andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.5. Intrahistoria

Tozuda, radical, independiente. (recuerdos de mi tiempo en Andalán)

Así rezaba en el último editorial de esta revista que también se nombraba periódico, una modernidad fluida en su momento que me acogió siendo yo una joven, muy joven, sin apenas experiencia, pero con el firme convencimiento de que yo quería escribir, junto a los mejores, y allí fui siendo poeta, periodista y compañera.

Luis Alegre y yo fuimos de los últimos en llegar y los más jóvenes de la redacción del lunes. Podríamos decir que fuimos, nos quedamos y cerramos en ese último titular del “hasta aquí llegó la riada”. Los novísimos, ultimísimos.

Cuando Eloy, mi querido director, me pidió un artículo sobre Andalán volví la vista atrás, ya muy atrás, y pensé que quería contar el tiempo de los últimos años de esa vida “cuando era nuestra”. Contar retazos de ese tiempo de aprendizaje y crecimiento. Mirar con mis ojos de mujer joven en una redacción de hombres, como era frecuente  entonces, donde Carmen Rábanos y yo éramos las únicas sentadas en la reunión del lunes.

Del cómo llego allí tiene nombre de poeta, José Bergamín, y un teatro, el Teatro del Mercado, así que si la cabeza no me falla es en 1983 cuando en un homenaje me encuentro con algunos andalaneros de pro y entre ellos a José Antonio Labordeta, que en una cena en Casa Emilio me invita a pasarme por la redacción en San Jorge, 32, principal. Y le dije que sí. Y allí empezó todo.

Allí nacen los recuerdos, alrededor de una mesa apasionada de redacción, donde no abrí la boca en un año y cuando lo hice Labordeta se dirigió a mí y tal cual era me dijo: “Pues ya pensábamos que no sabías hablar”. Y hablé algo, aunque me costó mucho y así fue creciendo una voz, lentamente, sin reblar. Y así empezaron a juntarse las palabras en las páginas en blanco, sin ordenadores y sin filtros. De ahí mi pasión por el debate, la reflexión y el tiempo para escribir.

Mi redacción estaba llena de maestros, no había maestras, aunque la red de apoyo estaba fuera, que aunque no se sentaban habitualmente en el debate de los lunes sin sol, construían. Y nombro aquí a mi ahora hermana Carmen Magallón con la que firmamos el penúltimo editorial de nuestra revista. Un número extraño y feminista que dio en llamarse: El futuro es mujer. Habían pasado cuatro años desde mi llegada y puedo decir que no falté ni un solo lunes a esa mesa lunera que traba de coordinar con cariño el amigo Antonio Peiró. El lunes con nuestros escritos en la mano y tras lectura aprobación o no.

De cómo eran esas redacciones trataré de hablar ahora. Diría que muy buñuelescas con ese humor y sarcasmo aragonés que pueden levantar ampollas y muchas risas, también. A veces ruidosas, a veces eruditas con un punto masculino pues eran todos caballeros baturros. Era tímida, joven y sabía, hay que admitirlo, que todos sabían mucho más que yo. Una de las cosas que te ensañaba Andalán era a no entrar en las hogueras de las vanidades. El trabajo, la honradez, la sinceridad y la humildad fueron enseñanzas claves. He seguido reconociendo en el tiempo a mis queridos José Antonio, Eloy, Luis  German y otros amigos que fueron siendo  los que conocí en aquellos años. Daba igual si llegaban a ser diputados, catedráticos, doctores. Nadie se quemó en la hoguera de las vanidades. Supongo que va con esto tan glorioso que es ser aragonés. Gentes de una tierra donde hay que ganarse el pan con sudor y lágrimas. Y aquí la fama cuesta. Nada ha cambiado.

El espacio limita los recuerdos y los aprendizajes. Mi tiempo de Andalán no es el tiempo de los primeros años ni de los intermedios. Es el tiempo de los finales de cuando el efecto y el “glamour” habían desaparecido y nos encontrábamos en una redacción que tiraba osada hacia adelante y donde muchos ya no estaban aunque quedaban los imprescindibles. Ser joven y estar en aquella redacción era ya casi tan raro como ser de Teruel, como diría Carbonell, y nuestras letras ya no irritaban tanto al poder. Al final casi hacíamos aquella revista porque nos queríamos, tozudos, casi sin medios y acosados por las deudas. Bajando las tiradas, bajando el gramaje del papel, volviendo al periódico. Éramos “los últimos de filipinas”, los últimos baturros y baturras empeñados en dar voz, en escribir poemas, en sentir y retratar Aragón en un papel.

La noche del cierre fue una derrota pero fuimos derrotados con historia y lucha. Una foto de los últimos delata nuestras tristezas pero también el orgullo de haber sido la voz de un pueblo poco amado por sus políticos.

Gracias, Andalán.