09/02/2019

Homenaje a un maestro hijarano represaliado por el franquismo: Francisco Gómez Gálvez

 

La segunda Republica en Hijar

La implicación de los maestros en el proyecto político de la II República fue clave. Por ello, la dictadura les dirigió los ataques más furibundos, aunque también a profesores de instituto, de Escuelas Normales, de universidad e inspectores.

Juan Manuel Fernández-Soria en La desmemoria de la educación republicana en el franquismo, refleja las razones de tal dureza hacia los maestros. De la charla Traidores radiada por una emisora de Tetuán, el 9 de agosto de 1936 de Galo Ponte y Escartín son las siguientes palabras, demoledoras y explícitas: «(…) irrumpieron en el Magisterio esos batallones de maestros (…) sin una cultura sólida (…) arrancaron de las escuelas la sagrada imagen del Redentor (…) organizaron milicias infantiles (…) haciendo de los niños unos perfectos marxistas, sin temor de Dios, cuya existencia negaban; sin cariño a la Patria, sin afecto a sus padres, sin pudor, sin vergüenza. Ved el fruto del ultramontano método de enseñanza de los maestros laicos, marcelinistas e ignorantes. Y estos si que han infligido daño a España; estos sí que son los traidores a la Patria, estos sí que deben sufrir el castigo inexorable de los caballeros del honor, quienes los barrerán de los escalafones, primero, y de nuestra Nación, donde manchan su suelo al hollarlo, después»:

La represión fue brutal. Pagaron unos con la muerte, y otros en con  la cárcel y el exilio, y sometidos a unos procesos de depuración con castigos diversos, desde destierro a otras provincias, a la imposibilidad de ejercer provisionalmente su actividad e, incluso, de por vida.

Los exiliados a otros países pudieron continuar su proyecto educativo innovador y modernizador de la II República, como por ejemplo en México. Pero quiero detenerme en otro exilio el interior, dentro del territorio español, menos conocido, cuya memoria ha estado prácticamente sepultada. El exilio, como comenta Fernández-Soria, significa una separación y desvinculación de la memoria colectiva, del aislamiento de los lugares y personas que la forman, de olvido de los ideales y causas por los que se luchó. Un maestro depurado Enric Soler lo expresa muy bien: «Lamentando la separación de mi tierra, pensé que tenía que superar este exilio; olvidé la política y, contento con mi carácter introvertido, me convertí en un solitario que iba a lo suyo». Y este castigo tuvo además el dramático efecto de que cuando el exiliado, cumplida la pena, retorna a su lugar de origen, se siente desarraigado, porque su memoria del pasado no se corresponde con la memoria oficial del presente. Este exilio interior sirvió para olvidar la memoria republicana.

Por otra parte, como en una sociedad vigilante e institucionalizada la denuncia anónima, la depuración nunca está acabada, el silencio se normalizó. Muchos maestros tras la depuración, interiorizaron la derrota e incluso cierto sentimiento de culpa. Se convirtieron en carceleros de sus recuerdos, crearon una prisión para su memoria. El silencio se convirtió en un mecanismo de autodefensa para sobrevivir. Tuvieron que arrastrar siempre su condición de derrotados y señalados, y a lo único que aspiraron fue al anonimato. La represión consiguió plenamente su objetivo: la interiorización de la derrota como instrumento de disuasión para recomponer el tejido ciudadano, que fructificó en tiempo de la II República.

Realmente fue un tiempo de silencio cercado de «muros de soledad», así se titula un poema del maestro depurado Juan Lacomba. Muros que se hacen más gruesos cuando se produce un exilio profesional. Los depurados, separados de su profesión temporal o permanentemente, a veces con suspensión de empleo y sueldo, se ven obligados al desempeño de trabajos muy diferentes a su profesión: vendedores, albañiles, administrativos… Otros, sin abandonar la enseñanza, dieron clases particulares o en centros privados- donde su tarea docente siempre controlada era muy diferente a la anterior. Esto provocó a menudo el desaliento pedagógico al darse cuenta de ser un trabajo inútil para el cambio social, como también dudar de su valía profesional. Cuando se reintegran a su plaza, la desconfianza de sus compañeros, el hostigamiento institucional, dañaron profundamente los sentimientos de muchos. Todas estas circunstancias acompañadas con muchas penurias económicas.

