Las declaraciones de Adela y Pilar Gálvez, hijas de José Gálvez Oliver “El Tio Rullo”, alcalde socialista de Híjar de tiempos de la II República y la Guerra Civil
El Tío Rullo
Juana Barreda, presidenta de la Comarca del Bajo Martín y alcaldesa de La Puebla de Híjar en la entrega de una placa a Pilar, en el acto de homenaje a su padre José Gálvez Oliver «El Tío Rullo» en 2006.
Uno de los personajes más relevantes de tiempos de la II República y la Guerra Civil en Híjar fue José Gálvez Oliver “El Tío Rullo”. Perteneció a la UGT y al PSOE, fue alcalde de Híjar con el triunfo del Frente Popular, durante la Guerra Civil desempeñó diferentes cargos en los Consejos Municipales, hasta la entrada de las tropas fascistas en marzo de 1938, por lo que tuvo que huir y exiliarse de España hacia Francia con toda su familia. El que escribe estas líneas tuvo el inmenso gusto de escribir su biografía en un libro, que pude entregárselo a su hija Pilar, de 90 años, y que había llegado expresamente a Híjar para el homenaje que se le hizo en la Casa del Hijarano en su pueblo natal, organizado por la Comarca del “Bajo Martín”, cuya presidenta era entonces la alcaldesa de La Puebla de Híjar, Juana Barreda. Reproduzco la Introducción del libro:
“ Esta breve y sencilla introducción va dirigida a tí, Tío Rullo. No quiero palabras rebuscadas y selectas. Me dirijo a tí, con palabras de tu pueblo y el mío; el nuestro. A veces, son tan sencillas que algunos no las entienden. Tú, seguro, que las entiendes, como la gran mayoría.
Hace mucho ya, que he sentido especial interés por tí, Tío Rullo. Siendo niño, pude oír comentarios durísimos, siempre a hurtadillas, sobre tu persona, acusándote de haber sido el culpable de todo tipo de fechorías acontecidas en Híjar en los primeros meses de la Guerra Civil española, tras la entrada de las columnas anarquistas catalanas. Pocos se atrevían a hablar de tí. Eras un tema tabú. Eras el demonio.
Ya un tanto lejana mi juventud, siendo profesor de historia, pronto sentí predilección por los tiempos de la IIª República, que no acaba en 1936, sino en 1939, aunque la podíamos prolongar hasta hoy mismo; y especialmente, por la historia local de Híjar, mi pueblo natal. Inicié mi trabajo con un primer contacto con los Libros de Actas Municipales. Pronto pude constatar tu presencia constante, Tío Rullo. Son muy pocas las Actas en las que tus intervenciones no estaban presentes de una manera u otra. Tu activismo político fue constante. Además siempre defendías a los más necesitados. No te parabas ante nada ni ante nadie para defender la justicia, aunque ello te pudiera acarrear graves perjuicios personales o familiares. De verdad, fuiste para mí un auténtico descubrimiento. Amplié la documentación escrita en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid, donde pude conocer con todo tipo de detalles la Causa General, relacionada con Híjar, donde eras unos de los personajes, como no podía ser de otra manera, que merecía más atención.
Con el propósito de ir incrementando mis conocimientos sobre tí, tuve el privilegio de contactar en el año 2000 con tus descendientes más directos exiliados: tus hijas María, Pilar y Adela. Ellas me proporcionaron por vía escrita nuevos e enriquecedores datos tuyos, que me sirvieron para conocerte más y mejor. Posteriormente, en el año 2005, gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, entablé contacto con tus nietos Maruja, Joaquín y Lolita. Se prestaron desinteresadamente a proporcionarme nuevos datos sobre su abuelo, por el que manifestaron siempre gran cariño y respeto.
En Híjar, Pascual Ferrer, y mi madre, Lina, me aportaron nuevas informaciones orales. Cada vez más aumentaba mi interés por ti, Tío Rullo.
