El patio de Monipodio
De obsceno calificaba el candidato socialista a la presidencia del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, el hecho de que directivos de Novacaixagalicia recibieran millonarias indemnizaciones para compensar, por lo que se ve, una gestión que en la práctica se ha traducido en la dilapidación de cientos de millones de dinero público. En términos similares de obscenidad venía a calificarlo el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, del Partido Popular.
La obscenidad, con serlo y mucho, no acaba ahí. Eso es lo obvio. Porque obsceno es también que el hasta hace nada vicepresidente del gobierno y actualmente candidato a la presidencia por el PSOE considerara que las medidas para evitarlo corresponde tomarlas al presidente de la Xunta que, por supuesto, pertenece al PP, mientras que éste considera que quien las debe adoptar es el gobierno de la nación, o séase el PSOE.
Si obsceno, por utilizar terminología suave, es el hecho de indemnizaciones millonarias a quienes su gestión, por mero sentido común, debería llevarles a un necesario, y extenso, banquillo de procesados por dilapidación de dinero público, no menos obsceno ni preocupante resulta el hecho de que dos máximos dirigentes políticos e institucionales, y con Rajoy amparando a “su” Núñez Feijoo, no se pongan de acuerdo en a qué organismo compete la investigación y la responsabilidad de evitar el latrocinio. Si ni siquiera estas competencias están claras, más que un estado que se califica de “moderno”, eficiente y responsable uno tiene la sensación de que continuamos instalados en el viejo patio de Monipodio, con la diferencia de que si alguien roba una carterilla lo apresan, pero si se trajina un carterón de los muy grandes los gendarmes se llaman a andana, dado que un mandamás dice que le corresponde al otro y el otro que al uno. Mucha claridad legal para la calderilla y profunda oscuridad las cuentas millonarias.
Un mismo adjetivo, obsceno, en boca de Pérez Rubalcaba y de Núñez Feijoo. Y un mismo, pilatesco e impúdico, lavado de manos, Entretanto el dinero continua donde estaba, en poder de los ladrones, quiero decir de los directivos millonariamente indemnizados.