Ha sido noticia el diputado de la CUP (Candidatura de Unión Popular) David Fernández por haber enseñado una sandalia mientras interrogaba al expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, en su comparecencia ante la comisión de investigación del Parlamento catalán sobre las cajas. Al acabar su intervención, Fernández, con una de sus sandalias en la mano, preguntó a Rato: «¿Sabe lo que hacen en Irak con esto, como símbolo de humillación y desprecio al poder del poder?», y le reprochó la implicación del Gobierno del PP «en la guerra de Irak» y su participación, «desde otras esferas», en la «guerra económica contra los pobres». Después, Fernández le espetó: «¿Usted tiene miedo?», a lo que Rato replicó: «¿A quién, a usted?». Y de nuevo el diputado: «No, a perderlo todo, como a millones de familias (en España), y a que un día la gente se harte».»Nos vemos en el infierno. Su infierno es nuestra esperanza (…) Hasta pronto, gángster”, terminó.
La mayoría de las fuerzas políticas han criticado duramente a Fernández. Solo algunos dirigentes de la izquierda lo han exculpado, Tardà de ERC; Chesús Yuste, y Llamazares que señaló “en la situación actual que vive la gente molestarse por esta terminología es tener la piel muy fina». La mayoría de los medios de comunicación lo han criminalizado. Un periódico nacional le dedicó una editorial titulada matonismo. En Onda Cero, Carlos Herrera lo llamó “chulo playero” y fascista. En El Periódico de Cataluña dos articulistas dieron una visión muy diferente. Uno dijo “La sandalia no es una gamberrada sino la puerta por la que por un instante entraron en sede parlamentaria los millones de personas que han quedado arruinadas por este sistema despiadado. Además de un acto de justicia es un acto de lealtad a sus votantes. Y eso es una maravillosa novedad.” Y el otro, “Este diputado lejos de mi estética, pero con la sandalia ante Rato se acercó bastante a mis conceptos éticos”.
En una entrevista en un medio de comunicación marginal, Diagonalperiódico.net de Barcelona, Fernández ha podido explicar las razones de su comportamiento. Todo el contenido de la entrevista, que transcribo en lo fundamental, lo suscribo de principio a fin. Como también lo harán aquellas personas dotadas de sentido común.
Al poder recriminar a uno de los máximos responsables de la situación dramática que sufre la gente sintió una profunda responsabilidad; y, sobre todo, un mínimo de decencia autoexigible por respeto a todas sus innumerables víctimas, ya que Rato dijo que habría 300 millones de beneficio –y hubo un agujero de 3.000 y un brutal desfase patrimonial–, que sostuvo que el plan de rescate no subiría de 7.000 millones –y ya van 24.000– o para recordar que exministros como Acebes cobraron 163.000 euros por cinco meses de auditoría. Nunca tan pocos robaron tanto a tantos en tan poco tiempo.
No le ha sorprendido la reacción de El País y de la mayoría de los medios de comunicación, al haber convertido al verdugo en víctima, ya que cada medio sabrá qué favores debe a Rato. Matonismo es lo que han hecho y hacen los bancos y cajas cada día. En perspectiva, evidencia una nueva muestra profunda, del divorcio entre lo político-institucional y lo político-social: mientras las élites financieras, editorialistas del poder y líderes políticos rinden pleitesía, critican el gesto y se rasgan las vestiduras — y no dicen ni mú del fraude masivo de Bankia– las voces sociales dicen todo lo contrario. Indicó que insistirán en la raíz de la denuncia. Ahora bien, el riesgo de criminalización, simplificación, y caricaturización como cortina de humo para no atender lo crucial neurálgico –la crisis, la estafa y la impunidad de sus responsables– ahí está. En todo caso, nos debemos al respeto a los nuestros. No a las élites.
Expresó que la CUP llegó al Parlamento para visualizar el agotamiento de un régimen, saturar a la derecha y estresar a la complicidad socialdemócrata, aunque su esperanza está en la calle, en los barrios, en el tejido social y en la activación popular. En la conciencia de que el problema radica no en lo que hagan o dejen de hacer ellos, sino en lo que seamos capaces de hacer nosotros. Indolencia o insistencia. Resignación o activación ante el capitalismo senil.
Expresó que Rato se ha escabullido a muchas de sus preguntas, siendo un frontón de silencios, como los muros puros de la impunidad, no obstante su comportamiento como el de Narcís Serra es semejante. Todos dicen lo mismo: no sabía, yo no era, yo no estaba, lo desconocíamos, era el de arriba, era el del al lado, era el de abajo. Nadie es responsable de nada, aducen.
El haber enseñado la sandalia surgió como gesto simbólico de lo que significa el zapato en la cultura árabe: el desprecio profundo al poder del poder. Su pretensión era unir el paisaje devastado de la guerra ilegal contra el pueblo iraquí, con el paisaje devastado que nos deja la crisis. Además, en la economía de casino, Rato ha jugado todas las cartas. Como ministro de Economía liberalizó el suelo, atizó el fuego de la orgía especulativa y el tsunami inmobiliario; como dirigente del FMI, azuzó la financiarización de la crisis; como banquero, hundió Bankia llevándose cinco millones en 29 meses; y hoy cobra por los servicios prestados del Santander y de Telefónica. Es un icono del poder de las élites que nos roban. En ese contexto la sandalia es denuncia y hartazgo.