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La última etapa (1982-87). Aguantar y cerrar
Lola se iba también a El Día; le homenajeamos el 15 de noviembre del 81 cenando muchos con ella. Y nuevamente me hice cargo de la dirección de Andalán, hasta su desaparición en 1987. Lo conté así: «Labordeta, que fue siempre presidente de la Junta de Fundadores, me llamó a ver si podía volver a dirigir la revista, “gratis”, porque estaba llena de deudas y no podían ni cerrar”. Acepté, tuve la suerte de que siguieran Ortego de coordinador, y Cano en la maqueta; también de administrador Carlos Romance y luego Carlos Burrel; más tarde llamé a dos estupendos alumnos de Empresariales: Luis Alegre para que llevara las cuentas, y Antonio Peiró como redactor jefe. Forcadell hacía magníficos artículos de nacional e internacional, que a veces cubrimos Peiró o yo mismo. Fue una etapa interesante, pero triste, muchos ya no colaboraban (“están todos colocados” decía José Antonio).
Mi vida privada se había complicado, era más viajera, fui a un Congreso a Budapest, encuentros en la UIMP de Santander, un verano de estudio en Londres, viajes por Suiza y Alemania; a Paris, invitado por la Fondation Singer-Polignac a un encuentro sobre nacionalismo en España. Fui desde 1985 profesor titular de Historia Económica de la Universidad, vi crecer a las tres hijas, y bregar con todo a Marisa.
En España los problemas se habían aclarado y definido, cuando el líder del PSOE, Felipe González, fue elegido presidente del Gobierno y firmó el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea (12 de junio de 1985), ingresando en enero del 86.
En Aragón nacían la UAGA y la Asamblea de Cultura de Zaragoza. En 1982 entró en vigor el Estatuto de Autonomía, se inauguraba la fábrica de General Motors en Figueruelas, el Papa Juan Pablo II visitaba la ciudad, finalizamos la Gran Enciclopedia Aragonesa, que dirigí con muchos andalaneros colaborando. Y la Unesco declaraba Patrimonio de la Humanidad al Mudéjar turolense. Ya en el 83 primeras elecciones autonómicas, primeras Cortes, y el PSOE con la mitad de los escaños elegía al socialista (y miembro de Andalán) Santiago Marraco, primer presidente autonómico. Escribimos con cierto orgullo: “Por primera vez en la historia de España, nuestro territorio va a tener un Gobierno elegido directa y democráticamente… Los nombres de Marraco, Biescas, Cuartero o Embid… desde el primer día estuvieron en Caspe, o contra el trasvase o contra Campo, o a favor de la libertad de todos los españoles. Su llegada es un vendaval de aire limpio…”
Pero nuestra publicación veía desaparecer a muchas de las surgidas y desarrolladas en paralelo en esa década y, sobre todo, poco después de comenzar esta última etapa, hubimos de tener dura competencia en los muy valiosos y queridos compañeros que habían creado El Día de Aragón (28-5-82) cinco meses antes, y cuya incidencia en nuestra revista no podíamos ignorar.
Impulsos para seguir
Como buscando bases sólidas con las que reiniciar el camino, editorializamos en esta coyuntura: “…diez años después, casi al límite de nuestras fuerzas, seguimos creyendo en la necesidad de un proyecto plural, independiente, crítico y de izquierdas, al lado de quienes, como nosotros, tampoco han dejado de luchar por nuestros ideales… Con la noble impertinencia de quienes no sirven intereses concretos, … con toda la ilusión, con toda la modestia, con toda la ambición no ya de quien empieza, como entonces, sino de quien anda ya curtido de tanto gritar por estos secarrales”.
Y yo afirmaba poco después: “son fechas, pues —para esos miles de compañeros que nos siguen, nos leen, nos espolean, nos critican para que no cejemos—, de renovada esperanza, aunque las nubes no se van fácilmente del horizonte, y menos en el horizonte español, donde soplan, cuando menos, vientos de bochorno”.
