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Palabras en recuerdo a Luis Granell Pérez

(Palacio de La Aljafería, sala Goya, 23-2-2022)

 

Durante la tarde-noche de hoy se pronunciarán, se oirán, flotarán en este ambiente frases y expresiones como honradez, independencia, incorruptibilidad, defensor del medio ambiente y de la naturaleza, hombre de los medios de comunicación, de la información y de la transparencia, enamorado del transporte por ferrocarril y de la conexión, en concreto, con Francia a través de la línea de Canfranc…

Todo eso es cierto, estrictamente cierto. Y esa sucesión de características, de apelativos, de adjetivos unidos a la condición humana permiten preguntarnos: ¿pero es que quedan, todavía, hombres así en España? O, más precisamente, ¿pero es que quedaban así hombres en la España de hoy?

Pues sí, quedaban y quedan, afortunadamente, y Luis Granell era uno de ellos.

Eso es lo que explica que nos encontremos aquí unas cuantas personas que hemos compartido afanes, aventuras, experiencias, en distintos momentos con Luis y que, convocados oportunamente por su sobrina, nos congreguemos para ofrecer testimonio de una vida que mereció ser vivida, recordar unos tiempos que fue un gusto compartir con él.

Mis recuerdos de Luis Granell son muy lejanos. Comienzan en el Colegio de los Hermanos Maristas al que ambos asistimos.

Unos pocos años más tarde volvimos a encontrarnos en Andalán, periódico que es, sin duda, imprescindible no solo para entender el Aragón de aquella época sino también, y a través de algunos vericuetos, del actual. Luis fue en él primero periodista y luego director. Durante bastantes años traté con él de asuntos a publicar o publicados. O no publicados o publicables por distintas razones.

Durante algún tiempo me tocó escribir la mayor parte de los editoriales. Ese trabajo se realizaba tras las reuniones de la Junta de Fundadores que tenían lugar los lunes. En ellas se fijaba el tema general del editorial siempre tras fuertes, muchas veces divertidas y siempre ilusionantes discusiones, empezando muy tarde y acabando vaya ud. a saber cuando. Escribía a continuación los editoriales en el cuartito de periodista de Luis, en su misma máquina de escribir; a veces compartíamos el minúsculo espacio, cada cual a lo nuestro. No existían horarios en aquél periódico, ni para los profesionales ni para los que acudíamos a participar en las tareas, cosa frecuente en aquellos días en los que todo estaba abierto y todo iba a ser mejor. Cuando el editorial estaba escrito, la Junta de Fundadores le daba su aprobación. Y el jueves aparecía el periódico. Otro número.

Soy, por todo ello, testigo presencial de su trabajo periodístico serio, concienzudo, a la búsqueda de la verdad, tan huidiza siempre y en aquellos años quizá todavía un poco más. Todo en el marco de un ambiente para los medios de comunicación que no era, precisamente, muy favorable a la aventura de un periódico como Andalán que escapaba por su naturaleza a cualquier intento de control, de encauzamiento de su labor, Luis Granell era en cada uno de sus trabajos profesionales, y de sus decisiones cuando fue, además, director del periódico, muestra de insobornable rigor e independencia.

Volvimos a encontrarnos en su época de periodista en El Dia, otro intento admirable -y también fracasado- de encontrar un ápice de libertad real en el marco de una información fuertemente dirigida, de dar un tratamiento distinto a los temas de siempre en esta tierra.

Luis Granell era responsable en aquél periódico de muchas cosas, pues siempre en su trabajo sobrepasaba los encargos y responsabilidades estrictos, y entre ellas de temas culturales. A su incitación escribí, aunque no con mi nombre, unos cuantos artículos que podríamos llamar de crítica musical, pues compartía con Luis el gusto por la música. Ello en el marco de una época de renacimiento cultural en nuestra ciudad merced, como siempre pasa entre nosotros, por el carácter guerrillero, casi de francotirador de personas concretas y por el apoyo que el Alcalde de Zaragoza Ramón Sáinz de Varanda, daba a estas iniciativas.

Recuerdo particularmente de esta época cómo nos encantó la interpretación del motete Jesu meine Freude, que los infanticos del Pilar, dirigidos por una persona imprescindible para escribir con ecuanimidad la historia cultural de nuestra comunidad como era José Vicente González Valle, interpretaron en la iglesia de San Gil de Zaragoza. Luis era plenamente consciente del nivel alcanzado en aquella representación (queda grabación de ello) que contemplamos juntos y le divirtió particularmente la crítica que hice de aquel concierto, en nombre de la señora alemana, rediviva, a la que Juan Sebastian Bach dedicó el motete y que asistió, emocionada, a su interpretación en la ciudad de Zaragoza, justo sentada a nuestro lado.

