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Las cuentas de Andalán
En mi etapa con la revista desde 1973 a 1979 (clave en mi trayectoria, una escuela formativa maravillosa) anduve gestionando y administrando los medios y recursos. Los primeros años no tuve dedicación exclusiva porque no había remuneración. Hasta pasados 4 años y medio no pude ser dado de alta en la Seguridad Social. Era duro el trabajo, yo les veía como demasiado teóricos, así que me alejé un par de años, aunque regresé con otras tareas, la de maquetador fundamentalmente.
Uno de mis primeros cometidos fue viajar en auto-stop a Teruel (Librería Perruca y otras) para cobrar lo vendido y saludar a los contactos que Eloy tenía de su estancia en la ciudad. También en autobuses a Huesca, Barbastro, Sabiñánigo, Jaca… visitando los kioskos, liquidando lo vendido y retirando la devolución. También era importante cobrar la publicidad solidaria: Librería Hesperia, Casa Emilio, Conservas Pessantia, Restaurante Somport de Jaca, y alguna otra que confiaba en el medio (ORGEMER).
Los recursos eran escasos. Las fichas de los suscriptores se guardaban en cajas de zapatos, con una copia de seguridad en un lugar seguro. Las magníficas relaciones con la imprenta Cometa (José Luis Lalana, Serafín, Josué…) facilitaban el funcionamiento de la pequeña empresa. Nunca se devolvió ninguna letra y si en algún momento había problemas, se acordaba la solución que conviniera a las dos partes. Siempre tuve y tengo el criterio de anticiparme a lo que hay que pagar, no hace falta que me lo recuerden. Esta empatía y confianza generaban credibilidad suficiente para que todo funcionara bien.
La difusión iba creciendo. Acuerdos con la cooperativa distribuidora de prensa en Aragón con las librerías de ferrocarriles; aunque fuera testimonial nos permitía estar presentes en Calatayud, Calamocha, Monzón, Lleida…, acuerdos con librerías fuera de Aragón (en Barcelona Cinc d’Oros, en Madrid Antonio Machado, en San Sebastián Lagun).
Para que todo pudiese funcionar bien y a tiempo, un momento importante eran los cierres para la distribución. Se realizaban en la buhardilla en la calle San Miguel en un 4º piso sin ascensor, encontrado tras los primeros meses en que la redacción se reunía en casa de Eloy y Marisa Santiago. Un grupo de personas, entre media y una docena dependiendo de la tirada (A. Calvo, J. L. Royo, T. Marcén, P. Arto, J. Sodric, E. Serrano, P. Insa, P. Albaiceta, Luz Abadía, J. M. Sanz, J. A. Apodaca, I. Pérez…) estábamos cuatro, cinco, hasta ocho horas enfajando los ejemplares, separándolos por destinos y llevándolos a correos y a la distribuidora de prensa.
Eran necesarios más recursos. El refuerzo en administración y la dimensión, hizo que nos trasladásemos a un piso en la calle San Jorge. Luz y Ana se ocupaban, entre otras tareas, de controlar las altas, de la actualización de las direcciones de los suscriptores y de llevar los recibos al Banco para su cobro. Llegó a haber un despacho para publicistas a comisión (Margarita, Alberto, Chesco) que trataban de conseguir anuncios para el medio. La grabación en placas metálicas (Requejo) con los datos de los suscriptores facilitaba la impresión metálica de las fajas y no escribirlas a mano.
Se contactó con un aragonés (Jordán) en Madrid, directivo de una gran agencia de publicidad, para que nos diese consejos acerca de cómo conseguir más publicidad y difusión. Estábamos suscritos a la Oficina de la Justificación de la Difusión OJD y anualmente acudían a tomar muestra aleatoria de un bloque de suscriptores para certificar que los datos de la tirada eran ciertos. Recuerdo a propósito de la publicidad una campaña muy acertada y creada por Luis Granell, con sello propio, “favorezca lo aragonés”, que impulsó nuevos anuncios.
Una forma importante para conseguir suscriptores era yendo a recitales y eventos culturales, acompañando a José Antonio Labordeta acudí a más de 100 actos, regalando los números atrasados y consiguiendo suscripciones gota a gota. Importante encuentro en Jorcas en agosto: acudían desde Valencia los emigrantes; o los actos que organizaba Lorenzo Lascorz con los aragoneses en Madrid; los Recitales en la Plaza del Rey en Barcelona, también junto a la Catedral de Lleida, Salamanca, Hospitalet del Infante, la cuenca minera de León o pequeños lugares como Bezas en Teruel. También acudí a Canet Rock, acompañado de Mario Gaviria con ejemplares atrasados que permitían difundirlo y organizar debates con personajes como Ocaña u Orensanz.
Llegaban las técnicas modernas y se fueron dejando de lado las galeradas de plomo y, con la tirada ya más numerosa, se comenzó a imprimir en la rotativa del Noticiero de la Avenida de Cataluña. Los cierres allí eran como una fiesta y el voluntariado venía a cambio de unas pesetas que suponían unos ingresos de supervivencia para las personas desplazadas de sus pueblos.
También se llegó a imprimir un tiempo en Lleida. Había que ir con una furgoneta Bujeda, a por los ejemplares y realizar el mismo proceso de cierre. Afortunadamente había una promoción de Autopistas y no pagábamos el peaje.
En 1976 se alcanzó un techo 5000 suscriptores y 16.000 ejemplares de tirada. En este punto se decidió el cambio a Sociedad Anónima en julio de 1977, emitiendo acciones para que acudiesen particulares y lograr la continuidad. Andalán ya llevaba tres meses como semanario. No tuvimos el resultado esperado.
No fui partidario de estos cambios para crecer y si como administrador no estaba de acuerdo se abrió una grieta en mi dedicación. Recuerdo la reunión en las habitaciones de la calle San Jorge y cómo Santiago Marraco señaló que había que tener en cuenta mi opinión y valorar si este era el camino a seguir. En mayo de 1979 se aprobó otra ampliación de capital. Recuerdo que un Policía Nacional, propietario de un kiosko de prensa donde se vendía el periódico, acudió con su aportación para comprar acciones: le veía futuro…
Uno de los momentos más emocionantes de nuestra historia fue en junio de 1978 cuando el festival del Palau dels Sports de Barcelona, reunió a 12.000 personas que acudían a la llamada de solidaridad ante las demandas presentadas por Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. Durante casi un mes participé en el empapelamiento de la ciudad para convocar, así como para ayudar a organizar entrevistas en medios y realizar la logística de acogida de los participantes en el Festival. Aún recuerdo las caras de asombro de la gente, paseando por las Ramblas el Grupo de Danza de San Juan de Plan con Josefina Loste a la cabeza.
El recinto tenía el aforo completo y para evitar desorden, la policía nos permitió que en una de las puertas cogiésemos el dinero de la entrada y se rebajara la tensión, ya que era enorme el deseo de participar. Ese efectivo llegó a la redacción en una bolsa de deportes. Al año siguiente se organizó otro Festival, para obtener suscripciones y fondos y ya no tuvo la repercusión del anterior. Es una historia larga…