01/11/2018

García Badell recuperado

Gabriel García Badell fue quizá el narrador más importante de Aragón a finales del Franquismo y comienzos de la Transición; pero su método y su temática, con ecos del existencialismo cristiano, iban a destiempo, no muy acordes con las fórmulas esgrimidas por quienes utilizaban la literatura como arma de lucha contra la dictadura. Aunque optó repetidamente al premio Nadal (cuatro veces finalista y dos semifinalista) y ello le dio acceso a la editorial Destino, le hizo notorio (y aún más su procesamiento por una de sus mejores obras), no obtuvo una auténtica atención de la crítica y la historia literaria, españolas y aragonesas. Luis Horno, por ejemplo, principal crítico en Zaragoza esos años (en Heraldo), fue hostil a cuanto de heterodoxo había en sus libros.

Olga Pueyo cumpliendo su propósito de “apuntalar” este nombre olvidado de nuestra literatura, analiza a fondo sus principales novelas, publicadas en la década de los setenta en su mayoría (once, y apenas una antes, 1968, otra en 1981 y tres en la de los noventa, una ya póstuma) las agrupa en un ciclo zaragozano que describe magistralmente una ciudad desoladora (De las Armas a Montemolín, de 1971, quizá la mejor, aparte las persecuciones de la censura; Funeral por Francia, Nuevo auto de fe, Sedetenia libertada y El relevo de Wojtyla, ficción que profetiza sin saberlo sus visitas). Otro es el de la obsesión por la culpa (los tabúes del incesto y el suicidio, la libertad y el sentido de la existencia: La algarada espiritual, La Zarabanda y La madrágora), la guerra civil (donde retoma Las Armas… y La Zarabanda, y reflexiona sobre Las cartas cayeron boca arriba, contraponiendo cotidianiedad y situaciones límite, fusilamientos y sinsentido bélico), y la póstuma Saturnalia, que resume todos esos mundos.

Gabriel tuvo, sin duda, voz propia, perfectamente identificable, escribió sin denuedo una obra amplia, que parece responder a un plan, un diseño temático, un impulso renovador; además, “pese a que buscaba el éxito, no hizo ninguna concesión comercial”. Y fue el suyo un esfuerzo testimonial sobre un tiempo duro, oscuro, sin horizontes; su propia vida se identifica con esas sombras, esas preguntas, esas dudas. Hace grandes críticas a la manipulación ideológica y persecución del discrepante, la especulación y corrupción, la hipocresía religiosa, etc, que combate mediante personajes (de funcionarios y burócratas a carceleros y verdugos) estereotipos generalmente crueles, enfrentados a las intocables “fuerzas vivas”.

Gabriel, aunque nacido en Madrid en 1936, pasó gran parte de su vida en Zaragoza (donde murió en 1994), principal escenario de sus novelas, y también en Canfranc y sus valles. Fue amigo de muchos de su generación, estuvo cerca de publicaciones y asociaciones, pero siempre fuera de la muralla; no simpatizó con el aragonesismo, aunque aportó reflexiones muy interesantes sobre nuestra sociedad. Amigo de los Labordeta, Pinillos, Emilio Gastón o Alfonso Zapater, contaba muy orgulloso que era sobrino-nieto de Manuel Bescós Almudévar, el gran amigo de Costa.

Las tesis doctorales muy buenas (como ésta, que dirigió José Luis Calvo Carilla), tienen sabor a laboriosidad enorme, indagación incansable, perfección. Los análisis del hispanismo internacional y el contexto literario, son buena muestra. A un aparato bibliográfico impecable se suma un inventario y análisis global de su abundantes escritos periodísticos (dos centenares firmados), especialmente en Aragon Exprés, un trabajo hemerográfico sobresaliente y que revela la versatilidad y eficacia comunicativa de nuestro gran escritor. Ojalá este estupendo libro logre despertar interés por su obra (por cierto tan hermosas las portadas reproducidas a color, toda una tentación).

Olga Pueyo Dolader: Gabriel García Badell. Un escritor a cielo abierto. Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 2018, 408 páginas.