20/03/2011

«El rayo del líder»: Gadafi y los gobernantes españoles

A lo largo de los últimos años, los gobernantes españoles no han tenido ningún pudor en mantener las relaciones más cordiales con el dictador libio Muamar el-Gadafi, y en ser agasajados por él. Para que nadie piense que esta es una afirmación gratuita, me limitaré a señalar algunos hechos y a echar mano de la hemeroteca. Como es habitual, la realidad supera a la ficción.

En septiembre de 2003 el Presidente del Gobierno de España, José María Aznar, visitó a Gadafi en Libia, alentándole a que mantuviese el rumbo emprendido en los últimos meses (tras el levantamiento de las sanciones de la ONU), que incluía el anuncio de una apertura económica y una mayor colaboración en la lucha contra el terrorismo. Como escribía ABC en su edición del 18 de septiembre:

Para Aznar, que aseguró tener «una visión positiva de lo que puede ser la evolución de los acontecimientos en Libia», lo importante es que haya «voluntad, paciencia y ponerse a ello». Cuando se le preguntó por qué Libia, un país que no es una democracia, sí y Cuba, no, respondió que «Libia está haciendo el camino contrario al de Cuba y eso conviene saberlo». El jefe del Ejecutivo insistió en que «no es momento de mirar hacia atrás, sino hacia adelante» y ayudar a Libia para que se consolide el proceso de normalización de su presencia internacional, lo que, a juicio, incluye además la incorporación a las estructuras euromediterráneas, el llamado «Proceso de Barcelona».

Probablemente reconfortado con estas palabras, Gadafi hizo un magnífico regalo a Aznar. Así lo recogía ABC al día siguiente:

Nahar el Khaied o «El rayo del líder», en su traducción al español, fue el regalo con el que Muammar el Gadafi sorprendió ayer a José María Aznar en su residencia de Bab el Azizya, el mismo lugar que los norteamericanos bombardearon en 1986 tratando de dar muerte al dirigente libio. Nahar el Khaied es un precioso pura sangre, castaño, de raza árabe, que esperaba a la puerta de la jaima en la que conversaban Aznar y Gadafi. Después de una hora de charla con la única presencia de los intérpretes, Gadafi llevó a Aznar al exterior para enseñarle su regalo. Cuando Aznar se vio frente al caballo no pudo ocultar su impresión, abrió la boca como pasmado y exclamó, «¡Dios mio!». Nahar el Khaied, por su parte, quizá, a su vez, impresionado por la cercanía de tan importantes personajes, la aglomeración de cámaras y de periodistas y el elevado calor, reaccionó dejando sobre la hierba un recuerdo muy natural, pero poco digno del momento. Después, eso sí, permitió las caricias de Aznar, quien aseguró que por el momento no se atrevía a montarlo. Claro que, posteriormente, diría ante los periodistas que le parecía un ejemplar precioso y, tal vez pensando en que pronto dispondrá de más horas libres, aseguró que estaba dispuesto a montarlo «con sumo cuidado y mucho gusto» y que, cuando tenga tiempo, le preguntará a su vez al caballo qué le había parecido él mismo.

Dos años y medio más tarde, el 15 de febrero de 2007, Gadafi llegó en visita a España. La visita comenzó con una cena con el matrimonio Aznar. Como muchos turistas poco imaginativos (o mal aconsejados por sus amigos), el viaje le llevó a presenciar la actuación de un cuadro flamenco y a realizar una breve visita al Museo del Prado:

Si algo ha quedado claro durante la visita que Muammar el Gadafi está haciendo a España es que es un gran aficionado no sólo a la caza, sino también al flamenco. La cena con José María Aznar en la noche del sábado se cerró con una sesión de cerca de media hora de un cuadro flamenco. Al día siguiente, tras contemplar Málaga desde el monte de Gibralfaro, asistió junto con una treintena de miembros de su séquito a la actuación de cuatro grupos gitanos flamencos, a los que acompañó con sus palmas. Y para cerrar, la previsión era que anoche asistiera a otro espectáculo, al parecer, a cargo del bailaor y coreógrafo Rafael Amargo, en el Palacio del Pardo, donde se aloja el dirigente libio.

[…]

Gadafi, según supo ABC, se detuvo especialmente en El Jardín de las Delicias de El Bosco, en las Meninas de Velázquez y en las pinturas negras de Goya.

Tuvo también tiempo de participar en una cacería celebrada en Gerena. El capítulo de visitas institucionales incluyó al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y al Rey. Este último también recibió un regalo: la jaima que montó en El Pardo:

El dirigente libio decidió dejarla en el Palacio del Pardo como regalo para Su Majestad el Rey, según supo ABC de fuentes de absoluta solvencia. La costumbre que tiene Gadafi, no sólo en su país, sino también en sus viajes al extranjero, de celebrar sus reuniones cobijado por la lona de una tienda de campaña beduina ha sido una de las que más han llamado la atención en España. Aquí ha utilizado dos: una en el lujoso hotel «La Boticaria» en Alcalá de Guadaira y otra en los jardines del Palacio del Pardo. Esta jaima, con unas dimensiones de 12,5 por 9,5 metros, es la que el líder libio ha regalado a Don Juan Carlos.

El regalo incluye las alfombras y el mobiliario con que se la dotó: un sofá y dos sillones blancos, además de una mesa de centro y otra de escritorio, muebles que al parecer no son de una calidad especial.

Ya que es poco probable que Don Juan Carlos vaya a darle utilidad alguna a la jaima, en Patrimonio del Estado, que es el destinatario de los regalos oficiales, estudian actualmente qué hacer con la tienda y su mobiliario. Gadafi tiene una especial habilidad para regalar cosas de difícil encaje, como sabe el ex presidente del Gobierno José María Aznar, que recibió en su visita a Trípoli en 2003 un bello caballo de raza árabe, llamado «El rayo del líder», que ha terminado pasando plácidamente sus días en el Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil de Valdemoro.

Tal vez recordando ese regalo, Gadafi decidió obsequiar a José Luis Rodríguez Zapatero con una silla de montar, que puede tener el mismo destino que «El rayo del líder», porque al actual presidente del Gobierno se le conocen aficiones ecuestres, al menos hasta la fecha. Más fácil será darle algún uso a una espléndida alfombra incluida en el paquete de regalos al jefe del Ejecutivo, quien, a su vez, correspondió con algo decorativo: un jarrón de cristal de La Granja.