Los laboristas en el gobierno en la Segunda Guerra Mundial
Aunque el premier británico durante la Segunda Guerra Mundial a partir de mayo de 1940 fue el conservador Winston Churchill, el laborismo británico tuvo un protagonismo evidente en el gobierno. Su participación fue fundamental en ese momento de la Historia británica. Además, es un capítulo muy importante de la propia Historia del laborismo y del socialismo occidental, en general. En realidad, si contamos los años de la guerra y los del trascendental gobierno de Clement Attlee de la posguerra, tenemos más de un decenio de poder laborista en el Reino Unido, aunque al principio compartido. En este artículo estudiaremos la entrada de los laboristas en el gobierno cuando Churchill alcanzó el poder.
Los laboristas aceptaron el ofrecimiento de entrar en el gobierno en unas circunstancias casi agónicas frente al imparable avance nazi. Los laboristas no dudaron en colaborar, y se corresponsabilizaron de la acción ejecutiva. El laborismo británico tenía como principal objetivo transformar la sociedad británica para hacerla más justa, pero, por vez primera, hubo que dejar este objetivo en segundo plano, aunque no olvidado nunca y siempre presente, frente a algo que era evidente, la supervivencia del Reino Unido. Había que ganar la guerra. Por otro lado, el laborismo, aunque no tan inmerso en el internacionalismo del socialismo occidental de la Europa continental, adquirió un tono más nacional que el que había tenido hasta entonces, cuando su objetivo era exclusivamente la mejora de los obreros. Pero también es evidente que las circunstancias históricas eran harto distintas a las del comienzo de la Gran Guerra, y el socialismo occidental no tuvo polémicas internas y desgarros como pasó en 1914. Ya no se trataba de optar entre patriotismo e internacionalismo, entre defender el país o considerar que la guerra era fruto del enfrentamiento entre las burguesías europeas. Ahora había que sobrevivir, frenar y derrotar al nazismo, a una fuerza que estaba a punto de terminar con todo los pilares y valores occidentales.
Los laboristas habían vivido con una inquietud evidente los fracasos de los aliados en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Noruega. No se quedaron quietos en los Comunes y presionaron para que cayera Chamberlain, y se diera un giro completo a la política seguida hasta ese momento. Aunque la decisión de nombrar a Churchill no fue, lógicamente obra de la oposición, se olvida con frecuencia que el Labour Party jugó un papel fundamental a la hora de defender posturas firmes ante los nazis, frente a la tibieza, hoy ya conocida, de una parte de los poderes británicos conservadores. Los laboristas no sentían especial simpatía hacia un premier tory como Churchill, pero eran conocedores de su firmeza sin fisuras frente al nazismo, desarrollando un alto sentido de la responsabilidad como fuerza política fundamental en el Reino Unido. El viejo político no olvidó este gesto y fue generoso a la hora de contar con la oposición, además de entender que necesitaba a los laboristas si quería aunar esfuerzos en un momento crítico.
En el núcleo del poder ejecutivo británico, el conocido como gabinete de guerra, compuesto por cinco miembros, entraron Clement Attlee, como Lord del Sello Privado, aunque luego sería nombrado primer ministro adjunto, y Arthur Greenwood, como ministro sin cartera. Greenwood había sido ministro de Salud en 1929, destacándose por su política de mejora de las pensiones. Se había significado en los debates en los Comunes fustigando a Chamberlain.
Pero la presencia laborista en el gobierno estaba reforzada con Ernest Bevin, un personaje fundamental en la Historia del sindicalismo británico y seguramente el mejor ministro de Trabajo que ha tenido el Reino Unido en el siglo XX. Churchill era consciente del poder de Bevin en los sindicatos, y de su energía y valía personal, por lo que le nombró ministro de Trabajo. Su papel en la guerra fue fundamental, tanto para organizar la fuerza de trabajo ante el esfuerzo colosal que era necesario emprender, como por su vinculación con las bases ideológicas del inmediato estado del bienestar que crearía el gobierno laborista a partir del fin de la guerra. Por su parte, Bevin pasaría muy pronto al gabinete de guerra.
Herbert Stanley Morrison fue nombrado ministro de Armamento, pero luego pasaría a Interior. Morrison fue otro de los puntales laboristas de la época, y fundamental en el futuro gobierno de Attlee. También hay que nombrar a Hugh Dalton en el Ministerio de Economía de Guerra, y a Alexander en el Almirantazgo. La última figura laborista, aunque entraría en el gobierno posteriormente fue Stafford Cripps, un personaje político peculiar porque se unió al laborismo a una edad avanzada, que abrazó posturas muy a la izquierda en materias económicas. Cripps se había significado de forma ferviente en la creación de lo que se denominó el Frente Único contra el fascismo, que debía unir al laborismo con fuerzas a la izquierda, incluyendo el comunismo para poder vencer, también a los tories. Pero esa no era la política oficial del Partido Laborista. Al final, sería expulsado. Pero Churchill le nombró embajador en Moscú, en una de esas jugadas políticas geniales del viejo político. Pensaba que el radicalismo de izquierdas de Cripps le sería útil para acercarse a Stalin. Cuando volvió de la URSS en 1942 se convirtió en un político muy popular, y entró en el gobierno y en el gabinete de guerra, como Lord del Sello Privado. Cripps volvería al Partido en 1945.