Me pareces un hombre recio, de temple, de profundas y firmes convicciones políticas socialistas. Por ellas sacrificaste todo: hacienda, familia y tu persona. Eres todo un ejemplo, para los hombres de hoy en día que no damos un paso si no es para conseguir algún beneficio. Sirvan estas breves líneas de homenaje para tu persona. Serían necesarias muchas más para que fueras reconocido como te mereces”.
Para la confección del libro, además de las fuentes documentales, use las orales, de miembros de su familia, de dos de sus hijas, Adela y Pilar, que expongo a continuación. Habrá algún giro gramatical incorrecto, justificable porque llevaban más de 60 años en Francia, mas para conservar la espontaneidad y viveza, los reflejo tal como los remitieron. Las fechas de ambos son de 8 de febrero del 2000.
Testimonio de Adela Gálvez
José Gálvez Oliver, “El Tío Rullo”, nació en Híjar el 26 de enero de 1880 y murió en Perpignan el 20 de febrero de 1967.
La II República en Híjar causó el golpe de un terremoto para las derechas. El pueblo ignoraba lo que era y significaba la república.
Mi padre se encontraba en el monte preparando las tierras y cuando llegó al pueblo sus caballos ya les había adornado con flores las cabezanas.
Nuestra república fue lo más hermoso del mundo. Vino con paz y alegría, y dispuesta a hacer leyes para favorecer al pueblo trabajador. ¿Qué podemos decirle más de lo que usted sabe? La prensa que leían era el “Boletín Oficial”. Los terratenientes de Híjar y muchos de la provincia se debatían contra las leyes. La separación de la Iglesia y del Estado, causó un desenlace terrible en las familias, y en vez de darles una explicación, se pusieron en contra de esa ley, y al quitar el Santo Cristo que estaba en la escuela, la maestra nos hizo rezar. Todas las niñas nos miraban como si fuéramos algo malo. Al día siguiente no queríamos ir en clase y le dijimos el porqué. Mi padre bajó a verla y llamarle la atención a Doña Rosario Trinchant Martínez, diciéndole que aquello le podía costra la plaza de maestra. Desde aquel día fuimos las hijas del Diablo.
¿Usted nos pregunta si mi padre era religioso? Era católico, porque estaba bautizado pero no practicante, pero a nosotras nunca nos puso ningún inconveniente para ello.
En casa de mis abuelos no les obligaron a hacer nada en ese sentido. El dolor de ellos era mayor, pues perdieron un hijo en la guerra de Cuba y más tarde el segundo hijo de pena y dolor. El médico que lo trató no supo de qué murió. Nuestra abuela no volvió nunca para misa. Si que rezaba en casa y nos hacía rezar como ella con ella.
Cuando mi padre fue al servicio militar que le tocó en Logroño, el capitán se lo llevo a su casa para que se ocupara d los caballos, pero el tratamiento que daban al personal, que tenían a su servicio le hacía sufrir. Allí nació el defender la verdad. Ya se puede figurar que con los curas tenía poca amistad.
Sobre las procesiones de Semana Santa usted sabe que la procesión pasaba por delante de nuestra casa. Mi padre me dijo: “Ven hija y escríbeme esto aquí: “Viva Cristo Rey y abajo los que con él hacen comercio”, y esto en un cartón lo puso colgado en el balcón que daba al paseo. Las imágenes pasaron por delante de nuestra casa (El Centro), pero subieron por detrás del Calvario. Desde aquel día fue la guerra. La Iglesia contra el Diablo. Como esto no dio lo que ellos querían, formaron grupos de mujeres y cada domingo salían al Calvario a rezar y cantar cánticos de la Semana Santa, hasta que se cansaron. Luego vinieron las cosas serias: los hechos de la nación, las horas de trabajo, las jornadas de ocho horas, el voto de la mujer, la enseñanza obligatoria hasta los 14 años para terminar con el analfabetismo, etc, etc..
