Teruel interior, paisaje con futuro
El Teruel interior que nuestro Colectivo Sollavientos aprecia y reivindica es una porción bien representativa, desde una perspectiva tanto geográfica como estética, de la Celtiberia retratada en un reciente artículo por F. Llobera y J. Hernández (1). Se trata de un territorio de altiplano, un páramo desnudo o salpicado apenas de abiertos sabinares, sufridas carrascas o estrechos bosques galería de chopos cabeceros; un yermo demográfico, con densidades en torno a los 3 habitantes/km2, donde apenas ha llegado la industrialización. Una tierra que para algunos es sinónimo de olvido, pero que guarda celosamente la memoria de una historia milenaria.
Es esa historia la que ha conformado un paisaje con el que nos identificamos, al que vinculamos nuestra identidad cultural, y al que en muchas ocasiones nos retiramos a reflexionar en busca de nuestras raíces. No hemos de olvidar que en breve tiempo se ha pasado de una concepción del paisaje como simple trasfondo escénico de la actividad humana a su concepto actual como “elemento fundamental del entorno humano, expresión de la diversidad de su patrimonio común cultural y natural y fundamento de su identidad” (2).
Estas estepas desarboladas del altiplano tienen unos rasgos estéticos difíciles de asimilar para muchas personas, de acuerdo con los cánones del paisaje ajardinado inglés, con grandes árboles dispersos en un mosaico de césped. Si bien hemos de reconocer que la deforestación incrementó la erosión de laderas, nuestros antepasados que la provocaron también afrontaron el reto de vivir en un territorio difícil, adoptando una serie de pautas correctoras en busca de esa simbiosis inteligente ser humano/medio. Ahí están las técnicas de cultivo rotatorio, el aterrazamiento de laderas sujetas por muros de piedra seca o la asociación agricultura/ganadería.
Es esta sabiduría popular, este modo de hacer, lo que actualmente corre el riesgo de perderse bajo nuevos modos de uso del territorio. Desde los intentos del antiguo Patrimonio Forestal del Estado de poblar de bosques estas parameras (que en muy pocos lugares fructificaron en el bosque maderero que se pretendía) hasta los actuales planes de colonización por parques eólicos o por minas a cielo abierto, el Teruel interior ve cómo desde fuera se diseñan proyectos que poco tienen que ver con su esencia. ¿No sería más acertado recuperar bosques como setos naturales entre cultivos, pequeñas alamedas en torno a fuentes y arroyos, gestionar carrascales y sabinares aún conservados, con el fin de compaginar con ellos una agricultura y una ganadería necesarias para el mantenimiento de la biodiversidad?
Quiero apostar por que las gentes que habitan estos páramos sean las primeras en identificarse con su paisaje. Aquí han encontrado sus medios de subsistencia, su marco vital, “su lugar en el mundo”. En un planeta amenazado por el cambio climático y la crisis global de los recursos naturales, el aforismo de E.F. Schumacher “lo pequeño es hermoso” cobra en el Teruel interior todo su sentido.
(1) F. Llobera y J. Hernández (2000), ?Celtiberia: redefinición de un espacio de profundo pasado, oscuro presente y ¿esperanzador futuro??, Trébede, nº.37.
(2) Convenio Europeo del Paisaje, ratificado por España en 2007 (B.O.E. 5-2-2008)