andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.3. Historia
Nuestro último número, editorial. Hasta aquí llegó la riada
Editorial del último número de Andalán número 466-467, 1ª-2ª quincena enero 1987.
La desaparición de ANDALAN, después de tantos años —casi quince — de difícil existencia, nos lleva, al fin, a redactar esta no deseada «crónica de una muerte anunciada». Nos habíamos acostumbrado —nosotros, nuestros lectores, puede que también nuestros detractores — a esa amenaza constante y a que de uno u otro modo las soluciones de emergencia nos permitieran seguir un tiempo más, aunque fuera malviviendo.
No era de extrañar que en un producto tan atípico, con clara voluntad de influencia cultural y política en la sociedad aragonesa, abundasen voluntarismos y esfuerzos denodados, cierres de filas de un equipo siempre amplio y unos lectores auténticamente «militantes» y entusiastas, o coyunturales apoyos que en todo caso nunca resolvían las cosas en una empresa
tan ambiciosa como endeble, tan llena de individualidades valiosas en toda etapa como falta de armazón profesional en todas sus facetas.Es muy posible que, a pesar de nuestras muchas deficiencias, cuando se quiera hacer la historia de Aragón en los últimos años de franquismo, en la larga transición, en esta época de crisis y esperanzas, haya que contar con el casi medio millar de números de este tozudo, radical, independiente periódico. En sus etapas, en sus discrepancias internas, en sus diversos enfoques y matices, hay como constantes una clara postura de izquierdas — aunque siempre independiente de unos u otros partidos — , una notable preocupación por la cultura, y una permanente dedicación a los asuntos de Aragón. Posiblemente de la combinación predominante de esos tres factores surgieron los tres lustros, las tres etapas bien diferenciadas de la publicación: izquierda cultural, izquierda aragonesa, cultura aragonesa. Todo ello, en un contexto casi siempre hostil o reticente, aunque, ya queda dicho, con unos miles de lectores amigos, fidelísimos, entusiastas.
En todos estos años, casi como menú cotidiano, nos han acompañado también esas dificultades asfixiantes, que tanto amenazaron siempre la continuidad de ANDALAN. Dificultades económicas casi siempre, en parte debidas a la legendaria torpeza de intelectuales para sostener empresas mercantiles — sin capital apenas, con muy escasa publicidad por torpeza propia, y porque el capitalismo nunca quiso alimentar a sus críticos, con tiradas bajas y costes de imprenta crecientes, con escasísimos sueldos fijos que, por contra, impedían una profesionalización mínima, sin bolsa para viajes en una tierra que los exige… — . Hoy, a la hora del meditado e inexorable cierre, vamos a realizar la proeza de cerrar pagando nuestras deudas y conservando la cabecera de ANDALAN por si un día vienen mejores vientos. Una subvención del Ministerio de Cultura teóricamente pensada para que revistas así puedan sobrevivir — todos los años mueren varias, sin embargo — , y la venta de todo nuestro patrimonio (colecciones completas de la revista, carpetas de arte, etcétera), van a permitir ese milagro, quitándonos la losa que estos últimos tiempos pesaba sobre todos. En ese sentido, un final «feliz».
Y ¿por qué cerrar, entonces?, acaso se pregunte alguien. Porque la crisis se arrastra desde hace tiempo y tiene otras caras: es la crisis que hizo desaparecer a revistas tan prestigiosas y populares como Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, La Calle, Por Favor, Viejo Topo y tantas otras; en Aragón es la crisis que hizo que de cinco diarios Zaragoza se quedara con uno, y ahora dos, o que ha devorado en los últimos tiempos a revistas locales o comarcales tan interesantes como El Ribagorzano o Zimbel. Una crisis de lectores, sí, en parte; pero sobre todo una crisis política y social. Política, porque no hay demasiado interés en ayudar a mantenerse a revistas críticas, radicales, de izquierda; social, porque la sociedad aragonesa en concreto, es desde siempre altamente insensible a este tipo de peripecias, no considera a sus medios de comunicación como instituciones a preservar y favorecer, aunque no sean voces amables y complacientes.
Pero hay más. Paradójicamente, ANDALAN ha tenido una amplia influencia en la vida aragonesa, no sólo por su papel periodístico: en su pequeña sede, en sus semanales sesiones de los lunes, en su dura y difícil historia, ha tenido como miembros de su Junta de Fundadores, como redactores, como colaboradores, a una parte muy importante de lo que hoy es la clase política en el poder, a un destacado grupo de profesores o a dos docenas de entre los mejores periodistas de esta tierra. Entonces, todos ellos eran — en lenguaje casi obsoleto en pocos años— penenes, meritorios,
muy jóvenes. No hemos sabido encontrar sustitutos fáciles. Y no por dificultades internas: añoramos las grandes discusiones de antaño. No hemos sabido atraer a los más jóvenes — nuevas generaciones de colaboradores y de lectores—, ni retener a muchos, ni, en definitiva, mantener a flote una nave hace años llena de agujeros. Que este sea mal de muchos, no es consuelo, ni aplaca nuestra desazón.Arrojamos, pues, la toalla, porque es fácil ser héroe contra las grandes dificultades, pero imposible seguir cuando la sociedad agobia y alrededor todo es pasotismo. Cuando es posible encontrarse por la calle a muchos viejos compañeros de ilusiones y escucharles preguntar si aún sigue ANDALAN… Ahora surgirán sus lamentaciones y hasta puede que alguien — como ocurrió cuando el PSA entró a su vez en vía muerta — increpe a los que cierran. Pero es posible que más de uno también piense, con nosotros, en esa extraña circunstancia de que la democracia devore a sus hijos…
A la hora de la despedida, y parafraseando el artículo de nuestro director — de entonces y de ahora — en el número 1, en septiembre del 72, podemos repetir, apenas cambiando el tiempo de los verbos:
«Había un puñado de gentes apasionadas por los problemas del país (y por sus soluciones), que en Aragón estaban, seguramente, de modo más o menos consciente o confuso, buscando una palanca y un punto de apoyo. Hemos creído haber contribuido a fabricarlos con este periódico. Esperamos haber servido para algo, con toda la modestia y toda la amargura
de quien se despide.»