Después del Frente Popular la guerra vino en todos los sentidos, como dice usted estaban en contra de todo. Pagaban a gentes para tener la mayoría. Cuando mi padre proponía los derechos que habían conseguido para favorecer al obrero, con cobardía le amenazaban, le mandaban anónimos diciéndole que le quedaban pocos días de vida… No obstante, mi padre continuaba con más fuerza lo que prometió a su pueblo y la responsabilidad que con ellos tenía.
Cuando el Presidente de la República, Don Manuel Azaña dio en Madrid el famoso mitin en el Campo de Comillas, vino más dispuesto a hacer frente a todo lo que viniera, lo mismo que la dirección completa del Ayuntamiento.
Mi padre junto con sus camaradas, fueron avisados de lo que se estaba preparando y fueron al cuartel de la Guardia Civil para que se pusieran a disposición de las autoridades y les contestaron que estaban a disposición de ellos, que estuvieran tranquilos.
Y unos días más tarde, el 19 de julio (domingo) llegaron por la carretera de Zaragoza cantando y gritando “Viva Cristo Rey”. Así entraron, tirando tiros toda la carretera de Híjar. Entonces volvieron al cuartel de la Guardia Civil y por mucho que llamaron, no les quisieron abrir. Lo que temían sucedió. El ejército dio un golpe de estado y nuestro pueblo entero en guerra, porque no les salió como ellos creían.
Los amigos se reunieron para ver qué se podía hacer, porque la cosa estaba seria y por mayoría obligaron que mi padre y mi tío Miguel se pusieran en seguridad, ya que a ellos no les harían nada.
Los quince días pasaron con el cambio de régimen, y fueron terribles. No fueron tan fáciles como les prometieron. Las fuerzas liberadoras llegaron en fuerza. En ellas hubo de todos. Un amigo que vivía junto a nuestra casa (Mariano Membrado) vino todo contento para decirnos: “Ya se están marchando todos y están llegando refuerzos de los anarquistas de Barcelona.” Mi padre y mi tío Miguel llegaron tres días después.
Primero llegó un autobús que le llamaban el Grupo de los Treinta, y en dos o tres horas ardían todas las iglesias del pueblo, incluido el Calvario. Robaron todas las casas de los ricos y atemorizaron al pueblo entero.
Durante la estancia de los fascistas en Híjar, les hicieron salir con armas a la mayoría del pueblo. Luego con las mismas armas salían otros y así sucesivamente, y la mayoría fueron a la fuerza. Este hecho, alguien lo denunciaron los jefes anarquistas y a medida que los llamaban los metían en la cárcel. El Ayuntamiento no estaba de acuerdo con esta manera de actuar. Este fue el primer encuentro que tuvieron con los jefes anarquistas.
Sobre lo que ocurrió hasta que llegaron las fuerzas del Gobierno, mi hermana Pilar se lo dirá mas fácilmente, pues ella está más al corriente que yo. Ingrese en el hospital y más tarde forme parte de la Sanidad Militar, hasta el final de la guerra. Primero en la 35 División y después de la retirada de los Internacionales en el 15 Cuerpo del Ejército.
Testimonio de Pilar Gálvez
Con la llegada de la República el 14-4-31 todos creíamos que habíamos alcanzado el triunfo de una libertad de compromisos, que se había votado una constitución, donde la mujer tuvo el privilegio de poder votar, la reforma agraria, el triplicar las escuelas para poder mejorar el analfabetismo, la separación del culto de la Iglesia del Estado. Todo esto sentó muy mal al capitalismo, y empezaron a agruparse en juventudes falangistas, para ir en contra de todo lo que habíamos conseguido.