El incombustible Javier Delgado celebraba que “por primera vez desde 1939 un hecho cultural enraíza en la sociedad aragonesa, la tonifica, la revuelve, la cohesiona y la agita. La precaria fortaleza del régimen franquista, a estas alturas, no podrá impedir —pese a toda suerte de intentos— que el nuevo experimento tome más y más relieve. Porque ese experimento lleva en sí el signo de los tiempos, que es el del despertar masivo a la conciencia democrática, a la lucha antifascista y a la búsqueda de una identidad político-cultural regionalista. Así pudo convertirse ANDALAN en símbolo regional de la resistencia cultural al fascismo. Y como tal pasar a la historia, en su primera etapa”.
Muy cercano desde El Día, Pablo Larrañeta analizaba los viejos problemas: “la «marca» ANDALAN condicionaba todos los contenidos y la evolución de la realidad aragonesa acababa zanjando siempre las riñas seleccionando invariablemente la respuesta adecuada, que por cierto nunca era simplista y descalificadora. La información ofrecida desde ANDALAN fue durante mucho tiempo un producto inseparable de todas las otras funciones desempeñadas por la revista. Si ANDALAN nació para ser un revulsivo, los mensajes informativos de ANDALAN sólo podían ser un arma arrojadiza”.
La cultura gana, es su momento
Como era de esperar, en ese formato muy de revista, pero sin perder radicalidad, iban a tener de nuevo gran protagonismo los temas culturales. En primera fila, las Galeradas, colaboraciones literarias de gran alcance, de las que francamente me siento muy orgulloso. Además, hice las presentaciones de Pepe Sanchis, Ildefonso M. Gil, Herminio Lafoz, Ortíz Osés, Jaime Siles y A. Fernández Molina.
Hubo mucha atención al arte: Alicia Murria sobre Guinovart, y sobre Julia Dorado; J. L. Acín y Clemente Alonso entrevistaron a Antonio Saura; Labordeta tras la muerte de Pablo Serrano, en un número especial; Ricardo Santamaría sobre El grupo Zaragoza; sobre Santiago Lagunas (Labordeta, Lasala, Pablo Trullén, Roberto Benedicto); sobre Ramón Acín, el último regeneracionista, Joaquín Coll; un cuadernillo de dibujos de Julio Alvar comentados por J.L. Acín y Enrique Gómez Fanlo, que luego le entrevistaban. Y un número especial sobre Goya, por Borrás (Actualidad y modernidad de Goya); Josep Fontana (Goya y su exilio); Philippe Moreau (Goya y Manet); Guatas (cinco años de publicaciones sobre Goya en Aragón, y sobre Fuendetodos); Juan Manuel Bonet (Un proyecto pictórico fuerte).
No olvidando la música: Eliseo Serrano sobre el Ballet Clásico de Zaragoza; Juan José Carreras López sobre música clásica. Ángel Sanvicente sobre Eduardo del Pueyo. Luis García Abrines sobre Pilar Bayona. Eduardo Fauquié y las Instituciones musicales; David Asín sobre La transformación musical de los últimos años.
Nos gustaba el cómic, sobre el que escribieron Juanjo Soro (Primeras Jornadas del Cómic), y Antonio Altarriba sobre La “Independencia” que el cómic necesitaba; colaboró mucho el gran Alfonso Meléndez; Labordeta creó un cómic con guión suyo y dibujos de Isidro Ferrer: “Buscar a Efe”.
