Sea bienvenida una mención a Antonio Machado en el debate de investidura de Pedro Sánchez

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Resulta reconfortante que alguien recurra en sede parlamentaria a la figura de Antonio Machado. Terminó Pablo Iglesias su intervención así:

«La patria, decía Juan de Mairena, es en España un sentimiento sencillamente popular, del cual suelen jactarse los señoritos. En los trances más duros, los señoritos la invocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y no la menta siquiera».

Palabras que siguen siendo actuales, tanto en Cataluña, como en el resto de España. Se recurre a la patria con fines espurios, para ocultar problemas diversos: corrupciones, destrozos del Estado de bienestar, paro, desahucios, pobreza energética… Y por supuesto, por réditos electorales. Tampoco es una novedad. Los pueblos han sido engañados con el señuelo de la patria por los señoritos, o lo que es lo mismo, unas élites económicas y políticas. Tarea a la que han contribuido y contribuyen los medios, como podremos constatar en la parte final del artículo con unos documentos hemerográficos.

Me fijaré en un ejemplo de nuestro pasado. La historia nos proporciona sustanciosas y provechosas lecciones.

Después de 1898 la acción colonial española quedó reducida a África. En la Conferencia de Algeciras se nos concedió un protectorado sobre Marruecos, reducido a unos 45.000 km2, ya que la mayor parte fue para Francia. Nuestra presencia aquí tuvo varios objetivos: estratégico-militares, económicos, compensar las pérdidas del año 1898 y creer que todavía éramos una gran potencia internacional.

La penetración en nuestra zona de influencia fue difícil, sobre todo en la región del Rif, habitada por bereberes, donde estaba el líder Abd-el-Krim. Sufrieron las tropas españolas, especialmente por la incompetencia de los mandos, derrotas durísimas como la del Barranco del Lobo en 1909 o de Annual en 1921. No solo hubo derrotas, sino que también actuaciones militares vergonzosas, ya que entre 1921 y 1927, el ejército español empleó sistemáticamente en el Rif fosgeno, difosgeno, cloropicrina y, sobre todo, yperita, conocido con el nombre de gas mostaza». El británico Sebastián Balfour, publicó en el 2002 el Abrazo mortal: de la guerra colonial a la guerra civil en España y Marruecos (1909-1939), donde reconstruyó la vertiente química de la guerra colonial. Su obra aporta numerosas novedades sobre la que fue la tercera utilización en la historia –después de la I Guerra Mundial en Europa, y por el Reino Unido, en Irak, en 1919– de un armamento prohibido por los tratados internacionales. «Siempre fui refractario al empleo de los gases asfixiantes contra estos indígenas, pero después de lo que han hecho y de su traidora y falaz conducta [en la batalla de Annual], he de emplearlos con verdadera fruición», escribía en un telegrama, el 12 de agosto de 1921, el general Dámaso Berenguer, alto comisario español en Tetuán. Cuatro años después de Annual, el rey Alfonso XIII afirmaba al agregado militar francés en Madrid, que había que dejar de lado las «vanas consideraciones humanitarias», porque «con la ayuda del más dañino de los gases» se salvarían muchas vidas españolas y francesas. «Lo importante es exterminar, como se hace con las malas bestias, a los Beni Urriaguel y a las tribus más próximas a Abd-el-krim», concluía el monarca.

Tras los cañones estaban los intereses económicos. Pablo Díaz Morlán, en su libro Empresarios, militares y políticos destaca que los intereses empresariales empujaron la acción militar y política de España en el Rif. En concreto los de la Compañía Española de Minas del Rif (CEMR), fundada en 1908 para la explotación del hierro. Pese a la importancia de la CEMR, solo un historiador y un único libro, se han ocupado de ella, que condicionó, auspició y empujó casi toda la política española de penetración militar en el norte de Marruecos. Se refiere a Vicente Moga y a su libro Un siglo de historia de las minas del Rif.

Las Guerras de Marruecos alteraron toda la política española del siglo XX, hasta el punto de provocar la Semana Trágica de Barcelona (1909), o dar origen y justificación a la Dictadura de Primo de Rivera en 1923. Como también las prácticas brutales ejecutadas por el estamento militar en Marruecos, que las trasladaron a la península tras el golpe del 18 de julio de 1936

El Gobierno de España puso el dinero y mucho (5.600 millones de pesetas, entre 1909 y 1931, el pueblo español los muertos (21.000), por supuesto de las clases humildes, ya que los ricos se libraban con una cuota, llenando las tierras del norte de Marruecos de héroes a la fuerza, y solo un puñado de empresarios, entre los que destacaban Romanones, Güell y Zubiría, que jamás pisaron el territorio normarroquí, recogieron los beneficios mil millonarios casi de modo íntegro (2.100 millones de pesetas en seis décadas de existencia).

El periodista Manuel Giges Aparicio, de su libro Entre la paz y la guerra de 1912, tras su viaje a Marruecos, dice verdades contundentes.

