Las fallidas reformas del Imperio Austro-húngaro
Al comenzar el siglo XX era evidente que las estructuras políticas del Imperio Austro-Húngaro estaban anquilosadas, con un poder casi absoluto por parte del emperador Francisco José I, sin sufragio universal, un gobierno no representativo y solamente apoyado por los pilares del sistema: el ejército, la iglesia y los conservadores. La oposición de nacionalistas, socialistas y demócratas se fue incrementando. Los nacionalistas de diversas tendencias no estaban satisfechos con la monarquía dual porque solamente atendía a las necesidades de los austriacos y los húngaros. En este sentido, los nacionalistas checos eran los más activos. Los socialistas, por su parte, deseaban reformas sociales y el sufragio universal, coincidiendo en este punto con los demócratas. El emperador optó por la represión, especialmente de los nacionalistas, así como por una política asimiladora. Pero esa política no hizo más que radicalizar a los nacionalistas.
Las tensiones con los checos se agudizaron. El poder fomentó la creación de una formación política, conocida como Partido Nacional Alemán, en los territorios checos, provocando fuertes tensiones. Mientras tanto, los demócratas y los socialistas lanzaron una fuerte campaña para la aprobación del sufragio universal, coincidiendo con los nacionalistas checos. Por fin lo consiguieron y en 1907 se eligió el primer parlamento austriaco por sufragio universal. El sufragio universal no se aplicó a la parte húngara de la monarquía dual. Pero el Parlamento de Viena era muy poco operativo, habida cuenta de la fragmentación política, con muchos partidos enfrentados entre sí, circunstancia que el emperador aprovechaba para nombrar gobiernos de excepción.
Por su parte, los húngaros estaban dispuestos a renovar el Compromiso de 1867 aunque a cambio querían más competencias, pero el emperador no estaba dispuesto a hacer concesiones y amenazó con implantar el sufragio universal en esta parte del imperio, algo que la oligarquía húngara no deseaba porque acabaría con el dominio de los conservadores en el Parlamento de Budapest. Fue suficiente para que los húngaros desistieran de sus peticiones.
La falta de visión del emperador y de sus gobiernos, así como la maniobra de anexión de Bosnia-Herzegovina llevó al desastre a la monarquía dual. Los demócratas, nacionalistas y socialistas representaban una alternativa. Se pretendía la creación de una confederación de estados nacionales con gobiernos elegidos democráticamente y unidos en la figura del emperador. Pero este proyecto pasaba por el fin de la hegemonía germánica de los austriacos y por la aceptación del emperador de un papel moderador no autoritario. Francisco José no dio ningún paso en este sentido y mantuvo las estructuras existentes, por lo que la oposición decidió inclinarse hacia la vía republicana para solucionar el problema de las nacionalidades. El emperador llegó a clausurar el Parlamento Regional de Bohemia de los checos y el Nacional de Viena.
Pero el inmovilismo del emperador no era compartido por toda la corte. El heredero imperial, el archiduque Francisco Fernando, creía que había que introducir importantes reformas si se quería salvar la corona imperial. La alternativa era conocida como trialismo o monarquía trial, es decir, había que convertir la monarquía dual en una triple con tres estados, el austríaco, el húngaro y el eslavo, con grandes reformas y en plano de igualdad. Al parecer, esta idea conectaba bien con los nacionalistas moderados pero no con los más radicales, instigados desde fuera por los serbios, embarcados en su proyecto de creación de la Gran Serbia, que reuniera la mayoría de los territorios de población eslava de los Balcanes, idea apoyada por los rusos. El asesinato de Francisco Fernando y el estallido de la guerra mundial terminaron con este proyecto de reforma imperial y, al finalizar la contienda, con la existencia misma del Imperio Austro-Húngaro.