Muchos dossieres, analizaron a fondo a Cajal, Costa (hice crónica del encuentro de Huesca El legado de Costa; escribió Cheyne), Pablo Serrano, Buñuel; muchas veces los motivaban las muertes: Rotellar, Luciano Gracia, Sáinz de Varanda y otros de lejos como los admirados Manuel Sacristán y Marcel Bataillon. A veces eran dossieres de denuncia, contra las nucleares; o remachando sobre la democratización de las Cajas; en defensa del teatro; o sobre tierras lejanas pero próximas, como Galicia. Y un polémico, espléndido artículo de Donatella Pini, en el último número, sentenciaba que “La figura de Sender, … no queda perjudicada en absoluto por la tarea de aclaración que se ha emprendido acerca de su conducta en 1936. Antes bien, desde el momento en que resulta clarísimo que su papel, en aquel peligroso trance, no fue el del culpable sino el de una de las tantas víctimas del aparato policíaco estalinista, resulta evidentemente rehabilitada. Rehabilitada, claro está, por la investigación, la discusión y la información; y no por el silencio, hasta ahora celoso custodio de prejuicios y verdades dogmáticas”.
Mucho entrevistamos: Carlos Gurméndez a Juan David García Bacca, al que estudiaba Ignacio Izuzquiza; Clemente Alonso a Mingote; Javier Arruego a Aranguren, que hacía un resumen ético del año del cambio; Luis Ballabriga, a Juan Luis Buñuel; José Luis Lasala a Miguel Marcos; Peiró a a María José Cabrera, excelente periodista y querida amiga, y a Chesús Bernal, Eduardo Vicente de Vera y Juan Francisco Herrero, tres de los fundadores de la CHA. Yo, que gusto mucho del género, entrevisté a Ángel Alcalá, Plácido Serrano, Lola Olalla, Lorenzo Martín-Retortillo, José Mari Lagunas, Guillermo Fatás, Pablo Larrañeta…
Nos alegraban firmas como la de José Aced desde Barcelona sobre Goya; Fernando Martínez Laínez evocando su encuentro con Borges en Buenos Aires; García Abrines, Retrospectiva de Buñuel en Nueva York; Ortíz Osés, Antropología e identidad aragonesa e Hispanidad; Teresa Agustín sobre Marguerite Duras.
Artículos sobre nuestra historia como el dossier Aragón bajo el franquismo; A. Peiró, El nacimiento de Falange Española en Aragón; y con Vicente Pinilla sobre Gaspar Torrente. Pérez Sarrión sobre Cultura, ideología e historia en la obra de Josep Fontana, al que entrevistan Peiró y Pinilla, y asistimos L. Germán y yo en un rincón del Levante. Se contemplaban los 50 años del Congreso por la Autonomía en Caspe, e hice crónica sobre la desaparición de los incunables de La Seo, utilizada por el equipo “Teleobjetivo” de TVE y la plataforma londinense Channel Four.
Grandes temas como el Nobel a García Márquez, que produjo mucha alegría. Un dossier sobre Marx en su centenario, con textos seleccionados por Forcadell, artículos de Gabriel Albiac y J.L. Rodríguez y en la última página, en homenaje: “lo que aún hoy, cien años después de su muerte conmueve, no está en la letra de sus textos sino en la tensión moral que éstos recogen: la búsqueda intelectual de quien dio la realidad por transformable si su conocimiento exacto es capaz de organizar la voluntad colectiva”.
Se escribió mucho, editoriales y textos sesudos sobre política: Forcadell glosaba la victoria socialista y el final de la transición. Javier Delgado y Víctor Viñuales coordinaron un debate electoral de la izquierda.
No faltaron visiones comprometidas sobre religión: “La proyección aragonesa de la Iglesia Católica durante el régimen de Franco, por José Ángel Tello; A. Fierro, Wojtyla Superstar; un extra muy controvertido dedicado al Opus Dei en Aragón; Julia López-Madrazo sobre el viaje a España de Ernesto Cardenal; nuestro apoyo al cura Leminyana de Roda de Isábena.
