Malditas guerras. Malditos mentirosos
Guerra en Libia. De nuevo se vuelve a hablar de “fuerzas aliadas”; es decir, de los de siempre con sus portaviones y sus misiles. Muamar el Gadafi lleva en el poder desde 1969, y hasta ahora los países demócratas de toda la vida le compraban petróleo y gas y le vendían de todo, incluidas todo tipo de armas. Gadafi compró casas y terrenos donde ha querido, y nadie ha dicho nada hasta la fecha. Al parecer, estuvo implicado en los atentados de los aeropuertos de Viena y Roma en 1985, los atentados en la Discoteca La Belle de Berlín en 1986, el Atentado de Lockerbie y el del vuelo UTA 772. A cambio, Libia sufrió, por ejemplo, en 1986 un ataque norteamericano con misiles, en el que murió su hija Jana, pues ni más ni menos que el gobierno republicano de Ronald Reagan consideraba a Gadafi como un terrorista (piensa el ladrón que todos son de su misma condición).
De hecho, durante décadas ha sido acusado de patrocinar el terrorismo y la insurgencia armada en terceros países, financiando a organizaciones terroristas de orientación anticapitalista revolucionaria. Gadafi fue convirtiéndose en un sátrapa dentro de una dictadura personal, pero no más que muchos otros países de la zona y del mundo, desde los que parten los aviones aliados, en los que se asientan sus bases y sus tropas y de los que obtienen enormes beneficios económicos. Entre los mayores delitos de Gadafi, está que nacionalizó en la década de 1970 toda la empresa privada, incluyendo la tierra, la industria petrolera y los bancos, permitiendo sólo los pequeños negocios familiares: eso no puede permitirlo la democracia estadounidense ni el ultraliberalismo anglosajón.
La propaganda nos bombardea estos últimos días con sus medias verdades de siempre: mienten mucho más por lo que callan que por lo que dicen. Los voceros de las grandes potencias proclaman que su objetivo principal es evitar la masacre del pueblo libio. Mientras lo oigo y lo leo por enésima vez, acechan las arcadas a mi estómago solo al pensar, por ejemplo, en los más de cinco millones de seres humanos que han muerto en la República del Congo por conflictos armados ignorados y armados por las grandes potencias. 5,4 millones de seres humanos muertos miserablemente por la guerra, el hambre y las enfermedades desde 1998. Un millón de seres humanos sin casa. Pero allí no han ido ningún demócrata occidental, ni los F18 españoles, ni la ONU ha dictado resolución alguna para detener la masacre.
Pienso asimismo en el pueblo palestino, perseguido y confinado por Israel en los guetos de Gaza y Cisjordania. Por los lares occidentales, se juega al antojo del poderoso con la palabra terrorismo. Terrorista es Gadafi y ETA y las FARC y el IRA y Al Qaeda y Al-Fatah. Terroristas no son el trío de Las Azores ni Israel ni Pinochet (muerto en su cama) ni nadie que se avenga a los dictados del imperio. Pónganse los muertos de unos y de otros en los platillos respectivos de la balanza del sentido común y la justicia, y compruébese el resultado.
Imaginemos por un momento el resultado final: ¿democracia en Libia? (a propósito, ¿qué se entiende por democracia?); ¿derechos humanos? ¿Por qué Libia ahora? Me viene a la mente un hecho acaecido hace años: nueve meses antes del 11-S, Condoleezza Rice tenía en su poder un informe que proponía apoyo militar a las fuerzas afganas de la Alianza del Norte que luchaban contra los talibanes, ataques aéreos, y la introducción de fuerzas de operaciones espaciales en Afganistán. Un día antes del 11-S, la administración Bush acordó un plan para derrocar al régimen talibán en Afganistán por la fuerza y declaró que no se distinguiría entre organizaciones terroristas y naciones o gobiernos que les dan refugio. Al poco tiempo, el 9 de febrero de 2002 Hamid Karzaï, el nuevo primer ministro de Afganistán, y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista Musharraf, fuerte aliado de los Estados Unidos en la zona, cerraban un acuerdo para permitir la construcción de un oleoducto que enlazase el mar Caspio con el océano Índico, atravesando el Afganistán recién conquistado. Con ello, las grandes multinacionales petrolíferas habían conseguido finalmente hacer realidad sus ansiados proyectos. Sorprendentemente, los telediarios callaron y los medios de comunicación hablaban principalmente de democracia, lucha contra el terrorismo y la cuesta de enero tras los dispendios navideños. Meses después, Estados Unidos invadía Irak para “desarmar a Irak de armas de destrucción masiva, poner fin al apoyo de Saddam Hussein al terrorismo, y lograr la libertad del pueblo iraquí”.
O sea, malditas guerras, malditos bastardos mentirosos.