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Lo que Andalán supuso para un estudiante de Derecho recién llegado
Contaba yo con 16 años de edad cuando nació Andalán (septiembre de 1972), pero no fue hasta el mes de enero de 1974 cuando, tras venir a Zaragoza para iniciar los estudios de Derecho, empecé a tener acceso a su lectura. Antes había estado en el Instituto de Molina de Aragón (Guadalajara), terminando el bachillerato, y allí no llegaba.
Ese curso, que tendría que haber sido el 73/74, lo empezamos, como digo, en enero de 1974. Fue un experimento que duró solo ese año y que se le llamó, con cierta sorna, el “calendario juliano”, en honor al ministro que tuvo la ocurrencia, Julio Rodríguez Martínez.
Ya en Zaragoza, siendo un incipiente universitario, enseguida pasé a formar parte del grupo de lectores que esperaba impaciente la salida del próximo número de Andalán. A quienes ya entonces nos ubicábamos en el ámbito de la “izquierda estudiantil”, la lectura de un periódico como Andalán nos estimulaba, ciertamente, en la lucha por la transformación del sistema político entonces imperante.
Eran tiempos en que la interdicción de la palabra era una constante del régimen franquista frente a quienes apostaban por la defensa de los valores democráticos. De ahí que, siendo tan arriesgada la tarea de sacar un nuevo ejemplar, los lectores no podíamos perdérnoslo porque nunca se sabía si el que puntualmente íbamos comprando en el quiosco, cada quince días, sería el último.
Para los disidentes de aquel régimen, Andalán adquirió una dimensión extraordinaria en la forma de difundir una determinada cultura, de trascendencia radicalmente renovadora. Constituía un incentivo que levantaba el ánimo de los asiduos lectores que estábamos en la tarea de seguir luchando para transformar las instituciones.
Eran tiempos especialmente difíciles. Acababan de matar a Carrero Blanco (20 de diciembre de 1973), Presidente del Gobierno, y los agentes de la Brigada político-social se mostraban especialmente activos en la persecución de los estudiantes más comprometidos. Cualquier participación en las manifestaciones contra el régimen podía derivar en un expediente disciplinario, con la subsiguiente sanción gubernativa, que solía consistir en una multa o en la pérdida de la matrícula y expulsión del distrito. Incluso podía producirse una detención y terminar en el Tribunal de Orden Público. De ahí la importancia que también en estas situaciones tenían los medios de comunicación comprometidos que informaban sobre ello, como indudablemente lo era Andalán.
Sacar a la luz y denunciar ante la opinión pública los atropellos que protagonizaban los servidores públicos de aquel régimen siempre fue una de las señas de identidad más patentes de Andalán. Ese fue el compromiso de los fundadores y esa fue la constante que siempre se mantuvo, mientras se publicó en aquella primera época. Hay que tener en cuenta que quienes desde planteamientos ideológicos de la izquierda aragonesa tuvieron la iniciativa de publicar este periódico, no solo debieron representarse la decisión de hacerlo, sino, sobre todo, de cómo hacerlo, pues el riesgo de secuestro de esta clase de publicaciones era patente en aquellos tiempos tan convulsos. Supieron hacerlo, lo hicieron bien, y aquellos estudiantes de mi época siempre les estaremos agradecidos por ello.