo al final de cada intervención en que los de su propio partido aplaudían y daban golpes al escaño para mostrar su aprobación. Resulta curioso todo esto porque a nosotros se nos pidió consideración hacia ellos y su trabajo, y en cambio allí no había respeto por  ningún lado.”

Se siente vergüenza ajena al leer estas líneas. Luego esos representantes se quejarán de que la valoración de su actividad sea baja, pero ya ven el ejemplo que dan.
Como cambiar las costumbres de nuestros actuales representantes es imposible –algunos de ellos llevan muchísimos años con ellas–, se sugiere que las visitas de los estudiantes a las Cortes de Aragón se efectúen cuando no haya actividad parlamentaria. Que los estudiantes conozcan sus más que dignas instalaciones y que algún Letrado les informe sobre la teoría del funcionamiento de la Cámara. Así evitaremos los malos ejemplos y desengañar anticipadamente a nuestros jóvenes con espectáculos que podríamos calificar para mayores con reparos.