20/12/2016

El Imperio turco en el siglo XIX

En los inicios del siglo XIX el Imperio turco manifestaba síntomas de debilidad y crisis por la creciente presencia e intervención del ejército en la sociedad y la política, y por el surgimiento de distintos nacionalismos en muchos de sus territorios, especialmente en los Balcanes. Comenzó un largo período de pérdidas territoriales. Egipto era prácticamente independiente desde las guerras napoleónicas. Grecia se independizó en 1830 después de un decenio de intensas luchas. La suerte no era mucho mejor en el norte de África.

Mahmud II (1808-1839) inició una política reformista para intentar atajar la crisis del Imperio. Las reformas tuvieron una clara influencia occidental, ya que pretendían modernizar el ejército y centralizar el sistema de gobierno frente a la tradicional autonomía administrativa turca, creando una estructura gubernativa con ministerios. Se formó un ejército profesional y se establecieron los primeros servicios públicos, como el correo.

En el período conocido como Tanzimat  (“regulación y organización” en turco),  entre 1839 y 1876, se profundizaron las reformas pero los turcos-otomanos tuvieron serios problemas para controlar las provincias más lejanas, especialmente en los Balcanes. En esta época, los herederos de Mahmud II plantearon una reforma fiscal, se crearon nuevas instituciones educativas y se implantó la educación primaria obligatoria. En la administración se publicó un código civil, según el modelo francés. Pero todas estas reformas provocaron la reacción de algunos sectores militares e intelectuales porque se inspiraban en los modelos europeos.

Las reformas emprendidas por el sultanato intentaron frenar la decadencia y reforzar al Estado frente a los conflictos territoriales, pero éstos aumentaron a mediados del siglo XIX. La guerra de Crimea (1853-1856) tuvo fuertes consecuencias, a pesar de la derrota rusa. En realidad, la resolución del conflicto consagró las independencias de hecho de Serbia y Rumanía. Además, los pueblos eslavos del norte quedaron bajo tutela austriaca. Estos hechos alentaron aún más a los movimientos nacionalistas en los Balcanes pero, también en la península de Arabia. Esta situación provocó un colapso financiero porque el Imperio no pudo hacer frente a las deudas contraídas con Occidente y se decretó la bancarrota de la hacienda.

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Abdul Hamid II «Courtesy of the University of Texas Libraries,»

En 1876, la presión de la oposición política provocó la promulgación de la primera Constitución de la historia turca, que terminó con el absolutismo y convirtió al sultán en un monarca constitucional, pero estos cambios de signo liberal fueron combatidos por el sultán Abdul Hamid II, que intentó el restablecimiento del absolutismo, desarrollando una política despótica de mayor centralización y fuerte represión, aunque también de cierta modernización. Pero la decadencia turca era ya imparable.

Por otro lado, en la segunda mitad del siglo XIX la crisis del Imperio turco-otomano despertó las apetencias imperialistas de Austria-Hungría y de Rusia. El Tratado de San Stefano de 1878 consagró la independencia de hecho de Bulgaria, y las de derecho de Serbia, Montenegro y Rumanía. Por su parte, Rusia obtenía algunos territorios turcos. Pero los británicos y los austro-húngaros consideraron que este tratado era excesivamente duro con los turcos y consagraba el poder ruso, a través de Bulgaria, por lo que consiguieron algunas modificaciones en el Congreso de Berlín. Pero estaba claro que el Imperio turco era un enfermo a finales del siglo XIX.