28/05/2010

¿El Sistema en Crisis?

Es posible que estemos mirando al dedo, cuando el dedo, quizás, está señalando a la luna. La crisis económica –“el dedo”- ha puesto de manifiesto muchas cosas que la bonanza, en ciertos sectores, y muy amplios, de nuestra sociedad tapaba, o cuando menos las cubría con un paño de pudor. Entre otras, que ya no es sólo el capital el que no tiene patria, tampoco la política. Los mercados financieros, concretos en la realidad pero abstractos para los ciudadanos, no sólo marcan directrices económicas sino también las líneas esenciales de la actuación socio-política de los gobiernos. Y hasta tal punto que éstos han dejado de parecer personajes de carne, cabeza y músculo propios para mostrarse como meros muñecos de guiñol.

La crisis es global se argumenta desde las trincheras del ¿poder? político, esto es –en el caso español-, desde las trincheras socialistas o mejor, para ser más exacto en los términos, del PSOE. Y al ser global, la responsabilidad gubernamental, más que difuminarse, se diluye. Para los aspirantes al ¿poder? político la crisis tiene nombre –Zapatero- y apellido –el PSOE-. Ninguno –y desde luego no busco equidistancias- deja de tener, en ese aspecto, parte de razón. Pero lo importante no es eso. Lo importante es que se trata de una controversia que sólo mira no ya al dedo, sino a la uña de ese dedo. Una uña que se traduce más que en Política, en puestos y cargos políticos por mantener o por alcanzar.

Sin embargo, y en mi opinión, lo que, a medio plazo, si no a corto, está en juego, no son ni unos cargos, ni unas mayorías, ni el color de unos gobiernos, sino algo mucho más profundo: el Sistema. Y el Sistema incluye, en la acepción que lo utilizo, las bases y fundamentos del ser y actuar social, político, sindical, económico… incluidas, desde luego, las formas de propiedad.

A todos los poderes de todos los tiempos les interesa, como al Luis XVI de las vísperas del 14 de julio del 89, confundir los atisbos de Revolución con los meros tumultos. Desde las orillas sociales privilegiadas de los Sistemas nunca se ha dejado de hablar –hasta el mismo momento de las grandes convulsiones- de la “dulzura del vivir y de lo firme e incombustible del Sistema”. Pero hay otras, y contrapuestas, orillas sociales que, en la medida en que se agrandan en número y decrecen en recursos, van acumulando ira.

Es posible que los cimientos de este Sistema resistan incluso un prolongado tiempo de crisis, lo que es evidente es que ya nada es igual a hace tan sólo un par de años. Y si nada es igual en lo económico, y empieza a no serlo en lo social, tampoco lo será en lo Político. Todos los tiempos de magma –y éstos lo son- generan desconfianzas y temores, pero también, no lo olvidemos, esperanzas de algo nuevo –impredecible como todo lo novedoso- por vivir y construir. Todavía, pienso, los ciudadanos, seguimos mirando al dedo, pero ese dedo ¿no está acaso señalando una incierta luna?