La clase obrera iba empujando para que se cumplieran los compromisos que se habían prometido. En Asturias se manifestaron el 5 del 10 los mineros, y estos fueron encarcelados, apaleados y muy maltratados, e incluso, trasladados a otras regiones, entre ellas a la cárcel de Híjar. También en Andalucía se manifestaron los campesinos, pidiendo tierras para trabajar, y en el pueblo de Casa Viejas fueron apaleados por las fuerzas del orden y encarcelados. Ante todos estos graves acontecimientos, Manuel Azaña (creo que fue en el 1934) hizo una concentración en Madrid en el campo de Comillas, donde se agruparon cientos de personas, y de ahí se hicieron elecciones, ganó el Frente Popular y Manuel Azaña cogió el poder. El primero de mayo se unieron socialistas y comunistas para celebrar la fiesta del 1º de mayo, fiesta de los trabajadores, y el Gobierno prohibió todas las manifestaciones políticas y religiosas.
La situación en el pueblo de Híjar no se conformó con este orden, ya que se había hecho una carroza para desfilar por las calles; al llegar al cuartel de la guardia civil, nos detuvieron la marcha, pero mi padre, como republicano y alcalde se hizo responsable, ya que todos los afiliados al Centro estaban dispuestos a manifestarse como fuera, ya que estábamos con la república. La guardia civil se retiró y la manifestación siguió adelante con “Viva la República”, acompañada con unas jotas que cantó mi hermana Carmen, y unos discursos escritos por mi padre para recitarlos en cada parada que hacía la carroza. Por la noche también la sacaron sin permiso de mi padre y cuando se retiraron no se pudo por menos que felicitarles por su valentía. Más tarde siguieron todas estas luchas que acarrearon el alzamiento del franquismo.
El día 18 de julio, fiesta de San Braulio, nos cogió de sorpresa a mi padre y a los seguidores, que luchaban con él, ya que hacía muchos tiempos que el señor Gobernador los tenía al corriente, como alcalde del pueblo de Híjar. El fascismo se implantó por la fuerza quince días, y mi padre tuvo que salir del pueblo con mi tío, o sea su hermano Miguel Gálvez, ignorando nosotras sus paraderos. Durante estos días fuimos molestados toda la familia, insultados por los falangistas, registros dentro de casa y muchas visitas de la guardia civil que preguntaban por mi padre, diciéndonos que se presentara al cuartel que no le pasaría nada. Como no sabíamos donde se encontraba, nada podíamos decir. De todas estas promesas cogieron a varios hombres, de los que frecuentaban el Centro, todos obreros honrados y los encarcelaron el tiempo que ocuparon el pueblo. Como las fuerzas venían de la parte de Cataluña, los fascistas se fueron retirando de la parte de Alcañiz dejando en el pueblo de Híjar, con unos cuantos que comprometieron para que cogieran las armas y defender a los insurrectos del movimiento. Estos se encargaron de abrir la cárcel y les pidieron que se fueran a su casa que no había pasado nada.
En todos estos días fueron buscando a mi padre y mi tío por todos los pueblos de los alrededores y sobre todo por Samper, donde el veterinario puso su coche al servicio de los cabecillas facciosos para asesinarlos.
Cuando llamados como milicianos llegaron a Híjar, mi padre y mi tío tardaron unos días hasta que aparecieron, pues se presentaron a las fuerzas (para nosotros fueron los liberadores de los enemigos) y los guardaron hasta conocer bien su identidad y los protegieron hasta nuestra casa.
La llegada de los milicianos en unos camiones, armados de banderas de C.N.T.-F.A.I., con pañuelos rojos y negros; y entre ellos había un grupo con un autobús que se decían el grupo del los treinta. Estos fueron los que hicieron el mal hecho en el pueblo, como incendiar iglesias y otros destrozos. Fueron deteniendo gente, llegaban de todas partes denuncias y se llenó la cárcel. Transcurridos unos días, se organizó el Ayuntamiento, haciéndose cargo mi padre como alcalde. Lo penoso, que ocurrió, fue la gente que encarcelaron, ya que eran hombres trabajadores y mi padre los mandó a a sus casas.
