“La peste”, de Albert Camus, lectura de actualidad
La epidemia del coronavirus, los períodos de cuarentena y el confinamiento en los domicilios ha vuelto a traer a la actualidad la lectura o relectura de “La peste”, de Albert Camus, por los sucesos que relata y, sobre todo, las reacciones y reflexiones que suscitan. Se trata, además, de una obra de gran calidad literaria que encierra muchas ideas sugerentes.
El libro se publicó en 1947, cuando su autor tenía treinta y cuatro años. Persona comprometida en la lucha por las libertades, y todavía cercano el final de la segunda Guerra Mundial y la caída del nazismo, “La peste” es un relato alegórico de las distintas formas de opresión.
La novela narra como, al inicio, su protagonista, el doctor Rieux, va encontrando con sorpresa ratas muertas en distintos lugares. Su número va aumentando, al mismo tiempo que diversos pacientes enferman de gravedad. Tras admitir las autoridades que se trata de una epidemia de peste, se decreta el cierre de la ciudad (Orán), lo que coge de improviso a la población y sorprende a muchas personas que ya no pueden regresar o salir de ella. Los diversos personajes reaccionan de distintas formas ante el obligado encierro, y algunas de sus opiniones están cargadas de mensajes simbólicos:.
“Cada uno lleva consigo la peste, porque nadie, absolutamente nadie en el mundo, es inmune a ella. Y hay que cuidarse en todo momento para evitar, en un momento de distracción, respirar en la cara de otro y pasarle la infección.”
“Lo natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si lo prefiere, es un efecto de la voluntad, de una voluntad que jamás debe languidecer. El hombre honrado es el que prácticamente no infecta a nadie y aquel que menos distracciones se permite”.
Cuando, al cabo de varios meses, se levanta la cuarentena y todo parece volver a la normalidad, los confinados y los ausentes se enfrentan al reencuentro y a la recuperación de su vida anterior.
“Por el momento, quería hacer como todos aquellos que, alrededor de él, parecían creer que la peste puede llegar y desaparecer sin que el corazón de los hombres haya sido cambiado…”
Finalmente, Camus concluye la novela con estas reflexiones de su protagonista, ante el júbilo colectivo, que suponen una advertencia sobre los peligros que pueden acechar a cualquier sociedad confiada:
“Escuchando los gritos de alegría que llegaban de la ciudad, Rieux recordaba que esta alegría estaba siempre amenazada. Pues sabía que esta multitud alegre ignoraba –se puede leer en los libros—que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenas de años durmiendo en los muebles y la ropa, que espera pacientemente en las habitaciones, las bodegas, los baúles , los pañuelos y los papeles, y que quizá vendrá un día en que, para la desgracia y la enseñanza de los hombres, la peste despertará a sus ratas y las enviará a morir en una ciudad feliz”.
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En 1948, Camus estrenó la obra teatral “El estado de sitio”, que replanteaba el tema de la peste. Estaba ambientada en España, en Cádiz. La peste se apodera de la ciudad, el pueblo está sometido, el miedo y el odio mantienen el estado de sitio, los sentimientos son proscritos. Solo un héroe es capaz de enfrentarse al poder, aún sacrificando su vida. Por fin, la peste es expulsada.
La obra, con su simbolismo, suponía una dura condena de los totalitarismos fascistas, en un momento es que España estaba bajo la dictadura franquista. No tuvo éxito y fue durante tratada por la crítica teatral. Incluso Camus fue censurado por no haber ambientado la obra en algún país comunista de la Europa oriental, a lo que respondió con su alegato “¿Por qué España?”, mostrando su cercanía y su interés por la situación política de nuestro país.