31/05/2019

Biblioteca del Monasterio de Veruela

 

Ver fotografía panorámica a pantalla completa

Sala de la biblioteca, que llegó a ser salón de baile y que los jesuitas convirtieron en sala de conferencias tras un destino como capilla doméstica.

 

Es conocido el episodio de cómo un tal Baldomero Vilches, vecino de Zaragoza, con domicilio en Azoque 29, llegó Veruela el 11 de mayo de 1855 comisionado para vender manuscritos del monasterio. Esto habla por sí mismo del destino del archivo y biblioteca de este monasterio, perteneciente a la orden del Cister desde su fundación, en 1145, por monjes franceses procedentes de Scala Dei, a petición del caballero Pedro de Atarés, hasta que pasó a manos de la compañía de Jesús en 1877, tras la desamortización de 1835. Como en tantos otros monasterios la desamortización supuso la desaparición tanto del archivo como de su hermosa biblioteca, cuya edificación comenzó en 1549, pues el “escriptorio había quedado obscuro, pequeño e incómodo. Edificada sobre el refectorio, se trataba de hacer una sala espaciosa en la que tuvieran cabida todos los fondos que el monasterio había ido acumulando a lo largo de sus más de ocho siglos de vida. Fray Lope Marco inició las obras de la llamada sala del artesonado, entre los años 1549 y 1550, cuya longitud era de 30 por 8 metros y cuya techumbre, de madera, costó 4.350 sueldos jaqueses que se entregaron al maestro fustero de Tarazona, Nicolás Montaner.

En Veruela, podemos señalar la existencia de dos bibliotecas y dos archivos. La que podría denominarse como biblioteca antigua recogería el conjunto de libros acopiados desde la fundación del monasterio hasta la desamortización y exclaustración de los frailes cisterciense en 1835. De esta biblioteca se confeccionó un inventario en 1678, en tiempos de Fray Martín de Vera, durante su primer abaciado de 1676 a 1680. Esta catalogación y ordenación de los libros de la antigua biblioteca de Veruela da a conocer la existencia de unos 2.000 volúmenes, casi todos dispersos, cuando no claramente desaparecidos, durante el abandono de la congregación cisterciense y hasta la llegada en 1877 de los jesuitas. A partir de esta fecha puede decirse que se forma una segunda biblioteca con el resto de libros que habían quedado en el monasterio desperdigados por distintas dependencias y los libros de algunos colegios jesuíticos; todo lo cual formará un corpus que, a mediados del siglo XX, ascendería a unos 30.000 volúmenes.

Con el archivo pasará otro tanto. De este se realizan dos catálogos hasta la desamortización, lo que sería el archivo antiguo, que sufrió los mismos avatares que la biblioteca, de tal suerte que sus fondos se vieron confiscados y esparcidos por distintas bibliotecas públicas y privadas, siendo muy difícil recomponer su contenido en el momento actual.

El monasterio fue sometido, según cuenta Blanco Trías, a un saqueo sistemático tras la exclaustración de los frailes y hasta su venta, aparecida en el Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza del lunes 29 de julio de 1844. Su riquísimo archivo puede rastrearse, en su mayor parte, en el Archivo Histórico Nacional (donde se guardan 509 pergaminos de 1125 a 1832 y 55 legajos documentales), asimismo en el Archivo de la Corona de Aragón (a donde llegaron como consecuencia de la compra de documentos procedentes de las bibliotecas particulares de Barba y Pérez Uriz, en los años 1955 y 1974), en el Archivo General de Navarra, en el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el Archivo Municipal de Tudela, y también a través del resto de documentos que permanecieron en Veruela hasta 1877 y que fueron guardados por la congregación jesuítica hasta su donación a la Delegación Provincial de Hacienda de Zaragoza, que en el mismo acto los cedió a la Diputación Provincial. En resumen, y en lo que concierne a lo conservado en Aragón de esta riquísima colección de documentos y libros de la biblioteca verolense, se sabe que fueron a parar a la Universidad de Zaragoza y a los desvanes de la Delegación Provincial de Hacienda y a la Diputación Provincial.

Otros fondos duermen en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia y en el Archivo General de Navarra (Pamplona), después de su paso por el Monasterio de Cogullada (El Real Monasterio de Santa María de Veruela, Pedro Blanco Trías, Palma de Mallorca, 1949, p. 279). Los demás libros de la biblioteca y los abundantes fondos documentales, están esparcidos por distintos lugares.

Ángel Artal

 


Fotografía 360 realizada por Ramón Salanova Aznar