23/11/2019

Charity is a cold grey loveless thing.

Resultado de imagen de clement attlee"

 

La caridad es una cosa fría, gris y sin amor. Si un hombre rico quiere ayudar a los pobres, debe pagar sus impuestos gustosamente y no repartir dinero a capricho.

Resulta obsesivo en muchos intelectuales y en la mayoría de la sociedad el considerar trascendental e incluso imprescindible para el ejercicio de la actividad política, el tener una amplia formación académica. El economista Luis Garicano en su libro El dilema de España defiende tal planteamiento: «Frente a los 6 ministros chilenos en el primer Gobierno del presidente Sebastian Piñera, con PhD (máximo grado universitario) o doctorados en Económicas por Harvard o Chicago, el gobierno de ZP encargó a dos personas sin formación conocida (Celestino Corbacho y José Blanco) la gestión de dos de las carteras decisivas para salir de la crisis, la de Trabajo y la de Fomento. No sólo eso, en el ejecutivo chileno, todos sus miembros con un doctorado, un MBA o un máster». La obtención de titulaciones en renombradas universidades como las citadas no es una garantía para una buena gestión económica, si la entendemos orientada para el progreso de la gran mayoría de la sociedad. Otra cosa es si está diseñada para una minoría. Además, no es muy conocido el hecho, en Harvard puede recibirse una deficiente formación académica. En diciembre de 2011 un grupo de estudiantes de economía decidió retirarse en bloque de la cátedra de Introducción a la Economía en protesta por el contenido y el enfoque sesgado en la impartición de la materia. Los universitarios en una carta dirigida al profesor y economista Gregory Mankiw, antiguo asesor del Presidente George W. Bush, justificaron el abandono de la clase por su parcialidad, al considerar que un estudio académico de la disciplina debe mostrar las pros y los contras de las diferentes teorías económicas.

Les parece injustificable el presentar las teorías de Adam Smith como más importantes que, por ejemplo, la keynesiana.

Si nos fijamos en España muchos de nuestros ministros tienen unos currículos académicos espectaculares, adquiridos mayoritariamente en universidades privadas vinculadas con determinadas opciones religiosas bastante reaccionarias, circunstancia que implica una determinada formación política, social, económica y cultural. No quiero detenerme en la solidez de muchos títulos concedidos en estas universidades en contraste con los de las públicas.

Es claro que el origen socio-económico tiene mucho que ver con la formación académica alcanzada, y más ahora con la crisis económica. Owen Jones en el libro Chavs. La demonización de la clase obrera proporciona unos datos muy interesantes al respecto en Inglaterra, que podrían extrapolarse a España. Según un informe de la Oficina para la Equidad de Acceso, los chicos inteligentes de la quinta parte más rica de Inglaterra tienen siete veces más probabilidades de ir a la universidad que los del 40% más pobre. A medida que subes puestos en la clasificación, con Oxford y Cambridge a la cabeza, el desequilibrio crece. En 2002-2003, el 5,4% de los alumnos de Cambridge y el 5,8% de los de Oxford provenían de barrios de clase humilde. En 2008-2009, los porcentajes eran 3,7% y 2,7% respectivamente. En el 2006-2007, solo 45 chicos que solicitaron comidas escolares gratuitas entraron en Oxford y Cambridge, de entre unos 6.000 admitidos. Si titulación académica es conditio sine qua non para el acceso a los puestos de ministro, de ahí se deriva que la gran mayoría de ellos en Inglaterra son de extracción socio-económica media-alta, circunstancia que supone la elección de determinadas opciones políticas.

Fijémonos en Cameron, de niño fue al colegio privado Heatherdown, donde estudiaron los príncipes Andrés y Eduardo. A los 11 años viajó en Concorde a los Estados Unidos con 4 compañeros al cumpleaños de Peter Getty, nieto del magnate del petróleo John Paul Getty. Un antiguo tutor, recuerda ver a Cameron y a sus amigos comiendo caviar, salmón y ternera a la bordelaise, y levantarle la copa de Dom Perignon del 69 para hacer un brindis: ¡Señor a su salud! Antes de llegar a la universidad se educó en el colegio Eton, el lugar de formación de la élite política británica. Por ello, no debe sorprendernos que 23 de los 27 ministros de su primer gabinete fueran millonarios. Son las élites que creen tener derecho a gobernar. Y gobiernan para los suyos, lo triste es que todavía existe gente que no se ha apercibido de ello.

Si echamos la vista atrás el gabinete ministerial laborista que puso en marcha el Estado de bienestar tras los destrozos de la II Guerra Mundial, el contraste es casi obsceno. Los más destacados del Gobierno de Clement Attlee fueron Ernest Bevin, ministro de Exteriores; Nye Bevan, fundador de la Seguridad Social; y Herbert Morrison, el número dos de Attle. Todos eran de origen obrero, y en sus inicios fueron peón agrícola, minero y dependiente en una tienda, respectivamente. Y sin formación académica fueron capaces de llevar a cabo políticas para el progreso de la gran mayoría de la sociedad. Luego las dinamitó una señora, sembrando el sufrimiento, la miseria y la desesperanza por doquier, por lo que una alcaldesa española tuvo la desvergüenza de condecorarla dedicándole una plaza en su ciudad «por su compromiso con la libertad», ¡que sabrá esta señora lo que es la libertad! Y un presidente autonómico con el nombre de un colegio. Realmente perverso