Polonio (IV) – La France
A bombo y platillo andan celebrando los paisanos del norte la “resistencia” de De Gaulle, pero nada citan del general Leclerc y sus tropas españolas que acompañaron al “libertador” hasta el Ayuntamiento de París porque nadie se fiaba de los “defensores” franceses que había huido como conejos cuando los nazis llegaron a su suelo. Unas tanquetas “ridículas” con los nombres de Teruel, Belchite, Guadalajara y el Ebro habían atravesado el norte de Africa y desembarcadas en Francia habían combatido hasta ese día con una valentía que el propio general Leclerc admiraba aunque los temía porque él era un hombre conservador y católico y las tropas hispanas eran anarquistas; pero su valor lo convenció y con él llegaron a Paris para liberarla.
Todos hemos visto imágenes de la ocupación de la capital de Francia con los soldados españoles: Nadie ha dicho nada estos días de esa resistencia hispana: ni radios, ni teles. Solo una vanagloria de un ejército que, como escribe Chaves Nogales en su libro La agonía de Francia, no fue capaz de resistir ni una mala avalancha de las tropas alemanas. Solo en el norte de Africa estuvieron dando la cara porque muchos de los que estuvieron allí habían pasado la guerra civil española y otros muchos- jóvenes sobre todo- cruzaban la frontera por los Pirineos y aceptaban sumisos ser embarcados para Marruecos, Argelia y encontrarse con los soldados hispanos y con los ingleses.
Así escribimos y aceptamos nuestra historia mientras tonteamos con orgullo del español que la señora Cafarell-presidenta de el Cervantes- reparte a diestro y siniestro con un orgullo que para si hubiera tenido cuando, como presidenta de la Comisión de RTVE, tenía que mal digerir los ataques el PP en aquellas sesiones maratonianas de defenestrar al PSOE como fuese. Nos falta un orgullo radical y somos incapaces de sacar a la calle la dignidad de unos hombres y mujeres que lucharon por libertad.
En cualquier rincón de Francia hay un homenaje a aquellos hombres- En ningún lugar de España hay ni la mínima exaltación de los que condujeron sus tanquetas hasta el Ayuntamiento de París. El silencio cae sobre nuestros pequeños héroes y solo los testaferros del conservadurismo acaban ocupando las crónicas de la historia cotidiana.