Los amigos del beato
«Dime con quién andas y te diré quién eres». Si aplicamos este viejo adagio al recién estrenado beato Wojtyla, nos podemos hacer idea de por donde anda el nivel de baremaje usado por la cúpula vaticana para fabricar su top-celestial. El Papa Juan Pablo II tenía amistades controvertidas, poco acordes con la filosofía de un padre espiritual que predicaba el amor entre los seres humanos y la no violencia. Pero claro una cosa es predicar y otra, muy distinta, dar trigo.
El neófito beato mantuvo una larga y cordial relación con Pinochet. Estrechó en numerosas ocasiones su mano con la del dictador manchada por la sangre del presidente electo de Chile, Salvador Allende. No parecía incomodarle el hecho de que su colega Augusto, ferviente y confeso admirador de Franco, sometiera a su pueblo a un régimen de terror y represión que provocó el asesinato y la desaparición de miles de ciudadanos chilenos. ¿Le reconvendría alguna vez el aspirante a santo esa afición por los vuelos de la muerte que también practicaba la católica dictadura argentina? Quizás conversaban sobre la simbología mística que representaba «invitar» a los detenidos a practicar el salto del ángel desde un avión hasta las profundas aguas del océano con una viga atada al cuerpo.
Lo cierto es que Wojtyla nunca le exigió a su amigo que pidiera perdón por sus crímenes contra la humanidad ni que abandonara un poder usurpado por la fuerza de las balas. El Vaticano sentía debilidad por este tipo de sátrapas que asistían a las ceremonias religiosas bajo palio. Nunca le negó la comunión, al contrario, se la administró personalmente en incontables ocasiones tanto a él como a sus ultracatólicos y criminales ministros, muchos ellos militantes del Opus Dei.
Cuando el juez Garzón, allá por el año 1999, intentó detenerle por sus aberraciones, Juan Pablo le echó un capote. La diplomacia pontificia movió sus alargados tentáculos para apoyar al genocida y evitar el arresto. El mismo Papa no tuvo escrúpulo alguno en salir a saludar junto a Pinochet, desde el balcón del Palacio de la Moneda, refrendando así el asalto a sangre y fuego que la democracia chilena había padecido unos años antes. Como sucedía durante la dictadura franquista en nuestro país, la élite católica cerró filas con los absolutistas mientras condenaba a los de ideología liberal. Y mucho más si su tendencia era el socialismo o el comunismo. La bestia negra de la Iglesia vestía de rojo y dudaba de la existencia de su misericordioso dios. En cambio, los asesinos en serie a los que frecuentaban, ejercían el papel de arcángeles implacables para preservar la fe en su religión. Tampoco era cuestión de ponerse melindres porque eso supusiera cargar con miles de cadáveres sobre la conciencia.
Otra polémica amistad del beato fue la que mantuvo imperturbable, a pesar de las reiteradas acusaciones de pederastia, con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Cuando el obispo mexicano Carlos Talavera relató al centurión de Wojtyla, el actual Papa Ratzinger, la lista de abusos y barbaridades cometidas por el líder de los Legionarios, éste le contestó que, lamentablemente, no podían actuar contra él porque era una persona muy querida por el Santo Padre que había ayudado mucho a la Iglesia.
Silencio y complicidad de nuevo. Durante su papado, los Legionarios de Cristo multiplicaron su afiliación y consiguieron reunir un patrimonio superior a los 25.000 millones de euros. Éstas son las credenciales que Wojtyla presentará ante el Altísimo para ocupar un lugar destacado en el santoral. Sin olvidar la milagrosa curación del alzheimer de una monja que, por otro lado, no ha renunciado a los tratamientos más punteros de la medicina convencional.
Pongámonos a fabular y pensemos que dios existe. Se me antoja que el creador tampoco debe andar escaso de tragaderas si admite entre sus favoritos a quienes ampararon y bendijeron a estos homicidas múltiples. A estos esbirros silentes e interesados en mantener su reino en este mundo a pesar de que el precio fuera un surtidor de sangre e injusticias.
Me lo imagino sonriendo cínicamente, desde su terrible trono de los cielos, cuando escucha pedir al actual Papa que los países occidentales acojan a los exiliados de las revoluciones africanas mientras expulsa por la gatera a los gitanos rumanos que se le habían colado en la cocina.
Lo dicho: Una cosa es predicar…