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Andalán: Zanja común de esperanza

Andalán nació en un tiempo de incertidumbre y de magma en el que, en una de las orillas sociales del río de la historia había deseo de seguir perpetuando la dictadura existente y en la otra, mucho más reducida, la voluntad de pelear presente y la esperanza de trazar un futuro muy diferente.

Las casuísticas y circunstancias de cada época son imprescindibles para explicarnos los acontecimientos, pero no bastan por sí mismas. Somos los seres humanos los artífices de los aconteceres y los que los llevamos a cabo de una determinada manera que puede ser de otras muchas, porque nada está inexorablemente prefijado ni escrito en las estrellas.

Los que terminarían siendo los años finales de la dictadura y del centralismo, propiciaron que personas diversas, y que en no pocos casos seguirían después caminos distintos, se aunaran en un proyecto común por rechazo a lo existente y por deseo de ir construyendo un futuro diferente.

Esa voluntad de aunar para la democracia, la libertad, Aragón y la cultura, es la que explica la decisión de abrir, con todas las dificultades, “una zanja para plantar árboles en vez de hacer un hoyo para cada uno”, que no otra cosa significa el vocablo aragonés andalán.

Dados con frecuencia, especialmente los intelectuales y en ocasiones de forma extremada, a cultivar y expandir el propio ego, no debió de resultar fácil emprender una tarea conjunta y continuada; ni tampoco, en un Estado de intensa raigambre centralista, con las provincias como eje, excavar aquella “zanja” colectiva con impronta regionalista. En este último sentido, no deja de ser significativo que Andalán comenzase a ser concebido, por Eloy Fernández y José Antonio Labordeta, en Teruel; que la presentación de su primer número se hiciese en un pueblo del Sobrarbe oscense, Aínsa, y que su realización tuviese como epicentro Zaragoza. Nunca faltaron en sus páginas colaboraciones de nacidos o residentes en estas tres provincias y de aragoneses emigrados. Tampoco faltó amplia información –sesuda en ocasiones, irónica otras, crítica siempre- de las principales problemáticas del conjunto del territorio, junto con artículos relativos a los temas más punteros y controvertidos de la situación nacional e internacional.

 

Iñaki, Mundo Andalán

 

Más de media vida, tres cuartas partes si excluyo mi infancia y mi primera juventud, la he pasado estudiando y trabajando en Zaragoza. En una Zaragoza a la que, por aquel entonces y hasta el establecimiento de las autonomías, mi Soria natal estaba vinculada y adscrita en casi todos los aspectos, incluido el académico.

Sin embargo, los únicos años de mi madurez que no he residido en Zaragoza, de 1973 a 1987, son los que coinciden con la época de Andalán. Pese a ello, no falté a la lectura de su publicación. En la entonces mi Soria de trabajo, encontraba Andalán en la pequeña librería “alternativa” que Antonio Ruiz tenía en la Avenida de Navarra.

Solo de vista conocía a algunos de sus artífices, a quienes había visto por los pasillos de la Facultad de Letras siendo ya ellos jóvenes profesores y yo todavía estudiante. El tiempo después me permitió establecer lazos de amistad profunda y, en algunos casos, como los de Juan José Carreras, Gonzalo M. Borrás, y más recientemente, el de mi compañero en las aulas y en Aragón Express, Luis Granell, sus ausencias forman parte de mis grandes oquedades afectivas e intelectuales.

En otros casos –los de Eloy Fernández Clemente, para mí siempre “el gran Eloy”, Carlos Forcadell, Ramón Salanova, Guillermo Fatás y varios más, siguen formando parte, y espero que por largo tiempo, de mis amistades más queridas.

Echando la vista atrás, desde el recuerdo de la lectura de sus páginas hace una cincuentena de años y repasando mucho más recientemente y de cuando en vez su colección, me sigue causando admiración y prolongando gratitud aquel grupo de personas que, sin perder individualidad, abrieron una zanja colectiva en la que plantar semillas críticas de cultura, de libertad y de democracia. Por ello, analizar para entender los estertores de la dictadura, la incierta transición y los primeros pasos por la democracia, no puede reducirse a unos pocos hechos y a unos pocos nombres de y en madrileños palacios reales y edificios de Gobierno.

En aquellos tiempos de incertidumbre y de magma, por toda España, de una u otra forma, con unas otras características, florecían “andalanes” colectivos que abrían zanjas en las que plantar variados árboles de esperanza. A esas zanjas de las redacciones y las calles debemos buena parte de lo mejor que, colectiva y sociopolíticamente, hayamos podido ser.

Carmelo Romero Salvador

 

Cuando se analiza la transición a la democracia no puede olvidarse, a “los andalanes” que en toda España abrieron zanjas, dejando diferencias, para plantar semillas de democracia, semillas de libertad y contra el centralismo. Cultivar la esperanza. Eran los árboles de la esperanza. La coyuntura del tiempo explica, favorece muchas cosas, pero nunca hay que excluir a los seres humanos que las llevan a cabo.