andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.3. Historia

Andalán se gestó en Teruel

A finales de los años 60 del siglo pasado, floreció en Teruel una especie de primavera educativa y cultural que dio singulares y sazonados frutos, como la gestación de Andalán, de la mano de Eloy Fernández Clemente y José Antonio Labordeta. Otras aportaciones, desde aquellas tierras lejanas del Aragón profundo fueron el nacimiento de la Canción Popular Aragonesa, y la aparición de la llamada  “Generación Paulina”.

 

 Teruel: escuela de periodismo.

Lo ha comentado Eloy alguna vez, para sorpresa de buena parte de su audiencia: “Muy pocas personas saben que, en realidad, Andalán se creó en Teruel”. El joven maestro y licenciado, periodista en ciernes, llega a la ciudad del Turia, junto con Marisa, su mujer, también docente, a mediados de los años 60. Enseguida se ve inmerso en una febril actividad de, clases aquí y allá, estudios de Doctorado y  Periodismo por libre, colaboraciones culturales y periodísticas. También recala en la residencia “San Pablo”, y, aparte de poner  en marcha un Gabinete Psicopedagógico, con Seminarios y tests de orientación profesional, promueve e impulsa la prensa juvenil: periódicos murales, revista hablada y escrita, colaboraciones en la prensa y radio locales… En esos medios hicieron sus pinitos literarios y periodísticos, algunos de sus pupilos, como Joaquín Carbonell, Jiménez Losantos, Carmen Magallón, Pedro Luengo, Gonzalvo Mourelo, y otros jóvenes.

 

Revista Colegio menor San Pablo de Teruel, 1969

 

Hoy puede sorprender que en las páginas de aquella modesta publicación colegial aparecieran los escritos- artículos, poemas, entrevistas,..- e ilustraciones, de personajes como Labordeta, José Sanchis, Florencio Navarrete, Jesús Oliver, Agustín Sanmiguel, J. Mª Pérez Calvo,.. y el propio Eloy, que también colabora en los medios locales- el diario “Lucha”, Radio Teruel, revista “Norma”,..- , y en varios de Zaragoza y de ámbito nacional. Bien podría decirse que cobró vida una suerte de escuela de periodismo turolense, de la que él fue impulsor y máximo productor.

Los que andábamos entonces por allí de bachilleres fuimos testigos de aquella “movida” pedagógica, cultural y aragonesista, aunque la vivimos de una manera natural, sin ser conscientes de su singularidad y transcendencia. El joven Eloy, con su cercanía y dinamismo contagioso, era el puente fluido entre el profesorado y nosotros, los estudiantes de pueblo y de la capital.

 

  Un periódico para Aragón.

Los años en Teruel resultaron muy fructíferos para aquella generación de profesores y alumnos, a juzgar por los hechos y sus propios testimonios. El contacto y descubrimiento del Teruel profundo– sus gentes, sus paisajes, atraso y aspiraciones-, a través de sus paseos, viajes, lecturas, reflexiones, debió de producir un repulsivo en estos jóvenes docentes, intelectuales de ciudad. Y ese encuentro, esa catarsis empezó a dar sus frutos: allí nació la Canción Popular Aragonesa, de la mano de Labordeta y sus pupilos Carbonell y Cesáreo Hernańdez, que otros continuarían; allí cuajó la llamada “Generación Paulina”; allí se gestó Andalán.

Era evidente la simbiosis y complicidad entre José Antonio y Eloy, el apego del tierrabajino al zaragozano, al que consideraba su “hermano mayor”, más curtido y flemático. El inquieto periodista estaba convencido de la necesidad de sacar a la luz un periódico regional , una voz nueva que canalizara tres ingredientes básicos: la cultura, Aragón y el progresismo. El legado de Costa -de quien se sentía heredero-, de “Escuela y despensa”, demandaba, ya sin demora, un medio de difusión, de análisis serio y de crítica comprometida. El incipiente cantautor, el principal destinatario de aquel runrún de su compañero, se hacía el remolón, pero las insistencias clementinas acabaron haciendo mella en el escepticismo labordetiano.

(…)

Ahora venía un trabajo ilusionante y complicado. Buscar un título para la publicación, diseñar su estructura y contenidos y, en fin, lo más difícil e incierto: conseguir la autorización gubernamental. Para el nombre extrajeron una ristra de palabras del diccionario etimológico aragonés de J. Pardo Asso, y tras seleccionar una docena, eligieron Andalán que significa: ” zanja abierta para plantar árboles, en vez de hacer un hoyo para cada uno”. El vocablo resultaba terruñero y sonoro, evocaba el  toque de las campanas, invitaba a caminar, a trabajar y disfrutar  juntos, en fraterna compañía. ¡Ya estaba.!

Imposible fue conseguir el visto bueno de los responsables provinciales, que, al final, no lo otorgaron, después de presentar, una y otra vez, solicitudes y documentos, pues, bien claro estaba que los jerarcas turolenses, siempre pendientes de lo que dirá Madrid, no estaban dispuestos a comprometerse. Tampoco ayudó el  logotipo que diseñó Sanmiguel para la cabecera: una azada para cavar y una horca de la paja, cruzadas, que levantaron suspicacia en la autoridad, “pues les parecía la hoz y el martillo camuflados”, según escribió el propio dibujante. Cuando finalmente se publicó Andalán, me llamó la atención aquel señor de tupido bigote, con cabello negro, bien ataviado, que figuraba destacado en la Primera. A mí siempre me recordaba a José Sanchis, nuestro profesor de Literatura. Al parecer, era la réplica de un anuncio que promocionaba un linimento para los dolores musculares. Estos detalles le daban al recién nacido cierto aire surrealista y buñueliano.

Con todo, a finales de los 60, en Teruel, Andalán tenía ya sus señas de identidad bien definidas– contenidos, tono, título y cabecera-, pero aún le esperaban dos años de laboriosa travesía- trabas y advertencias gubernativas, soporte económico, diseño y rotativa,. – para ver la luz en Aínsa en septiembre del 72. Para todo ello contarían con la generosa ayuda de ilustres y animosos amigos y colaboradores.

Así pues, el sonoro y andariego Andalán recorrió la geografía aragonesa de sur a norte, desde las sierras y arcillas turolenses hasta los bancales y montañas de Huesca, pasando, nutriéndose de materiales en la sala de redacción del campamento cesaraugustano, yendo de abajo arriba, de la sencillez al rigor, porque al decir de los padres de la criatura -Eloy y Labordeta- “pasar unos años en Teruel es la mejor receta para comprender el Aragón profundo, para entender el resto del territorio y sus gentes”. Pues que así sea.