andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.11. Andalán en la bibliografía
Los años de Eloy Fernández
Artículo publicado en «Heraldo de Aragón» el 9 de junio de 2013
Eloy Fernández ha escrito casi mil cuatrocientas páginas de recuerdos en los que narra importantes episodios protagonizados en Aragón por él y otras muchas gentes de su generación
Los años de Eloy Fernández
Los años de Eloy Fernández son setenta, desde el pasado 13 de diciembre, pero el título de este artículo no se refiere a los de su edad, sino a los de sus trabajos y sus días, a los quehaceres y vivires que, como personaje público -cívico, civil, ciudadano-, ha ido desplegando ante cuantos hemos estado atentos a la historia reciente de la comunidad política aragonesa.
Acaba de aparecer, editado por el Rolde de Estudios Aragoneses, el segundo libro de sus memorias, rotulado ‘Los años de Andalán. Memorias (1972-1987)’. Tiene 764 páginas y cientos de apiñadas fotografías de rostros, casi todas de tamaño carné. Muchas, muchísimas personas -estimo que se mencionan algunos miles-, porque estos recuerdos han hecho sitio principal para la gente, muy numerosa, con la que ha compartido su laboriosa vida. Es visible su intención de mostrarse inmerso en un protagonismo colectivo.
Con el volumen precedente, titulado ‘El recuerdo que somos. Memorias (1942-1972)’, que abarca desde el nacimiento de Eloy hasta el del periódico Andalán’, el cuantioso total es de 1375 páginas, lo que ayuda a cumplir uno de los propósitos de la obra: dejar consignadas listas, relaciones, nóminas de personas, sacarlas del cajón. Más de uno le dirigirá el reproche de que, por eso, ciertas partes de la obra no permiten la lectura seguida. Otros (como yo) aplaudirán el esfuerzo en pro de quienes necesitarán un día el beneficio del dato preciso que confirma una presencia, documenta un momento, acredita un detalle significativo para una pesquisa que, cuando se haga, cuenta desde ahora con el beneficio de esta trabajada compilación.
Es una opción consciente, tras la que palpita la mezcla de los diversos profesionales convergentes que han ido formando, de modo sucesivo y acumulado, la sustancia biográfica de Eloy Fernández como hombre de la polis: el maestro nacional de vocación y estirpe, ansioso siempre por aprender para comprender y poder enseñar; el periodista titulado y ejerciente largo tiempo en condiciones de apreciable dificultad, que busca averiguar lo que sucede, ponerlo en claro y sacarlo a la luz; y, en fin, el historiador de la contemporaneidad, académicamente cuajado, no sin tribulaciones, en la cátedra de Historia Económica en la que ha profesado tantos años, hasta su reciente jubilación. Oficio este que obliga a una sujeción disciplinada y constante a la ‘conditio sine qua non’ para toda actividad científica: el método. Esta polivalencia le hizo dirigir enciclopedias y es una segunda naturaleza de la que con buen criterio, no se desprende aquí.
De esta múltiple personalidad ha surgido la criatura, sin concluir del todo -falta un tomo-, pero ya granada, de estas memorias.
Por un lado son, pues, consignación de datos, materia prima de apariencia árida, pero a la vez obsequio -y reto- para quienes un día necesiten recurrir a un compilador fiable, que durante decenios ha guardado y ordenado octavillas, panfletos, impresos, convocatorias, programas, reseñas y demás especímenes de valor secundario, que adquieren cuerpo y significado precisamente cuando se exponen dotados de sentido, insertos en un argumento aclaratorio.
El amplio lugar que el autor les dedica no es, empero, la parte del león. Los muchos capítulos de rememoración tienen la forma es-perable del relato valorativo, en estilo llano y directo. Es patente que el autor ha omitido episodios sin darse la satisfacción del desquite, que no hay que confundir con la venganza, porque aquel participa de la idea de equidad. Faltan amargores que hubieran requerido alusiones personales muy duras y directas, prueba del particular carácter del autor.
Las congojas contadas en estas memorias son casi siempre colectivas, porque Eloy ha sido una especie de ‘lugar geométrico’ de muchos que compartían expectativas en los últimos años del franquismo. Fue cabeza de turco y acabó en la cárcel de Torrero, curiosa e injusta estancia relatada con detalle y buen pulso, sin mi-tificación ni alardes.
Los retratos ambientales de la prensa, la universidad, la poliédrica y fragmentada oposición al régimen, obligadamente clandestina, no son retales, sino partes de un panorama que se suman al relato detallado, vivido en muchos momentos, de las cadenas de sucesos que enlazan siempre con el argumento mayor, Andalán’, con el que el autor hila el resto de las historias que le cupo vivir o convocar: desde el Partido Socialista de Aragón hasta la ‘Gran Enciclopedia Aragonesa’ (de cuyo maltrato posterior es testigo de cargo).
Con el punto justo de indiscreción, hay numerosos extractos literales de cartas con gentes ilustres (Manolo Gil, Tuñón, Blecua, Andújar, Seral, F. Carrasquer, J. García Mercadal, …). Y, casi por doquier, aparecen sus dos referencias constantes: su animosa mujer, Marisa Santiago, y José Antonio Labordeta, clave confesa de su biografía política.
Guillermo Fatás