«Porque en el fondo solo hay ambiciones de unos pocos. Queriendo disfrazar los verdaderos móviles de sus acciones, se habla de empeños civilizadores, de derechos históricos, de nacionales destinos, de exigencias patrióticas, de otras ficciones. Y la razón de todo este complicado juego, solo es mercadería: sociedades que quieren multiplicar sus capitales construyendo puertos (Ceuta y Melilla) y ferrocarriles; compañías que aspiran a poner sus minas al amparo de los cañones españoles o franceses; usureros que piden buenas garantías por el dinero que prestan al sultán; parlamentarios remunerados por capitalistas; periodistas untados para que pulsen la cuerda patriótica…»

Quiero exponer con un ejemplo de libro la tesis expuesta  en las lineas precedentes, y que manifestó Antonio Machado. El pueblo pone la sangre, al que se le engaña bajo el señuelo del patriotismo, para que el negocio lo hagan unos pocos. Trata sobre las repercusiones en Híjar del desastre de Annual el 22 de julio de 1921. Entre 1919 y 1921 el general Silvestre duplicó el territorio controlado por los españoles en torno a Melilla con el beneplácito de sus superiores, pero en su afán de alcanzar una victoria definitiva le llevó a cometer una gran imprudencia. Su exceso de agresividad provocó la reacción de los rifeños, que el 22  de julio de 1921 produjo el desastre de Annual. El ejército del general Silvestre no sólo perdió a su jefe sino también a más de 10.000 hombres. Un auténtico desastre, que tuvo enormes repercusiones a nivel nacional, tanto en el orden político como en el militar. Yo hablaré de las repercusiones en Híjar.

 

En “El Noticiero” de Zaragoza de 23 de septiembre de 1921, apareció la siguiente noticia de Híjar:

“El alcalde de Híjar, don Joaquín Bernad, ha publicado una alocución en la que, tras dar cuenta de las tristes circunstancias porque atraviesa la Patría, dice:

            Por ello el Ayuntamiento y Junta de Festejos, entendiendo que no era momento adecuado para fiestas éste, en que, además de las razones expuestas, probablemente habrá de caracterizar el período álgido de nuestras operaciones militares, han acordado suspender la celebración de toda clase de festejos de carácter popular, destinando las cantidades para ellos presupuestadas, otras que habrán de recaudarse por distintos conceptos, y las demás que fueran precisas, para aliviar la suerte de los soldados vecinos de Híjar, estableciendo de primer momento tres estancias para heridos o enfermos, dotándolas de todo lo necesario, sin perjuicio de ampliar más los auxilios, remitiendo incluso a suelo africano ofrendas y dinero, que, a par que mejoren la situación de nuestros soldados, lleven a su espíritu la impresión del recuerdo de los suyos y les sirva de grato consuelo la convicción de que la Villa no les olvida y que tiene puestos en ellos su confianza, su entusiasmo y su cariño, y que por su bienestar y feliz regreso, todos los convecinos hemos de hacer y haremos fervientes y sinceros votos. Al obrar así, el Ayuntamiento y la Junta de Festejos han estado ciertos de interpretar no sólo el sentir general de los hijaranos, sino que tienen la convicción también de que tales acuerdos habrán de considerarse por todos, dignos de nuestros soldados y dignos de nosotros mismos.

            La alocución termina así:

           “ Ante estas razones, habrán de celebrarse tan sólo las fiestas religiosas, cuyo programa se detalla a continuación y las tradicionales e importantes ferias de ganados, con amplio concurso de premios, que la Asociación General de Ganaderos del Reino y Ayuntamiento de Híjar conceden para este objeto, cuyas condiciones se conocerán por programas especiales”.

 

            La iniciativa del Alcalde y Junta de Festejos, mereció el aplauso y el beneplácito de la prensa regional, ya que el día 25 de septiembre, apareció una editorial en la primera página de “El Noticiero”, firmada por un “aragonés”, con el título “Un Alcalde sensato”, en la que se congratulaba de la iniciativa de Bernad y que debía ser imitada por otros Ayuntamientos, en unos momentos tan dramáticos para nuestra Patria.

            En “El Noticiero” de 20 de diciembre de 1921, volvió a reflejar el tema  de la siguiente manera:

            “Se ha hecho una reunión de caballeros y señoras, convocada por el Alcalde, para dedicar un recuerdo a los soldados hijos de esta Villa en el Rif, deseando que coincida este recuerdo con la Navidad.

            Se hizo una suscripción que encabezó la Junta de Festejos con 1.000 pesetas, y cuyo producto total, con el de colecta pública que hicieron las señoritas del pueblo, acompañada de una bien organizada rondalla, asciende a un total de 3.000 pesetas. Con ellas se ha pensado enviar a cada uno de los 30 soldados de Híjar que hay en África, una colchoneta impermeable y ligera que puedan usar en campaña; unos pares de calcetines y alguna prenda interior, un cajoncito con vituallas, compuesto de salchichón, turrones, etc; y una pequeña cantidad en metálico.

            Como entre los soldados combatientes había tres, cuyo paradero se ignora, se entregará a sus familiares el equivalente en metálico, para que ellos dispongan.

            Al capellán castrense M. Joaquín Monzón y al oficial, Sr. Esponera, que también se encuentra en el ejército de operaciones la Comisión les hará un delicado obsequio.”

                Tengo que terminar con una breve pregunta. ¿Qué se les había perdido a 30 hijaranos en el Norte de África? La respuesta está expuesta en las líneas precedentes.