La memoria de ese exilio interior, tiene que ser rescatada para conocer nuestro pasado, aunque muchos historiadores cuestionan su validez. Historia y memoria son distintas. Esta pertenece al ámbito de las emociones y los sentimientos, aquella es ciencia del pasado construida a través de vestigios, que permite la comprensión de lo ocurrido. Mas la historia no muestra toda la realidad, solo una parte. La memoria puede hacer visible lo invisible, la ausencia, lo derrotado, lo que la historia al servicio de los vencedores arrojó al olvido. Atender a la memoria, aceptar su capacidad de cuestionar y de rectificar lo que la historia ha dado por ya estudiado, es una exigencia ética con un pasado omitido que servirá para el hoy y el mañana.

Quiero hacer un pequeño homenaje como final de este artículo a un maestro hijarano, que puede servir de ejemplo de ese exilio interior.

Francisco Gómez Gálvez, nació en Híjar, en 1913. Fue muy despierto e inteligente, así lo consideraban los miembros de su familia. Estudió en Híjar las primeras letras, y posteriormente obtuvo el título de magisterio. Antes del comienzo de la Guerra Civil, trabajó con un ebanista y como dependiente en la farmacia de Antonio Dosset, y colaborando en las faenas agrícolas familiares. Tuvo que compaginar el trabajo con los estudios. El ingreso en la Escuela Normal de Magisterio Primario de Zaragoza lo aprobó el 27 de octubre de 1931. Fue declarado apto en los tres cursos de cultura general del Plan establecido en los artículos adicionales del Decreto de 29 de septiembre de 1931, y en el cuarto curso oficial complementario a que se refiere el Decreto de 5 de junio de 1933. El Título de maestro de 1ª enseñanza lo obtuvo con fecha de 14 de diciembre de 1935. Contaba en aquellos momentos 22 años. Tenía auténtica vocación docente. Pero faltaban unos pocos meses para que llegase la Guerra Civil, por lo que una carrera que le había costado tanto esfuerzo, no podría ejercerla, salvo en unas circunstancias excepcionales. Hizo las prácticas en Mas de las Matas. Nunca pudo ejercer como maestro oficial, no lo hizo obviamente durante la Guerra, y después tampoco al ser inhabilitado para el ejercicio de la docencia por represalias políticas. Pudo ejercer como maestro auxiliar, desde el 28 de agosto de 1941 al 30 de junio de 1942, estando preso en la cárcel de Alcañiz; algo que le serviría para redimir 307 días de pena. Una de sus grandes frustraciones fue la imposibilidad de enseñar.

Conviene recordar algunas notas biográficas. En el año 1934 visitó Híjar el Arzobispo Rigoberto Domenech, y tras dar la bendición al pueblo haciendo la señal de la cruz, Francisco le hizo con la mano un gesto, que fue considerado inadecuado por las autoridades municipales, y por ello fue multado con 5 pesetas de entonces, que era el jornal diario de un trabajador del campo. En los años estudiantiles de Zaragoza participó en algunas manifestaciones y algaradas estudiantiles contra la policía, ya que formó del movimiento de la FUE. Estuvo afiliado a la U.G.T.

En los primeros días de la Guerra Civil en Híjar, a la llegada de las columnas anarquistas, tuvo un protagonismo destacado. Él junto a otros maestros de Híjar, como Antonio Meseguer Barceló, tuvieron una gran participación en la confección o elección de los consejeros de los distintos Consejos Municipales en Híjar durante la Guerra Civil. A principios de 1937, llegó a desempeñar el cargo de Secretario accidental del Ayuntamiento, siendo Alcalde su padre. Según la Causa General, no obstante esta fuente hay que ponerla en serias dudas en cuanto a su veracidad, fue secretario particular del anarquista Antonio Ortiz, que llegó a Híjar al frente de una columna.

