andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.3. Historia
Copropietario
Fui copropietario de Andalán, a medias con Eloy, desde junio de 1972 a junio de 1975 y, por lo tanto, coeditor de todos sus números de esos años desde el primero, el 15 de septiembre de 1972. Números que conservo encuadernados salvo uno que fue confiscado por el Gobierno Civil y, que aunque ya estaba impreso, no pudo salir a la calle. Me sustituyó como copropietario David Pérez Maynar, compañero del colegio de los jesuitas de Zaragoza y desde entonces amigo personal.
Mi participación en la propiedad del periódico fue impuesta por el Ministerio de Información y Turismo como condición imprescindible para que se autorizase la publicación del periódico. Rafael Orbe Cano tenía interés político en ello y propuso al Ministerio mi nombre que efectivamente aceptó la propuesta. Previamente, tanto el Ministerio como el Gobernador habían hablado conmigo. Siempre pensé que Guillermo Fatás participó en esta solución, aunque evidentemente, no tengo prueba alguna que pueda confirmarlo.

Royo Villanova con Orbe
Tal condición tuvo necesariamente que ser admitida por el equipo de Andalán y yo la acepté siendo plenamente consciente de lo que hacía y sabiendo que emprendía un camino sin la seguridad de poder andarlo. Las motivaciones que a ello me indujeron fueron básicamente dos: impulsar Aragón y contribuir a la unidad –dentro de la pluriformidad- del pueblo aragonés con demasiadas divisiones consolidadas por la guerra civil de 1936-1939. Me pareció positivo posibilitar la existencia de una plataforma legal desde la que pudieran exponerse, pacíficamente y con serenidad, los afanes de una muy variada izquierda que, por entonces, estaba amordazada e incluso perseguida.
Pensaba entonces y sigo pensando ahora, que lo que tiende a unir –no a unificar- es positivo y que lo que tiende a desunir y enfrentar es negativo. En 1972, el año del parto de Andalán, publiqué dos artículos en la prensa de Zaragoza en las que tales motivos se ponen de manifiesto con mayor o menos claridad: “Dolor contra Dolor” y “El Espíritu de Sobrarbe”, publicando el primero en el Heraldo de Aragón del 3 de mayo, y el segundo en Andalán del 1 de noviembre (de ambos se adjuntan copias tomadas de mi libro “¡Despierta, Aragón!” editado en 1974).
El primero fue escrito la misma tarde del día en que por la mañana asistí, acompañando a Orbe Cano, al acto conmemorativo de un hecho de la guerra civil acaecido en la sierra de Alcubierre. Acto presidido por el entonces Ministro del Movimiento y en el que Orbe Cano –gobernador civil aperturista- fue abofeteado por un asistente. Lo que allí presencié era todo lo contrario a lo que mi familia me enseñó desde la infancia.
El segundo fue escrito tras las malintencionadas interpretaciones que se divulgaron sobre la presentación de Andalán, allá arriba en el Sobrarbe pirenaico, acusando el acto de separatista. Fui llamado por el Capitán General de Aragón (Bosch de la Barrera) con el que mantuve una larga y civilizada conversación sobre el asunto. En realidad, el artículo iba dirigido al Ejército y a su Capitán General.
Mis recuerdos de la época de Andalán son algo difusos, variopintos y agridulces pues no en vano han pasado 50 años, y yo tengo ya 87 con múltiples goteras –cuando no cascadas- en mi cuerpo, heridas abiertas en el alma y sombras en la mente. Conservo gratos recuerdos de las relaciones personales con la mayoría de los miembros del inicial grupo de Andalán, relaciones que, aunque más o menos esporádicas, mantuve después con algunos de ellos, fallecidos ya unos y todavía vivos otros. Quiero señalar de entre los muertos a Luis Marquina con el que mantuve –junto a Nati- una muy estrecha y larga amistad. Conservo también en mi biblioteca diversas obras de miembros de Andalán, o muy relacionados con él, con sus dedicatorias manuscritas. Recuerdo, Eloy, con gratitud tus ayudas en el proceso depresivo que padecí. Labordeta y las letras de sus canciones me causaron una honda impresión que todavía perdura en mi mente junto a su muy profunda humanidad. Mientras viva agradeceré a Andalán el haberme permitido conocer y tratar a un amplio conjunto de personas que sin él nunca hubiera llegado a conocer; y ese conocimiento enriqueció mi vida. Me parece oportuno recordar aquí que mi libro “El Regionalismo Aragonés”, editado en 1978, llevaba la siguiente dedicatoria: “A Eloy Fernández Clemente, Emilio Gastón, José Antonio Labordeta y a todos los desolados inocentes de la “Izquierda Depresiva Aragonesa”. Ellos desalambraron y rellenaron los fosos”. También en la dedicatoria se copiaba la letra de una canción de José Antonio:
“Y entre todos hay que levantar,
de toda la tierra entera
un lugar en donde quepan
los que caminan y esperan,
los que vuelven y se quedan.
Y entre todos hay que levantar”.
Recuerdo con desagrado la incapacidad de algunos para reconocer mi participación en el difícil parto de Andalán. Hubo gentes de las derechas y del propio Régimen franquista que estaban ya entonces trabajando por la libertad democrática. Fue el propio Labordeta quien escribió en su libro “Con la Voz a cuestas”, de 1982, lo que sigue:
“El tiempo demostraría que no se puede juzgar a la ligera a la gente y que las clandestinidades mal entendidas habían producido monstruos, mientras que hombres que habían arrastrado a lo largo de su vida etiquetas reaccionarias iban a demostrar una dignidad democrática verdaderamente impresionante. Todos por aquellos años estábamos bastante ciegos y la luz tardaría demasiado tiempo en llegar hasta nosotros… El tiempo demostraría que la coeditorialidad de Carlos no interfería para nada la marcha democrática de Andalán cuando él era el que más cosas se jugaba… Carlos Royo-Villanova y David Pérez Maynar tuvieron el valor de apechugar, sucesivamente, el papel de coeditores. Los dos lo hicieron a cuerpo limpio por su respeto a la libertad y al progreso de esta tierra. Ninguno de los dos, a pesar de voces maldicientes, sacaron nada en limpio de esta empresa. Lo que si se llevaron fue disgustos”.
Sí que los hubo, pero no quiero insistir en ellos.
El cese de mi participación en Andalán formó parte de la decisión personal más amplia de dejar, por el momento, mi ilusión regionalista aragonesa que resultó frustrada por la manifiesta imposibilidad de disponer de un mínimo aparato administrativo que me permitiese actuar como Economista del Estado en Comisión de Servicios en el Gobierno Civil de Zaragoza. La sustitución de Orbe Cano –ya en 1973- por Trillo Figueroa como Gobernador fue para mí el principio del fin de una viable permanencia en Zaragoza.
Después, el asesinato por ETA de Carrero Blanco y el nombramiento de Arias Navarro como Presidente del Gobierno, paralizaron por completo los tímidos proyectos de regionalización económica administrativa. Como funcionario público que era del Ministerio de la Presidencia del Gobierno no me quedó más alternativa que pedir el cese en la Comisión de Servicios en Zaragoza y un nuevo destino en Madrid. Y así lo hice.