Cercanas algunas revistas culturales, en esa mi segunda etapa hicimos publicidad conjunta con El Ciervo, Argumentos, Quimera, Sistema y El Europeo. Y no todo era un camino de rosas: hubo discusión con la escandalosa portada que abría páginas sobre “la Fernando el Católico». Advertí, algo cansado de las luchas culturales modernas, que la aceptaba “sin tratar de «distanciarme» de la expresiva y divertida portada de Pascual Loriente, que está cambiando últimamente el aire de los andalanes: él tiene su lenguaje y dentro, nosotros, el nuestro, y ambos se influyen, por supuesto. Nosotros necesitamos más irreverencia, el procura dar en la diana por donde duele: el más intocable personaje de nuestra historia ha dado nombre a la más importante institución cultural -por sus presupuestos y volumen de ediciones-, cuya trayectoria tardofranquista no ha sido capaz de modificar, en más de año y medio, el grupo socialista en la Diputación, aunque parece que no falta ya mucho…”
Dediqué mucho tiempo a pensar y escribir un larguísimo texto “Puntualizaciones a la cultura aragonesa” que sirvió para debatir muchas cosas. O, con otra obsesión propia de quien se incluía en ese mundo, “Sobre los editores”.
El cierre
Habíamos ido cambiando de imprenta, de formato, siempre por razones económicas más que estéticas, claro. Tuvimos, como todos, espacios preelectorales para políticos. Y asistimos a noticias que conmocionaban al mundo: la hambruna en Etiopía, los científicos advertían ya del calentamiento del planeta, descubrían el virus del sida, comenzaban a funcionar los teléfonos móviles, un peligroso accidente nuclear en la central de Chernóbil (Ucrania) advertía sobre ese modelo energético y se lograba, ya en 1987, un tratado entre Reagan y Gobarchov para reducir el arsenal nuclear.
Alguien me recuerda, yo no lo tenía en mente, que el último nº se imprimió en los talleres de El Día. Todo un símbolo. El cierre, lo sentenciamos así: “Dificultades económicas casi siempre, en parte debidas a la legendaria torpeza de intelectuales para sostener empresas mercantiles -sin capital apenas, con muy escasa publicidad por torpeza propia, y porque el capitalismo nunca quiso alimentar a sus críticos, con tiradas bajas y costes de imprenta crecientes, con escasísimos sueldos fijos que, por contra, impedían una profesionalización mínima, sin bolsa para viajes en una tierra que los exige…-. Hoy, a la hora del meditado e inexorable cierre, vamos a realizar la proeza de cerrar pagando nuestras deudas y conservando la cabecera de ANDALAN por si un día vienen mejores vientos. Una subvención del Ministerio de Cultura teóricamente pensada para que revistas así puedan sobrevivir -todos los años mueren varias, sin embargo-, y la venta de todo nuestro patrimonio (colecciones completas de la revista, carpetas de arte, etcétera), van a permitir ese milagro, quitándonos la losa que estos últimos tiempos pesaba sobre todos. En ese sentido, un final «feliz».
Y ¿por qué cerrar, entonces?, acaso se pregunte alguien. Porque la crisis se arrastraba desde hacía tiempo y tenía otras caras: es la crisis que hizo desaparecer a revistas tan prestigiosas y populares como Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, La Calle, Por Favor, Viejo Topo y tantas otras; en Aragón que de cinco diarios Zaragoza se quedara con uno, y ahora dos, o que había devorado en los últimos tiempos a revistas locales o comarcales tan interesantes como El Ribagorzano o Zimbel.
Es posible que en una era de abandonos y cuando ya no hacía falta un refugio y un aglutinante porque cada cual tenía en libertad su centro de discusión y de trabajo, nos hubiéramos distanciado de partidos, sindicatos, movimientos sociales y gentes de la izquierda en cuanto a la praxis diaria, la lucha codo a codo, la interpretación y análisis de nuestro entorno.
El número 466-467, que supuso una gran despedida. Con voces nuevas, como la de Ángela Labordeta, que escribía sobre “Un joven escritor maduro: Ignacio Martínez de Pisón”. Y se ofrecía una antología de humor de esos quince años, que cerraba un collage de Cano. “Hasta aquí”, titulamos, con expresión muy de Labordeta, “llegó la riada”. Treinta y cinco años después no está, ay, Gonzalo Borrás para decir con sorna de seminarista rebotao: “Sic transit gloria mundi”…