Poco después, se enroló en el Ejército republicano, luchando en el frente, aunque nunca empuñó armas, desempeñando cargos políticos. Estuvo en Teruel y en Balaguer. En los momentos finales de la Guerra pasó a Francia, con una misión de carácter político, aunque volvió a entrar a España para ver y tratar de llevarse a su padre, José Gómez Turón, conocido como el Tío Rinconero, que estaba prácticamente inválido y ciego.

Unas breves referencias al padre José Gómez Turón. Pertenecía a la UGT-FNTT( Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra), y en abril de 1933 en unas elecciones municipales, encabezó una candidatura del partido radical-socialista, sin salir elegido. Cuando en febrero de 1936 se produjo el triunfo del Frente Popular y la destitución del Ayuntamiento de derechas en marzo del mismo año, entró a formar parte del Ayuntamiento de Híjar, como 1º Teniente-Alcalde, el Alcalde nombrado, fue un amigo suyo, José Gálvez Oliver, “El Tío Rullo”. Durante todo el período de dominio de los rojos en Híjar, de fines de julio de 1936 hasta el 13 de marzo de 1938, sigue teniendo un gran activismo político, desempeñando cargos importantes en los distintos Consejos Municipales, siendo varias veces Presidente.  A la llegada de las tropas franquistas a Híjar, a mitad de marzo de 1938, a José no le quedó otra posibilidad que huir, como hicieron otros muchos. Permaneció en la zona republicana. En un bombardeo de los nacionales en Tortosa le dejaron medio inválido. Fue cogido en enero de 1939 en Barcelona, donde estuvo en la Prisión Celular. Fue posteriormente  conducido por la Fuerza de la Guardia Civil el 17 de abril de 1939 a la cárcel zaragozana de Torrero, donde fue juzgado el 17 de febrero de 1940 y posteriormente fusilado el día 22 de octubre de 1940. Con anterioridad en abril de 1940 presentó una instancia solicitando la revisión de su causa, que no sirvió para nada. Existe un escrito de la Auditoría de Guerra del 5º Cuerpo de Ejército, con la firma del Oficial Juez Especial para el Cumplimiento de Sentencias, Pedro de Luna, dirigido al Director de la Prisión Provincial de Zaragoza, realmente frío e implacable.

 

“Por el presente comunico a V. que en el día 23 del actual y a las 6,30 de su mañana será pasado por las armas el sentenciado a MUERTE, detenido en esta prisión de su digno mando, José Gómez Turón, de 71 años de edad, hijo de Francisco y María, natural de Híjar, vecino de Híjar, provincia de Teruel.

Lo que pongo en su conocimiento, a fin de que se sirva ordenar la comparecencia de los padres a las 4,30 de dicho día.

Dios guarde a V. muchos años.

Zaragoza a 22 de octubre de 1940”

 

Durante su estancia en la prisión, todos los días le traía la comida su mujer, incluso el día de su muerte, ya que al llegar un guardián le dijo que ya podía llevársela al no serle ya necesaria. Algunos detalles de su asesinato no dejan de ser macabros. Estaba inválido, ciego y tenía 72 años. Supo ganarse la amistad y cariño de sus guardianes; el pelotón de fusilamiento se negó a disparar sobre él. Tuvo que ser puesto en una silla, vestido de traje de baturro, siempre iba así, y de la misma manera se le dio un tiro en el corazón.

