La palabra no se confió al azar. José Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente seleccionaron docenas de nombres entre los que aparecían en el Nuevo Diccionario Etimológico Aragonés (Imprenta del Hogar Pignatelli), escrito por el lexicógrafo José Pardo Asso en 1938 y que llegaba a añadir hasta cinco mil voces nuevas al anterior, escrito el año 1884 por Borao (Diccionario de voces aragonesas, introducción de Jerónimo Borao). Finalmente se quedaron con una docena y, de entre ellas, se seleccionó la palabra ‘andalán’.
El primer número de la revista (15 septiembre de 1972) reproduce su significado en un recuadro situado encima del titular ‘buenos días’:
Andalán. M. (de andanada). Zanja abierta para plantar árboles en vez de hacer un hoyo para cada uno. Dícese ‘Está plantado a andalán’.
Según afirma Luengo en esta misma web, “el vocablo resultaba terruñero y sonoro, evocaba el toque de las campanas, invitaba a caminar, a trabajar y disfrutar juntos”.