Una rosa para Miguel Servet
Tuve ocasión de pasar una semana en Berlín, bella ciudad en plena ebullición. Ha sabido renacer de sus cenizas. Hay una magnífica eclosión de nueva arquitectura con presencia de Moneo y Calatrava. El grupo de museos integrados en el Kulturforum y los de “la isla de los museos” la sitúan en la cabeza del arte en Europa y en el mundo. Es asombroso el esfuerzo que están realizando. La Gemäldegalerie y El Museo de Pérgamo, con su altar, el mercado de Mileto y la puerta de Abisinia son perlas exquisitas del mundo del arte.
Entré casualmente en una iglesia con un museo dedicado a los hugonotes donde aparecía una fotografía con la tumba de Miguel Servet. El museo está ubicado en una bella plaza estilo renacentista italiano llamada Gendarmenmark, con tres bellos edificios: la iglesia francesa con el museo, el centro de conciertos y otra tercera actualmente destinada a Museo de la democracia. En medio de la plaza se levanta un monumento a Schiller.
Los hugonotes se establecieron en Alemania en 1685 por el edicto de de Postdam. Alemania ofreció asilo a 20.000 hugonotes perseguidos en Francia por motivos religiosos. Se les describe como hábiles artesanos y reconocidos eruditos. Su llegada contribuyó a enriquecer de forma notable la vida social y cultural de Berlín. A ellos se debe que el dialecto berlinés cuente con bastantes palabras francesas.
Me llamó la atención en el museo un panel con fotografías que incluía la casa de Calvino, la iglesia de San Pedro donde predicó, una fotografía del humanista Castiello, conocido por sus críticas a Calvino, la tumba de Miguel Servet y un grabado con el pie de “Michael Servetus de Aragonia”.
La documentación del museo no tenía traducción al inglés, francés o español por lo que no pude comprender el significado exacto de este panel. Estaba muy clara la tumba y retrato de Miguel Servet, médico aragonés enviado a la hoguera por Calvino por motivo de defender sus ideas el 27 de octubre de 1563 en Champel. Fue quemado con su libro La Christianismi Restitutio. Se ha escrito que la muerte de Sócrates, de Giordano Bruno y de Miguel Server pertenecen a las grandes injusticias de la historia. El empleado del museo no supo aclarar mis dudas. No pude saber si reconocían el gravísimo error de Calvino o tenía algún otro sentido el citado panel. Sentí no dominar el alemán. Algo se movió por mi interior.
Ante la duda decidí recordar las palabras de Castiello en el libro de firmas “mandar a un hombre a la hoguera por defender unas ideas, no es defender unas ideas sino asesinar a una persona”.
Y una rosa para la tumba de Servet.