Conocí la revista Andalán siendo estudiante en el Instituto Goya de Zaragoza y a través de José Mari Lagunas, compartiendo amigos comunes. Con 16 años me incorporé al grupo de colaboradores que se encargaban de poner las fajas a los periódicos para el envío a los suscriptores en las noches de cierre del quincenal, en los talleres de El Noticiero. Luego acompañé en muchas ocasiones a llevar los periódicos a Correos. Tuve profesores en el instituto que eran suscriptores y luego conocí a otros en la universidad que se convirtieron en verdaderos amigos. Para un joven estudiante de instituto la revista supuso todo un descubrimiento de mundos, temas y personas de los que apenas se hablaba en las clases de secundaria y con sordina en la ciudad. Descubrí ideas y sentimientos, movimientos sociales y culturales, política y compromiso. Honda impresión me causaron las noticias sobre Chile publicadas en la revista a partir de 1973, conocí lo que fueron los secuestros de la revista y las noticias por las que se secuestraba Andalán. Se que gran parte de mi compromiso social con Aragón se debe a las brillantes páginas del quincenal y que Eloy Fernández Clemente, Carlos Forcadell o Luis Germán, hoy buenos amigos míos, fueron algo culpables. La última etapa fue la que viví con más intensidad porque coincidimos unos jóvenes “partisanos” que, a la llamada de Eloy, en unos momentos difíciles para la supervivencia de la revista, hicimos de todo y escribimos de muchas cosas. Primeramente, en 1982, Vicente Pinilla y yo y luego Antonio Peiró o Luis Alegre, acudimos a las reuniones de los lunes y a las frugales cenas de después, pero con impagables recuerdos de Labordeta. Todos éramos, desde adolescentes, ávidos lectores del quincenal. Mi primer artículo, que salió en contraportada, fue sobre fiestas perdidas en Zaragoza, en unos momentos en que se reivindicaba la recuperación de esas formas de cultura popular. Con Vicente (investigando en Madrid para nuestras Tesis doctorales), entrevistamos, entre otros, a José Luis Borao (a punto de estrenar Río Abajo) que supuso el inicio de una estrecha relación con el cineasta y el resultado de la conversación, una de las entrevistas, en la sección Paisanaje, más citadas y en la que nos trasmitió los valores de honestidad, sinceridad, amistad y compromiso. En el último número editado y en el que escribió todo el que quiso y de lo que quiso, a mi me dio tanta pena que fui incapaz de escribir una línea.