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Andalán y Rolde: entre generaciones
Hablar de la relación entre Andalán y el entramado cultural que constituye Rolde de Estudios Aragoneses (que simplificaremos aquí con el nombre de su revista Rolde, como exponente más manifiesto) es hablar de reflejos compartidos, de luces que guían… Andalán es para Rolde un espejo que devuelve imágenes en forma de reto: recuperar Aragón desde la cultura.
En sus orígenes, Rolde fue una prolongación de Andalán separada por un lustro. Los cinco primeros años de Andalán, vividos de forma azarosa, intentando sacudir la mugre del tardofranquismo y con la incertidumbre post-mortem del dictador, habían sido de apuesta por las libertades y de reparación de una identidad. En 1977, cuando la coyuntura cambia y la actualidad merece un seguimiento más intenso, la revista se acoge a un modelo más “periodístico”, fundamentado en la información crítica y audaz (el paso de quincenal a semanal delata esa tendencia). Es entonces cuando un grupo de jóvenes toman el testigo de ese pionero espíritu “rebelde”, no frente al extinto franquismo como habían hecho sus “mayores”, sino con aire de vigilancia en torno al modo en que se empieza a a construir el Aragón democrático y preautonómico.
Desafíos, rebeldías… son actitudes adoptadas desde la juventud. Tanto los andalaneros de 1972 como los roldianos de 1977 son muy jóvenes. Eloy todavía no ha cumplido los treinta cuando Andalán sale a la luz, y eso que lleva ya años insistiendo con la idea a su compañero de aulas y de activismo cultural en Teruel, el treintañero José Antonio Labordeta. Los universitarios que fundan Rolde acaban de estrenar la veintena. Si tomamos como referencia 1941 (media de la horquilla 1935-1946 que enmarca los nacimientos de la mayoría de miembros del equipo fundacional de Andalán), observamos que, en resumidas cuentas, esa generación supera en torno a los quince años a la de los fundadores del REA. Diferencia que marca… ¿o no tanto?
Los dos son proyectos generacionales. Algunos analistas han visto en Andalán un aragonesismo funcional, instrumental y estratégico, que podría contrastarse con un aragonesismo más emocional y fiado en esencias en el ámbito de Rolde. En mi opinión, ni el primero dejó de tener emociones (ayudar a recuperar Aragón como hizo Andalán no puede ser solo un asunto “técnico”), ni el segundo desfalleció en su intento de abrir vías realistas, estratégicas, de acción. Los dos proyectos compartieron tres anhelos: la consecución de un sistema democrático, la instaturación de un autogobierno y el redescubrimiento de Aragón desde la cultura, desde la investigación y la reflexión sobre los principales problemas del territorio. “Todo ello –según rezaba el editorial del número de Rolde dedicado a Andalán en 1997– partiendo de una voluntad progresista y un talante de izquierdas que reclamaba una sociedad más justa e igualitaria”.
Rolde actualiza la propuesta que Andalán ofrece en sus primeros años, ligada a la oposición al franquismo, a la lucha por las libertades, a una recuperación de la autoestima y el “ser aragonés”, situándola en clave más identitaria. Reelabora las fórmulas del colonialismo interior compartidas por parte de la izquierda aragonesa (especialmente el PSA y su “poder aragonés”) para denunciar los problemas de desequilibrio territorial, desarraigo, expolio y pérdida de patrimonio material e inmaterial. Problemas que son percibidos como consecuencia de una desatención estructural que debería tener enmienda en el presente democrático y en el futuro autonómico.
El testigo que los jóvenes de veinte años habían tomado en 1977, lo volverán a hacer suyo en 1987, en que Andalán se despide tras cinco años ejerciendo como revista cultural y Rolde se reinventa: celebra su décimo aniversario con un número triple que deja un poso de recapitulación y autoanálisis. Liberada de corsés políticos e ideológicos tras quedar en buenas manos la responsabilidad política del aragonesismo de izquierdas que había abanderado y empezar a levantarse el edificio del autogobierno, la revista renueva formas y estéticas madurando las ya exploradas, pero incorporando también ideas y valores que habían caracterizado a ese Andalán crepuscular, en cuyo Consejo de Redacción también se habían destacado personas vinculadas a Rolde.
Para entonces, la continuidad Andalán–Rolde era algo muy consolidado y maduro. Ya era palmaria la implicación personal e intelectual en Rolde de miembros históricos del equipo Andalán como Emilio Gastón, José Antonio Labordeta, Gonzalo Borrás y Eloy Fernández Clemente. Una relación fundada sobre la amistad y la generosidad, que seguiría cogiendo vuelo y adquiriendo matices.
A finales de 1997, Rolde quiso rendir homenaje a Andalán en su 25 aniversario. Lo hizo de forma eficaz y original dedicando un número doble (con portada de José Luis Lasala) a un estudio coral y multidisciplinar sobre la evolución de Aragón durante ese cuarto de siglo: un análisis en perspectiva crítica que también permitía proyectar Aragón hacia el nuevo siglo. En ese nuevo siglo, REA fue declarado albacea del Legado Andalán por parte de su Comisión Liquidadora, albergando desde entonces materiales gráficos y documentos relacionados en su Archivo de Aragonesismo Contemporáneo. En ese nuevo siglo, siguió viva la relación, Andalán y su tiempo se han estudiado en esta casa, se han compartido anhelos y se ha asistido a esa resurrección fraguada en el ciberespacio a través de andalan.es.
En este siglo ya no tan nuevo, con sobrepeso de acontecimientos, baqueteado por la carga de más de dos décadas llenas de tribulaciones, replicamos el cierre del editorial del mentado Rolde de 1997, en reflejo y simetría desde aquel 1972.
Volver, de vez en cuando, la mirada atrás no solo resulta saludable sino esencial para recordar que el futuro que perseguimos se reconoce en la semilla que Andalán plantó y maduró (…). Nosotros, desde la responsabilidad del estudio, el análisis y la reflexión sobre la realidad aragonesa, estamos empeñados en un futuro en el que la democracia, el autogobierno, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia se hayan convertido en referencias, a todas luces, inexcusables.
Renovando ese empeño, renovamos la gratitud. Gracias Andalán.