08/05/2010

Chufa de Valencia. El alimento que te mantiene joven

Las investigaciones han mostrado que contienen numerosos nutrientes, entre los que figuran:

• 21 oligoelementos.

• 18 aminoácidos.

• Proteínas.

• Betasitosterol.

• 8 polisacáridos y 6 monosacáridos, incluídos los polisacáridos Lycium Barbarum.

• Fibra.

• Carbohidratos.

• Vitaminas esenciales.

• Un amplio espectro de carotenoides antioxidantes.

• Luteína y Zeaxantina.

• Superóxido dismutasa y Fenilpropanoides.

• Fisalina.

• Ciperona.

• Solavetivona.

• Betaína.

• Ácidos grasos esenciales

Es adelgazante, afrodisíaco, equilibra los niveles de glucosa para los diabéticos, disminuye la presión arterial, regula el peso corporal, estimula la hormona del crecimiento naturalmente llenándonos de energía y juventud, alargan la vida y activa la liberación de la HGH (Human Growth Hormone) o también llamada hormona de la juventud.

¡Vamos un chollazo!

Algo chirria aquí. En principio es un lenguaje que contiene un montón de palabras científicas ininteligibles para el común de los mortales, además es NATURAL ya que interviene poco la malísima tecnología y lo que promete suena muy bien. Vamos por buen camino. Pero…, ¡eso de “Chufa de Valencia»…!

¡Lo cambiamos! ¡No pasa nada! En vez de a ese tubérculo se lo atribuimos a una baya tibetana llamada goji. Aunque la escribamos así, la pronunciaremos goyi, que es más fino. Su procedencia del lejano Tibet (por lo menos eso dicen), con su espiritualidad budista muy a la moda, sus blancas cumbres… ¡Voila! ¡Ya tenemos fabricado un nuevo mito! Bolsas de 250 gramos a 15 euros ¡y montado el negocio!

Todo lo que está más arriba en cursiva lo escriben en Internet los vendedores de la asombrosa baya. Lo único que he hecho ha sido copiar y pegar. Ni una sola cita para hallar el estudio que confirme esas sorprendentes afirmaciones; ni una sola estadística firmada. Sólo enunciados para creyentes. Pero ¡qué más da! No van a faltar testimonios individuales que corroboren que la baya en cuestión les mantiene a raya el colesterol, han adelgazado, triunfan en la cama o se sienten cada vez más jóvenes. Se olvidan, o no quieren enterarse, que en ciencia los testimonios no valen. Valen las pruebas, los estudios clínicos realizados con el sistema del doble ciego, públicos, repetibles, contrastados y esos ¿dónde están?

¡Es que no escarmentamos! Detrás de un gol nos cuelan otro. Los que peinamos canas o no tenemos nada que peinar, nos acordamos de un hongo que, a finales de los 50, según decían trajo un lama del Tibet ¡qué casualidad! y que se cultivaba en muchas casa porque aquello era el bálsamo de Fierabrás. Una tacita diaria de aquel mejunje repugnante y la salud asegurada. A nuestros abuelos y a nuestros padres no les sirvió de mucho. La mayoría ya han muerto, cada uno por causas diferentes y a edades diferentes. El famoso hongo no les salvó y está arrinconado hasta que venga otro gurú de turno, lo resucite y, ¡hala!, ¡todos a cultivarlo!

Y así estamos. Muchos se lanzan a comprar la maravillosa baya tibetana, olvidándose de los arañones, los arándanos, las grosellas, por nombrar bayas silvestres, o las chufas, valencianas o no, que están ahí, a mano.

¡Somos incorregibles!