Retorno a Francisco. Fue capturado el 12 de febrero de 1939, y a partir de este momento comenzó para él un auténtico calvario, pasando de cárcel en cárcel con un tratamiento infernal, como solía hacerse en estos momentos por parte del régimen franquista a todos aquellos que hubieran defendido el régimen republicano. Estuvo preso en la Plaza de Toros de Vitoria, en unas condiciones infrahumanas, ya que no había ni letrinas. Después estuvo en Bilbao, en la universidad de Deusto, que se utilizó como cárcel de presos políticos. Pasó a San Sebastián, lugar de triste recuerdo ya que aquí llegaron 3 personas de Híjar, las cuales junto con el carcelero le sometieron a todo tipo de torturas para que inculpase a su padre. Fue llevado a la cárcel de Híjar, conducido por 4 Guardias Civiles, donde estuvo 100 días incomunicado y maltratado sin ver la luz. No obstante una tía le lavaba la ropa, y en el doble de alguna camisa o pantalón le introducía algún papel enrollado con mensajes, que le sirvieron para tener alguna comunicación con el mundo exterior. Pasó a la cárcel de Alcañiz, donde conocería a su futura mujer Dolores (de familia de falangistas), hermana del carcelero; aquí con los hijos del funcionario de la prisión pudo ejercer su labor docente. Su odisea no termina aquí, ya que pasó a la cárcel de Torrero de Zaragoza en fecha de 23 de octubre de 1942, siendo juzgado en el antiguo Cuartel de Pontoneros en mayo de 1944. La pena impuesta fue de 20 años de reclusión, aunque sólo estuvo 5 años, 5 meses y 25 días. Salió de la cárcel en libertad condicional, el primero de agosto de 1944.

Se intentó en el juicio culparle de alguna muerte, lo que fue imposible de demostrar. El militar que le defendió lo hizo porque tenía noticias de que el inculpado no había cometido ningún delito de sangre. Se le acusó de auxilio a la rebelión, y en su sentencia los hechos que se declararon probados fueron el de actuar, antes del Movimiento, como secretario de la Sociedad de Campesinos, afecta a la U.G.T. Le sorprendió la rebelión marxista en Híjar y desde el primer momento quedó constituido un Comité, al cual aseguran varios testigos pertenecía el procesado, ejerciendo las funciones de secretario, no habiendo podido concretarse si actuaba como vocal de dicho organismo, o , por el contrario era escribiente de aquél, encargado de las funciones administrativas, según afirman otros testigos; reconociendo el propio encartado que por orden del Comité recibió el importe de las recaudaciones de ventas efectuadas en algunos comercios, recogió efectos procedentes de saqueos y firmó órdenes de incautación, así como también se incautó de la farmacia de D. Antonio Albalate, que había huido a zona nacional, quedándose al frente de la misma por su condición de auxiliar de farmacia, liquidando todas las existencias que allí había. Al ser disuelto el Comité, se constituyó un Ayuntamiento, en el que actuó como secretario accidental. En cierta ocasión obligó a incorporarse al ejército marxista, bajo amenazas de muerte, a treinta vecinos que no pertenecían a reemplazos movilizados. Se incorporó al ejército marxista, actuando por diversos frentes y encontrándose en el de Cataluña, cuando se produjo el derrumbamiento pasó a Francia, de donde regresó a España el 12 de febrero de 1939, no habiendo llegado a alcanzar graduación alguna. Aun cuando se le acusaba de haber entregado al cabecilla Ortiz un religioso dominico que estaba detenido y que fue fusilado poco después, sin embargo, de la prueba practicada en autos no ha podido concretarse su participación en este hecho.

En alguna de estas cárceles desempeñó trabajos totalmente gratuitos, según informa su hija Alicia, como el construir un largo camino que desembocaba en una gran mansión, que obviamente sería de alguna alta personalidad del régimen franquista. A su vez comenta su hija que en algunos momentos trabajando, contaron con el beneplácito de algún guardián para que pudieran aliviar en parte su atroz hambre, cogiendo manzanas y castañas en algún huerto. Los malos tratos a que fue sometido hizo que a lo largo de toda su vida, le resultase difícil conciliar el sueño, ya que sufría frecuentes pesadillas.

