andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.5. Intrahistoria

Lo que Andalán hizo por mí

Entré a formar parte de Andalán en aquellos años de vértigo cuando ya tenía su sede en la calle San Jorge, participando en las largas noches de debate en que se daba forma a cada número. Aprender a escuchar a los demás, a valorar y respetar las opiniones diferentes, afrontar los temores, maravillarse de cómo se construía una revista abierta a un público, heterogéneo, pero con un mismo anhelo de libertad solidaria y de interés por nuestra tierra. Para mí, Andalán fue un curso acelerado de democracia, aclarar ideas, descubrir la complejidad del periodismo y disfrutar de nuevos y numerosos amigos.

 

Nunca fui suscriptor de Andalán. En aquellos años del desmoronamiento de la Dictadura, en una pequeña capital de provincia como Huesca en la que todo se sabía y todos se conocían, especialmente entre el colectivo de los funcionarios destinados en los Servicios provinciales, algunos gestos ayudaban a identificarse y evitar confusiones. Así, al salir de la oficina iba a los quioscos de los Porches de Galicia a comprar el recién nacido El País, y cuando tocaba, Triunfo y Andalán, para leerlos en un velador a la vista del todo Huesca. Según me contaron después, algunas señoras bienpensantes murmuraban ¡Qué pena de chico!

De la mano de José Antonio Labordeta, amigo de la infancia, me integré al equipo Andalán primero con alguna colaboración y más tarde asistiendo a las reuniones nocturnas del consejo de redacción. No era fácil hacerlo viviendo fuera de Zaragoza, obligado a ir con mi coche a horas intempestivas. Manuel Porquet, que venía de Monzón, lo tenía peor pues al viajar en tren debía dejar la redacción para volver a su casa tomando el expreso de las tres de la madrugada. Cuando avisaba que se iba ya sabía que también sería prudente ir pensando en volver a Huesca. Nada de eso era comparable con el trabajo que desplegaban y los riesgos que asumían los periodistas profesionales y, sobre todo, Eloy el padre de la criatura.

La mayoría de mis colaboraciones las firmé como Al Tawil. Para un funcionario como yo, desafecto al Régimen, una cosa era leer Andalán en público y otra identificarse como perteneciente a un grupo de sospechosos activistas. Tal es así que, habiendo publicado en Heraldo de Aragón, junto a Aurelio Biarge, en una serie de artículos contra la construcción de la Central Nuclear de Chalamera, fui convocado por mi Director General Manuel Aulló a un extraño viaje por el Valle de Arán a visitar obras de hidrología ejecutadas en convenio con la empresa eléctrica ENHER, sin duda presionado por algunos gerifaltes del sector para abrirme expediente. Debo decir que se comportó honestamente, no cediendo a ellas. Al final me dijo: “no te metas en líos y no nos compliques la vida”, no pasó de allí, pero supe que estaba avisado.

 

Eloy, en la carta de presentación de Andalán anunciaba un quincenal “que se ocupe de crear cultura y fomentar la conciencia regional”. Aunque la inevitable escora a la izquierda se adivinara ya en “la pretensión de revisar la historia y hacerse eco de los problemas presentescon la noble impertinencia de quienes no sirven intereses concretos”, la llamada iba dirigida a todos los demócratas de talante aragonesista. No serían pocos quienes, desde posiciones más moderadas, bien como suscriptores o colaboradores, participarían en el proyecto.

La cultura tendría una presencia determinante en Andalán y fue, al menos para mí, uno de sus mejores atractivos. Con ella, información de actualidad analizada desde una perspectiva quincenal y artículos tratando problemas candentes de nuestra tierra. Mis colaboraciones, como otras muchas, eran más denuncia y movilización que periodismo de investigación. Aunque acertadas, apenas resistirían hoy una crítica por las carencias en datos e información contrastada. Más bien quedarían como artículos de opinión.

Andalán, como después el PSA, fue tachado, tanto desde la derecha franquista como desde la izquierda obrerista, de elitista, como gente guapa universitaria jugando a la izquierda. Sorprende que la crítica por las páginas de cultura también viniese desde el ámbito de la lucha obrera, olvidando el valor que la cultura tuvo para la izquierda en el primer tercio del siglo, fomentada en los ateneos anarquistas y las casas del pueblo, que cristalizarían durante la República en proyectos como las Misiones Culturales o el teatro La Barraca. Por cierto, también se diría más tarde que la Autonomía de Aragón fue un invento de Andalán.

 

La Democracia cambió el escenario y aquel modelo de Andalán entró en crisis. Muchos miembros del Equipo, implicados en gestionar la nueva libertad y la autonomía desde diferentes ámbitos, lo fuimos abandonando. Otros tomaron el relevo con Eloy Fernández Clemente, afortunado tozudo irreductible, a la cabeza como siempre.

Atrás quedan secuestros de ediciones, imputaciones judiciales a los periodistas responsables de ellas y los días de cárcel de Eloy. Recordemos que aquellos jueces y aquellos policías siguieron en el cargo, sin justificarse que yo sepa.

 

Febrero de 2022.