19/10/2010

La vida en el bosque. Recuerdo para Antonio Oliván

Antonio Oliván

En los dias azules  del otoño es buen ejercicio  “echarse al monte” con un buen libro y un cuaderno de apuntes  paladeando  la  belleza  de los bosques.

Desde Biescas me gusta pasear hasta los pueblos del Sobremonte: Aso, Yosa y Betés donde compro judias,lechugas y huevos frescos. Hay que subir por el barranco de Arás con buen calzado. Son pueblos dignos de enmarcar  un pesebre navideño.

Los campos de Aso tienen una belleza celestial. A la sombra de un manzano y después de reponer fuerzas  leo un pasaje de Séneca extraido de las utopias del mundo antiguo.

No hay otra vida más feliz y carente de vicio y que mejor cultive los antiguos usos que los que dejadas las murallas, aman los bosques. Es dueño del campo abierto y va ileso de un lado a otro a cielo abierto.

Complace tanto tumbarse en las orillas de un río vagabundo como dormir sueños tranquilos en el césped o sobre la hierva, bien sea que una fuente abundante  derrame  rápidas olas, bien sea que por flores rocíen brotadas se oigo el dulce murmullo de un río que huye. Frutos hechos caer de los árboles contienen el hambre y frescas arrancadas de pequeños matorrales procuran fácil alimento”.

En Aso intento localizar a mi amigo Luis Bara pero no es posible. Alli pasé algunas vacaciones de verano en Casa Oliván. La casa del amigo Antonio Cabalero está cerrada. Se fue para siempre hace algunos años pero el recuerdo continúa y  sigue siendo muy bello.

Tenía sensibilidad como para haber nacido en tiempos de Teócrito o pasearse en las páginas de Thoreau, Enrique Satué le dedicó un libro monográfico y fue pregonero de las fiestas de Biescas.  Lo recuerdo en esta casa  atizando el fuego en una de las chimeneas más bonitas del Pirineo. Tenía la calma del que ha respirado mucha hierba del campo, era un filósofo natural. Había leído en alguna parte que la sociedad no es mejor que sus bosques. Vivía solo porque “no le había vagao tener mujer”. Me felicitaba la Navidad desde la Residencia de Jaca. La naturaleza era su Universidad. Decía que al campo hay que andarlo y amarlo. Quería a los árboles, las plantas y las ovejas como parte de su familia. Sus ojos captaban magistralmente atardeceres y claridades de luna. Cuando dormía al raso, le gustaba mirar a la Osa Mayor o Carro y al estrellón de los Boyateros o del Alba. Entre los pájaros le gustaban el pinzón con el papo de chocolate y la verdiancha “que canta como si fuera un canto de Iglesia” Decía que de pequeño no gastó juguetes y en la escuelallegó hastala división. Los lugares más bellos que recordaba eran Cerruza, Pilón de Acumuer, Plan de Usabas y Zarrambucho, una ribera que sale de Usabas y llega a Telera. Su padre Escolástico le enseñó jotas y las recordaba todas.  Los bosques han perdido a un poeta. Virgilio dijo que “la justicia, al irse despidiendo de la tierra, dejó en los campos y montes sus últimas pisadas”.