Como en estos días que transcurrieron se organizaron los anarquistas, haciéndose responsables (Alloza, llamado el Ruedas) con unos cuantos hombres que no habían frecuentado nunca el Centro, y formaron la colectividad, requisando las tierras de los burgueses habían quitado al pueblo y un pedazo de la tierra llamada la “Dehesa”, que se había apropiado el burgués Esponera. A mi padre le pidieron que se hiciera colectivista y él se negó, y les dijo que cuando todos aportaran sus bienes, su espíritu de trabajo y honradez él sería el primero.
Los dirigentes milicianos, como los hermanos Ascaso y otro, llamado Navarro, junto con Alloza, tuvieron con mi padre muchos encontronazos muy serios, por ello encarcelaron a mi padre y a José Gómez (El Rinconero) en la cárcel de Alcañiz, manteniéndoles incomunicados por rebeldes, por oponerse a participar en los movimientos anarquistas, y por haber liberado a los presos que ellos habían detenido, aprovechándose de su autoridad, como alcalde tratándoles ya que tenían que terminar con los que se oponían a sus actividades. En todos estos 28 días de detención que pasaron en la cárcel, sólo una vez nos dejaron ver a mi padre, después de tantos insultos que nos hacían, cada vez que íbamos a pedir el permiso de visita. El carcelero, por encima de las órdenes recibidas, nos dejó ver a los dos detenidos, pero muy poco tiempo estando él delante. Esto fue muy doloroso para nosotras.
En todos estos días, fue cambiando todo, ya que se formó gobierno y se militarizaron las fuerzas del gobierno; fueron liberados y poniendo orden en todos los atropellos que, los llamados anarquistas, nos habían hecho pasar, y mi padre volvió a ocupar su puesto de alcalde, hasta el año 1938.
Pregunta usted qué periódico había en esta época de entonces, yo no lo recuerdo, lo que si sé es que se comentaba la situación de cómo se desarrollaban los hechos de la guerra, que ya era suficiente ver cómo los hombres morían, los unos por defender la república, los otros por conseguir los privilegios del poder, según la explotación de los hombres e implantar la dictadura para asesinar a toda persona, que se oponía en su contra.
Sobre la entrada de las tropas franquistas en Híjar de marzo del 38; tanto mi padre como todos que estábamos tales heridas, todo el pueblo bombardeado, dolor, miseria y ver que a pesar de la valentía de nuestras fuerzas en los frentes se iba perdiendo terreno, gracias al fascismo internacional, que apoyó al fascismo a derrocar a la república, y tener que emigrar de su pueblo a otra región de Cataluña, hasta la gran retirada de febrero de 1939.
Fue muy doloroso para todos los republicanos españoles emigrar a otro país, que había votado la no-intervención de ayuda a la República Española. Su comportamiento fue muy poco humanitario, ya que nos esperaban unos campos de concentración de Argeles, Saint Ciprien, Bram y muchos más. En ellos se pisoteaban, con insultos ofendiendo el orgullo de los valientes combatientes de la República Española.
Relatar todo el pasado, es muy doloroso, ya que son cosas que no se olvidan a lo largo de toda la vida. Para aquellos que no lo pasaron queda la historia y sabrán que, aunque fuimos mal tratados, supimos luchar juntos con los franceses para terminar con el fascismo, sembrando de muertos por la libertad de la Francia.
Hay estadísticas de nombres hijaranos, muertos en Mahausen de cuatro, y uno en Dacha.
Muchos más detalles se podrían dar de cada pregunta, pero sólo lo que escribimos son respuestas ligeras, que son verdaderas, pero poco detalladas, sólo cuando podamos vernos, podremos decirle que mi padre fue muy honrado y querido por todos que pensaban como él. Nosotras, sus hijas, estamos orgullosas de los padres que nos dieron la vida y nos educaron con amor al prójimo.”