19/04/2019

La dimisión de Piqué se veía venir.

 

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A veces viene bien mirar hacia atrás. Los españoles somos muy olvidadizos. Vivimos en un presentismo apabullante. Cuelgo este artículo escrito hace unos 12 años en El Periódico de Aragón. Sirve para reflexionar. Y parecen muy oportunas las siguientes palabras de Manuel Azaña en la Velada de Benicarló:

«La moderación, la cordura, la prudencia de que yo hablo, estrictamente razonables, se fundan en el conocimiento de la realidad, es decir, en la exactitud. Estoy persuadido de que el caletre español es incompatible con la exactitud: mis observaciones de esta temporada lo comprueban. Nos conducimos como gente sin razón, sin caletre. ¿Es preferible conducirse como toros bravos y arrojarse a ojos cerrados sobre el engaño? Si el toro tuviese uso de razón no habría corridas».

Ahí va el artículo del título:

La dimisión del dirigente del Partido Popular en Cataluña, Josep Piqué, era algo que se veía venir hace tiempo. Las presiones a las que se ha visto sometido por parte de los Rajoy, Acebes y Zaplana desde la sede de la calle Génova han sido de tal intensidad que ha tirado la toalla. En esta legislatura la actuación de los populares en relación a Cataluña ha sido de una torpeza política impresionante.

En la Historia de España uno de los problemas es el de la vertebración territorial. Y especialmente lo es el incardinar Cataluña en el Estado español. Sin embargo, nunca la derecha dirigente española actual ha hecho un esfuerzo serio y generoso para entender el problema de Cataluña, que está revoloteando, hace mucho tiempo ya y de gran complejidad su resolución, por otra parte. No ha caído a nosotros de una teja el 14-M.

Para el señor Rajoy no existe tal problema, y si lo hay la solución es fácil, concentrando sus correligionarios ante la Puerta del Sol, y proclamando la unidad de España. De verdad, la cuestión catalana es más compleja. Hay que negociar, pactar, y dialogar. Lo que debe hacerse es tender puentes entre Cataluña y España y no dinamitarlos a cañonazos verbales desde, como se está haciendo, determinados medios de comunicación, impregnados de un nacionalismo español excluyente, sobre todo capitalinos, tanto hablados como escritos.

Tampoco debemos olvidar la manifestación celebrada, en la ciudad de Salamanca, para protestar la decisión del Gobierno socialista de devolver documentos del Archivo de la Guerra Civil a la Generalitat de Cataluña. El Partido Popular incitó los instintos más primarios de sus correligionarios, recurriendo al anticatalanismo más primitivo. ¡Qué fácil es así mover a las masas! ¡Que desmantelan el Archivo!

Y TAMPOCO tendría que haberse llevado el tema del Estatut a las calles, que debería haberse resuelto en la mesa de las negociaciones, ni manipular la información y presentar el Estatut catalán como un ataque a la integridad de España y contra el resto de los españoles; ni encender una hoguera de odios y condenas contra los catalanes. Para acabar de complicar más el panorama, tampoco debería haberse presentado y mantenido el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut. Acabamos de contemplar los ataques furibundos de los populares contra la Agencia Tributaria de Cataluña creada por una ley del Parlament, que resultan sorprendentes, si tenemos en cuenta que también está prevista en los Estatutos de Andalucía y Baleares. Véase el artículo 181.2, del Estatuto de Andalucía. Y también el artículo 133.1 y 4 del Estatuto de Baleares. Les recomiendo que los lean y podrán ver que son exactamente idénticos a los del Estatuto de Cataluña. De verdad, resulta difícil entender este doble rasero. Artículos recurridos en una comunidad, en otra los aceptan sin problema alguno.

En todo momento Piqué ha tenido que desempeñar un papel contrario a su talante político. Muchas veces ha tenido que claudicar ante las directrices provenientes de la calle Génova. Al final ha tirado la toalla. La frase «a quien no le guste, que se vaya a casa y no moleste», atribuida a Acebes durante los encuentros con la militancia en Cataluña, que ha celebrado estos últimos días para explicar su estrategia ante las próximas elecciones generales, parece haber sido seguida en sentido literal por quien fuera ministro de Industria, de Exteriores y de Ciencia y Tecnología del PP. En la carta de dimisión dirigida a Rajoy, se expresa un lamento, que no consta que le haya formulado al presidente de su partido en estos términos, pero que en esencia podría ser así: «En Cataluña me consideran poco menos que un fascista y en el resto de España me ven poco menos que como un nacionalista. No te sirvo. Me voy».

La desconfianza que los dirigentes populares han sembrado hacia Cataluña, con el consiguiente costo político, será muy difícil de recuperar. En una institución de la derecha catalana, como es el Círculo Ecuestre, su presidente Manuel Carreras, le manifestó recientemente a Rajoy unas palabras duras y implacables, como éstas: «No nos gusta ver al PP en los extremismos, se debe evitar la fractura entre Cataluña y España, aunque le reporte votos en otros lugares, no pueden mantenerse dos años más una situación como ésta».

Por lo que vemos, fueron desoídas en la sede de la calle Génova.