BERLÍN: recuerdos del Muro
La división de Berlín
Tras el final de la segunda Guerra Mundial, Berlín había padecido su división entre las potencias vencedoras. Pero todavía tenía que sufrir una experiencia más dura. Su partición con un muro.
La noche del 13 de agosto de 1961, acababan de sonar las campanadas de medianoche y la radio de la República Democrática Alemana (RDA) interrumpió sus programas para difundir un comunicado: en adelante, la frontera estaría cerrada y los puntos de paso hacia el sector oeste de Berlín estarían sometidos a control. Ya los soldados del ejército popular situaban barreras y alambradas sobre el pavimento y comenzaba a fraguarse el cemento para construir cuarenta y cinco kilómetros de muros a través de la ciudad, dividiendo barrios, calles y jardines; incluso tapiando puertas y ventanas de edificios.
Se trataba de impedir lo que venía ocurriendo desde 1949, cuando la RDA fue creada por los soviéticos bajo gobierno comunista: tres millones de alemanes orientales habían huido de la RDA por Berlín, una sangría económica, de cerebros e ideológica. Se pretendía justificar como un Muro de protección antiimperialista del Estado obrero y campesino.
Quedaban así vidas y caminos truncados de repente, separando familias, parejas, amigos y formas de vida. El Muro, a lo largo del tiempo, fue haciéndose más insalvable, perfeccionándose su construcción y añadiendo zonas de vigilancia. Al otro lado de la barrera, hacia el este, quedaba otro planeta, un país gris y duro, sin libertad, del que unas 475.000 personas lograrían cruzar el muro y escapar, bajo las amenazas e incluso las balas, aunque setenta y ocho morirían en el intento.
La caída del muro
Después hubo largos años duros, pues el Muro se mantuvo a pesar de muchas negociaciones, de la presión internacional y de las protestas.
Fruto de todo ello y de la nueva política rusa, se preveía un cambio. Pero sucedió y se adelantó de forma inesperada. El 9 de noviembre de 1989, Günter Schabowski, Secretario de Información de la RDA, informaba en rueda de prensa de la nueva ley de tránsito, que permitiría una mayor apertura de viajes y salidas en los pasos fronterizos. A preguntas de un periodista sobre su entrada en vigor, y tras unos momentos de duda, manifestó: “Según tengo entendido, entra en vigor en el acto, de inmediato”. A partir de ese momento, cuando la noticia se difundió, los desconcertados guardias no se atrevieron a disparar, y el muro se convirtió en una construcción inútil.
En la fría noche del 9 al 10 de noviembre, los berlineses, cual peregrinos, formaron verdaderas procesiones multitudinarias en los pasos de la frontera. Todo el mundo quería ver lo increíble.
Hubo muchos momentos de emoción, de lágrimas, de abrazos, de entusiasmo. Y muchos gestos simbólicos. Incluso Mstislav Rostropovitch, solo con su violonchelo junto al muro, interpretó a Bach en recuerdo de los setenta y ocho muertos al intentar cruzarlo.
Luego, vino la apertura de nuevos pasos en el muro, su demolición a martillazos, incluso la venta de sus fragmentos como reliquias.
Recuerdos del Muro
El viajero curioso que visita Berlín puede incluir entre sus visitas lugares que recuerdan el Muro. Sobre el pavimento de las calles, una línea marca su antiguo trazado. En la concurrida y animada Postdamer Platz unos fragmentos de muro atestiguan que la atravesó. En el Checkpoint Charlie, uno de los puntos de paso del muro bajo control americano, se ha reconstruido, como atracción turística, una copia de la primera garita que se levantó allí.
Un largo tramo de muro de 1,3 kms de longitud, se conserva en la calle Mühlenstrasse, en la ribera del rio Spree (parada de metro S-Bahn Ostbahnhof). Se denomina East Side Gallery, pues en 1990 fue cubierto con pinturas murales de 118 artistas de todo el mundo.
Es especialmente conocido “el Beso mortal”, de Dmitri Vrubel, el beso en la boca de 1979 entre Leonid Brezhnev y Eric Honecker. El deterioro sufrido por las pinturas con el paso del tiempo ha obligado a su restauración.
Muy cerca, se halla el puente Oberbaumbrücke, que cruza el rio Spree desde Kreuzberg hasta Friedrichschain, distritos separados durante la partición de Berlín. Construido en 1896, con su llamativo ladrillo rojo, sus arcadas y las torres que lo coronan, es otro símbolo de la reunificación.
Un sitio conmemorativo del Muro se encuentra en Bernauer Strasse (estación de metro S-Bahn Nordbahnhof ó U-Bahn Bernauer Strasse), las ventanas de cuyas casas fueron utilizadas para huir, pues aquí el muro se levantó en una zona habitada. Una torre de vigilancia permite ver desde su mirador los distintos elementos de que llegó a constar la barrera fronteriza, con su “franja de la muerte”. Existe también un Centro de Documentación, con libros y archivo digital, y la Capilla de la Reconciliación.
Como conmemoración de los 25 años de su caída, entre los días siete al nueve de noviembre, una hilera de ocho mil globos luminosos, dispuestos a lo largo de la línea que marcaba el muro entre las dos partes de Berlín, será una frontera de luz.
Rememorar la historia desde el sillón de casa
Es de esperar que los medios de comunicación dedicarán estos días espacios a recordar la historia del Muro. Y que la televisión ofrecerá imágenes y reportajes que permitan revivirla.
Además, existen libros, películas y música que pueden permitir conocer mejor y sentir lo que supuso el Muro y su caída. Algunas propuestas:
Libros: “El muro de Berlín”, de Frederick Taylor; “La caída del muro de Berlín”, de J.M. Gonin y O. Guez; “Noticias de Berlín”, de Cees Nooteboom; “Dos puntos de vista”, de Uwe Johnson; “Historias simples”, de Ingo Schulze.
Películas: “Berlín Occidente” (1948) y “Un, dos, tres” (1961), de Billy Wilder; “El espía que surgió del frio” (1965), de Martin Ritt; “El cielo sobre Berlín” (1987), de Wim Wenders; “Good bye Lenin” (2004), de Wolfgang Becker; “La vida de los otros” (2006), de Florian Henckel von Donnersmarck
Música: Se puede también sintonizar con aquel ambiente de emocionada alegría por la libertad recuperada, escuchando la Novena Sinfonía de Beethoven, interpretada por una gran orquesta formada por músicos alemanes, rusos, ingleses, americanos y franceses, bajo la dirección de Leonard Berstein, el 25 de diciembre de 1989 en la Schauspielhaus de Berlín. Para celebrar la caída del muro, el coro final de la Sinfonía se convirtió en Oda a la Libertad (Freiheit), sustituyendo esta palabra en el texto original de la Oda a la Alegría (Freude). De ese concierto existe una grabación en directo, en DVD de Unitel Classica-Medici Arts.