Todo lo que antecedente forma una perfecta explicación acerca del hecho de que cuando fui elegido Presidente de las Cortes de Aragón, un 20 de mayo de 1983, la primera persona de la que recabé colaboración y a la que llamé para que acudiera al edificio de Hacienda en la plaza de los Sitios donde me ubiqué en un despacho muy cerca del del Presidente de la Comunidad Autónoma, D. Santiago Marraco, fue a Luis Granell. Llegó a la cita con un elegante vestido de tenista al que no le faltaba un detalle, pues iba luego a jugar en las pistas que había allí al lado, en la proximidad del río Huerva todavía no saneado. Era un auténtico pincel. Cuca y Nano, quienes eran nuestras secretarias, recordarían muchas veces en los siguientes años, lo que fue la llegada de Luis Granell a lo que era la sede provisional de las instituciones de la Comunidad Autónoma recién estrenada y que no habían contemplado, hasta ese momento, una informalidad tan formal como era la que Luis trajo consigo.

Luis me pidió un tiempo para pensarlo pero le dije que debía decidirse ya y se decidió. Y eso fue una bendición para las Cortes y para los mismos comienzos, tan difíciles y a la vez tan creativos de la Comunidad Autónoma.

Luis fue la primera persona contratada por las nacientes Cortes de Aragón. Al par que la vinculación de Tomás Solans con exclusividad al servicio de las Cortes.

La tarea de Luis consistía en la difusión de la labor de las Cortes a través de los medios de comunicación y, al tiempo y con la misma importancia, de encargarse de las publicaciones oficiales de su actividad. Esas publicaciones debían ser el Boletín Oficial de las Cortes y el Diario de Sesiones (luego creamos hubo una colección de libros que también fue de su responsabilidad). Las Cortes se reunían en pleno, en comisiones, y su actividad precisaba de la publicación oficial de los acuerdos, propuestas de los grupos, del Gobierno, de los discursos de los diputados; pero no había nada previsto para ello, todo se debía crear. Luis, persona eminentemente creativa, era la persona idónea para ello.

Para ayudar a Luis en su función la Mesa de las Cortes otorgó una beca a tres personas que habían sido brillantes alumnos míos ese curso académico 1982-1983.  Aquellos alumnos con Luis Granell a la cabeza sacaron adelante Boletín y Diario. E incorporaron por primera vez en nuestro país -eso todavía no lo hacían las Cortes Generales- una vinculación entre medios informáticos elementales, que adquirimos rápidamente, e impresión de los textos, todo bajo la dirección e indagación sobre la funcionalidad de los recientes medios informáticos de Luis Granell. Por cierto, uno de esos alumnos es hoy Subsecretario del Ministerio de Educación y Formación Profesional, Fernando Gurrea. Otra es actualmente Embajadora del Reino de España en el Reino de Suecia, Cristina Latorre. El tercero, David González, desarrolla con gran éxito su labor en el sector privado.

Pero Luis sobrepasó siempre los límites de su función y conociéndole, le animaba a ello y le escuchaba en las propuestas que surgían de su múltiple imaginación. Las Cortes fueron, a su impulso, la primera institución que en esta Comunidad Autónoma incorporó personas con limitaciones físicas y psíquicas a su estructura de personal. Y eso es un dato de imprescindible conocimiento general y de necesario recuerdo positivo. Muchas iniciativas de aquél período llevan su signo inconfundible: siempre desde la radical honestidad, seriedad e independencia.

Cuando dejé la presidencia Luis siguió en las Cortes que no siempre correspondieron con ecuanimidad a su trabajo. Pero eso es otra historia que no voy a referir hoy.

Y siguió mi relación con él a través de diversos caminos y circunstancias. Nos encontramos en distintas ocasiones y siempre con Luis acaudillando tareas nobles. Supe por él de su jubilación paulatina y de algún problema de salud, lo normal cuando se van cumpliendo años.

Hoy, superado el desconcierto, el dolor por una muerte inesperada, hasta casi podríamos decir injusta, si es que alguna muerte es justa, es el momento de decir que sí, que hubo un hombre trabajador, honesto, incorruptible, independiente, con visión de futuro, con ganas de aportar a la sociedad, amigo del medio ambiente, de nuestros compañeros animales, que amaba a su familia. Que se llamaba Luis Granell Pérez. Y que fue, lo digo con orgullo, mi amigo.