A través de algunas notas manuscritas suyas, proporcionadas por su hija Alicia, podemos entrever las grandes penalidades que padeció en estos años, bien por las atrocidades de la guerra, como por los años de cautividad. Sirvan como muestra algunos párrafos, durísimos y espeluznantes, como éstos:

«¿Qué cuántos años tengo? Si se ha vivido con una intensidad inusitada, trabajando de los 13 a los 21 años con largas jornadas y estudiando de noche; y, a continuación tienes una guerra que te lleva al Frente de Teruel, para ver cómo muchos milicianos se quedan sin un pie, porque hay que cortarlo, al haberse quedado helado; a la batalla del Ebro, donde entre otras escenas espeluznantes, ves que un hombre corre despavorido y un cañonazo le arranca la cabeza, y luego, descabezado sigue caminando quince o veinte metros; al Frente de Balaguer, de donde te traen los heridos con las tripas colgando, como si todos hubiesen intervenido en una desgraciada capea de un pueblo…

» A través de una pequeña ventana se ve un cielo azul plagado de estrellas. Hay una que no sé cómo se llama, porque no consigo orientarme si el trozo que se divisa es norte o sur. Pero esta estrella la he visto en otras ocasiones y me trae el recuerdo de otra noche de verano a la que llegamos tras un día de guerra, pero guerra de verdad. No una guerra botijo como la que generalmente teníamos en aquel sector, sino de verdad, con muchos bombardeos, muchos heridos y algunos muertos. Fue un día terrible, en el que la aviación enemiga, esa que luchaba por Dios y no sé cuántas cosas más, dejó caer su carga sobre una escuela de primaria y de los cincuenta y siete alumnos, sólo se salvaron cinco. Los otros, un tercio muertos y el resto heridos me produjeron uno de los mayores shock de la infernal contienda. Hay que vivir estos momentos en que los niños aterrados huyen mutilados y sangrantes, para darse cuenta de la crueldad de la lucha y de su inutilidad. Ya dudo sí luchar por la libertad y la justicia, con pocas posibilidades de que tan nobles fines se consigan, vale la pena, teniendo que pagar estos precios.»

Marchó a Barcelona a trabajar con su tío Luis que tenía una Gestoría Administrativa. Después volvió a Zaragoza, trabajando de administrativo con el Dr. Abril, que tenía la Clínica de San Antonio. Después, igualmente de administrativo, en una perfumería en Zaragoza. Volvió a Barcelona a trabajar, como administrativo, en una fábrica de botones italiana. También trabajó en Zaragoza en una fábrica de muebles, de nombre Andreu. Llegó a tener una tienda de muebles, que tuvo que cerrarla al no irle bien el negocio. Se jubiló en el año 1981.

Merece la pena destacar algunos hechos sobresalientes en su vida, como el que en los años 1956 y 1957 en Barcelona, participó en una institución de carácter social e inspiración cristiana, llamada el Taller de Nazaret, donde impartió clases gratuitas a todos aquellos jóvenes que llegaban allí para tratar de insertarlos en la sociedad.

En los viajes que hacía a Alcañiz, lugar de origen de su mujer, hay que pasar inevitablemente por Híjar, sin embargo jamás quiso detenerse en su pueblo natal, por los malos recuerdos que tenía. Llamaba a Híjar como Catolilandia.

En los años finales de la Dictadura franquista en la fábrica de muebles que trabajaba, debió ser el organizador de un movimiento sindical. También a la llegada de la Transición Democrática participó en la vida política, ya que formó parte de las listas electorales por el PSOE- Rama- Histórica, para las Cortes Constituyentes del año 1977. La manera que fue absorbido este grupo político por el PSOE, le produjo un gran malestar y desencanto.

Finalmente dejó de existir en Zaragoza el 26 de diciembre de 1998 a la edad de 85 años.