Edo Fimmen
El destacado sindicalista holandés Edo Fimmen (1881-1942) escribió un artículo en el periódico español obrero El Socialista con motivo del primero de mayo de 1928. Interesa recordar su análisis social y político porque constituye un material para profundizar en la opinión del movimiento obrero internacional en vísperas de la Gran Depresión.
Fimmen comenzó muy joven a tener inquietudes sindicales. Ingresó en una organización mutualista de empleados de comercio intentado que adquiriera un carácter reivindicativo, aunque, al parecer, no lo consiguió. En consecuencia, con un grupo de compañeros creó el primero de mayo de 1906 una organización alternativa de empleados de comercio que ingresaría en la Federación Holandesa de Sindicatos Obreros. En enero de 1908 nuestro protagonista sería elegido secretario general del sindicato que había contribuido a fundar. En el verano de 1910 sería elegido secretario general de la Federación Internacional de Empleados de Comercio y Técnicos, para pasar cinco años después a dirigir la Federación Holandesa de Sindicatos Obreros. También tuvo un gran protagonismo en el sindicalismo internacional de los obreros del transporte. Al parecer, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial contribuyó en relación con los correos de la inteligencia soviética, y colaboró con los británicos. Moriría en Cuernavaca.
Fimmen consideraba que la situación obrera internacional era poco halagüeña y amenazaba con empeorar. En este sentido, es significativo este análisis en vísperas de la gran crisis del 29. En realidad, ya había paro, y los que conservaban su empleo, siempre según nuestro protagonista, cobraban sueldos muy bajos, y sus condiciones laborales estaban empeorando. Opinaba que la mayoría de la clase obrera padecía un nivel de vida más bajo que antes de la Gran Guerra.
Pero el sindicalista holandés también quería incidir en los aspectos políticos. Las libertades habían sido cercenadas y hasta extinguidas en muchos países, con grandes persecuciones. En otros países, aunque las cosas no habían ido tan lejos, crecía la reacción y una corriente de opinión que pedía mano dura con la clase obrera, algo premonitorio en vísperas de la década de los años treinta.
Por fin, la tercera amenaza sería la de la guerra, de otra “catástrofe universal” (otra premonición cumplida). Cuando se esperaba desarme se reforzaban los ejércitos.
En consecuencia, el primero de mayo de 1928 no podía considerarse como un día de regocijo y alegría. Era un día para meditar sobre el porvenir de la clase obrera, no para que el movimiento obrero se llenase de “bellos colores, bellas canciones y bellos discursos”. Había que hacerse varias preguntas:
“¿Dónde estamos? ¿A qué altura se halla nuestro movimiento? ¿Qué hemos logrado hasta hoy? ¿Cuáles son las dificultades y peligros, nacionales e internacionales, que aun tendremos que vencer? ¿A dónde vamos?
Fimmen terminó su artículo haciendo un encendido llamamiento a la conciencia de clase y a la lucha obrera.
Hemos consultado el número 5999 de El Socialista.